Porque no desea que se repita una situación tan lamentable como la que vivieron ella y 44 personas más, Antonia Rodríguez Mariño, denuncia lo que considera un mayúsculo maltrato...
Ella, quien vive en la Avenida entre Beneficencia y San Lino, representando a su familia, amistades y vecinos, alquiló, con más de una semana de antelación, un ómnibus en la Empresa de Campismo Popular para realizar un viaje de recreación a Baconao, ubicado en la provincia de Santiago de Cuba, el domingo 26 de abril último.
Según el contrato firmado para ese servicio, que cuesta mil 800 pesos y es una exigencia pagar por adelantado, los campistas debían estar a las cinco y cuarenta y cinco de la mañana en Pedro A. Pérez entre Pintó y la Avenida, en el centro de la ciudad, para abordar el medio de transporte que los llevaría a disfrutar de un viaje con el que tenían muchas expectativas.
Pero sucedió que a la hora pactada, no apareció la guagua. Entre las seis y treinta y las 10 de la mañana hicieron gestiones porque no tenían información alguna de qué sucedía.
Llamaron por teléfono varias veces a la base de Transporte Escolar, donde solo a partir de las 8 y 45 de la mañana las respuestas por vía telefónica fueron posibles: el chofer no ha llegado, primero; el chofer no ha venido todavía porque tiene que votar en la segunda vuelta de las elecciones, después; la guagua se ponchó, más tarde… y no llamen más que la guagua ya va para allá, por último.
Seguía sin aparecer la dichosa guagua, y aunque sabía que el viaje a Baconao se le iba a encarecer más, Antonia decidió, pasadas las nueve de la mañana, ir en una moto (20 pesos por ida y vuelta) hasta las inmediaciones de la Terminal de Ómnibus a buscar la explicación que no tenían con respecto al ómnibus.
Allí le confirmaron el argumento de la guagua ponchada y la mala noticia de que los domingos no tenían cómo solucionar ese problema, de manera que localizarían a otro chofer.
Finalmente, no apareció ni la guagua, ni el chofer y todos, incluyendo a los 18 niños para quienes principalmente estaba concebido el viaje, vieron su domingo de sueño turístico convertido en una pesadilla, jornada de incertidumbre y desencanto.
Como dice Antonia en su carta, es lamentable que quienes están de cara a los servicios a la población, actúen con tanta indolencia. Y lo dice porque en Ómnibus Escolares, adonde fue en busca de respuestas, le dijeron que se olvidaran del viaje y fueran a reclamar su dinero.
Como si se tratara solo de dinero, y no de hacer trizas las expectativas de varias personas, el desvelo de los preparativos, el gasto extra de 22 de las 45 personas que reservaron, quienes a las 4 y 30 de la madrugada alquilaron una camioneta para estar a la hora fijada en el punto de recogida.
Al día siguiente de aquel domingo aciago, Antonia fue varias veces a Campismo a tratar de localizar al especialista que, según le dijeron, allí era la persona encargada de hacer la reintegro del dinero y a quien, finalmente, pudo ver en la tarde. Pero se fue ella con las manos vacías. Le dijeron que debía esperar tres días hasta que le hicieran la reclamación. El día 30, al filo del medio día, se hizo efectivo el reintegro.
“Los imprevistos se dan y uno los puede entender, admite, pero esta situación es una muestra evidente de insensibilidad, irresponsabilidad y poca profesionalidad. También de irrespeto a un contrato, que es un documento legal”, recalca.
Está claro: el principal incumplidor es Ómnibus Escolares, pero ellos (los excursionistas) firmaron contratos con Campismo, por eso, “ante el imperativo de que se resuelvan estas situaciones, decidí denunciarla”, puntualizó.
A pesar de todo, Antonia Rodríguez confiesa que el propósito (de la carta enviada a nuestra redacción, con copia a la empresa cuestionada) no es que le muestren análisis disciplinarios y sanciones, sino que definitivamente adopten medidas para que algún día muestren otra imagen y el cliente pueda confiar en entidades como esa.
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