Impresionante y majestuosa, esa son las primeras palabras que te inundan cuando te acercas a la catedral de Notre Dame (Nuestra Señora), principal centro religioso de París, capital de Francia.
Ubicado en la Isla de la Ciudad –rodeada por el río Sena-, este imponente edificio resalta por la pureza de las líneas que la definen, la sobriedad potente de la decoración y la armonía de las proporciones, donde confluyen diversos estilos arquitectónicos, con destaque para el románico normando y el gótico temprano –Notre Dame es considerado el arquetipo de catedral gótica medieval.
Casi dos siglos tomó la construcción de esta iglesia que rinde culto con su nombre a María, madre de Jesús. En 1160 al mando del obispo Mauricio de Sully iniciaron las labores para erigirla -sobre las ruinas de viviendas de antiguas poblaciones celtas, romanas y medievales, y de la iglesia de Saint-Etienne- y no fue hasta 1345 que se terminó.
Aunque recibió diversas modificaciones a través de los siglos, de 1841 a 1864 tras un proceso de necesaria restauración, fue que quedó con su aspecto actual.
En su fachada principal saltan a la vista los tres grandes portales (de frente a la edificación se ubican de izquierda a derecha el de la Virgen, el del Juicio Final y el de la Santa Ana) coronados por un friso con 28 esculturas conocido como la Galería de los Reyes; el Gran Rosetón sobre la puerta principal; los arcos de la gran Galería y las dos torres que se ubican a 69 metros del suelo, custodiadas por varias gárgolas de piedra.
Desde los laterales o el fondo, también resultan llamativas la aguja –de madera de roble cubierta de plomo y con 90 metros de altura-, y el prebisterio con su decoración abundante.
En el interior, junto al coro de Nuestra Señora, el gran órgano de Cavaillé-Coll y las tribunas, se extienden por los bordes una serie de naves y capillas, que junto a los grandes vitrales y el vistoso techo que se erige a 35 metros del piso, terminan de mostrar la magnificencia de esta catedral, que aumentó su popularidad tras la publicación en 1831 de Nuestra Señora de París, novela de Víctor Hugo que cuenta la ya hoy bien conocida historia de Quasimodo y su amor por la gitana Esmeralda.
Este templo ha sido testigo de diversos hechos históricos, entre ellos, la de cambiar sus fines religiosos por el de almacén de alimentos durante la Revolución Francesa, acoger la autocoronación de Napoléon Bonaparte en 1804 y la beatificación de Juana de Arco en 1909.
Sin duda, la catedral de Notre Dame, es uno de los grandes tesoros de París y por tanto uno de esos lugares de obligada visita en la Ciudad de la Luz.
