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Muy pronto el presidente Barak Obama abandonará la Casa Blanca con la incumplida promesa de cerrar la cárcel de alta seguridad establecida en 2002 en la base naval estadounidense en Guantánamo.

 

Pese a que desde hace más de cien años Estados Unidos se apropió de 117, 6 kilómetros cuadrados del territorio cubano y a que desde entonces su presencia ha dejado un impacto negativo, no fue hasta inicios de este siglo cuando el mundo volteó sus ojos hacia allí.

 

Fue justo cuando la ilegal base naval se convirtió en cárcel para militantes islámicos, y espeluznantes imágenes recorrieron la red de redes para mostrar las violaciones allí cometidas.

 

Presiones internacionales y miles de voces se alzaron para exigir la clausura del recinto, y el tema pasó a ser parte de la agenda mediática de los aspirantes a la presidencia estadounidense.

 

Obama apostó por ello, pero satisfechas sus aspiraciones presidenciales y con apenas unos días para abandonar definitivamente su puesto el discurso se incumple.

 

Pese a su premio Nobel de la Paz y sus presuntas intenciones de establecer relaciones normales con la isla, será otro presidente que abandone la Casa Blanca sin resolver uno de los puntos álgidos en las relaciones Cuba-Estados Unidos.

 

Mientras, en la nueva directiva presidencial sobre la política hacia Cuba anunciada el pasado 14 de octubre expresó: 'el Gobierno de Estados Unidos no tiene intención de modificar el tratado de arrendamiento vigente y otras disposiciones relacionadas con la Base Naval de Guantánamo'.

 

ANTECEDENTES DE UNA OCUPACIÓN

 

En junio de 1898, durante la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, fuerzas militares de esa última nación, con la decisiva participación del Ejercito Libertador de Cuba, ocuparon la Bahía de Guantánamo y se establecieron allí en acciones contra el ejército de España.

 

Según recoge la historiografía cubana, al conocer el desembarco, el coronel del Ejército Libertador Manuel Sanguily, quien se encontraba de visita en Estados Unidos, sentenció: 'Han visto a Guantánamo, jamás renunciarán a poseerla'.

 

Para cubrir con un ropaje legal sus pretensiones, Washington impuso a La Habana la firma, en febrero de 1903, del Convenio de Arrendamientos de Terrenos y Aguas para Estaciones Navales y Carboneras, en correspondencia con la séptima cláusula de la Enmienda Platt.

 

Cuba arrendaba así de manera perpetua a su vecino del norte esa área y, por su parte, EE.UU. tendría jurisdicción y control absoluto sobre la zona, a pesar de reconocer la soberanía de la isla sobre ella.

 

Las características geográficas de la rada, una de las mayores de Cuba, y su estratégica posición en el Caribe insular justificaron la rápida ampliación y la expansión de la fuerza naval dentro del territorio guantanamero.

 

Tiempo después, pasó de ser una simple estación naval a una base naval de operaciones, punto estratégico para el abastecimiento de las flotas y centro de alojamiento y entrenamiento de tropas durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea.

 

En 1952 tomó el nombre de Base Naval de los Estados Unidos, aunque es conocida y denominada mundialmente como Base Naval de Guantánamo.

 

LARGA HISTORIA DE VEJÁMENES E INJUSTICIAS

 

El pasado mes de octubre, el representante especial de la Organización de Naciones Unidas sobre casos de torturas, Juan Méndez, aseguró que su período culminará sin que pueda visitar la prisión militar estadounidense en la referida instalación.

 

Méndez declaró a la prensa que fue invitado a Guantánamo en el 2012, pero que las condiciones impuestas para la visita fueron inaceptables, sin que aún haya logrado que se modifiquen, por lo que abandonará su cargo en enero próximo sin poder cumplir esa misión.

 

Se asegura que en la referida base se cometen ilegalidades, arbitrariedades y violaciones de los derechos humanos y, aunque a funcionarios internacionales como Méndez se les impide descubrir qué encubren esas rejas y paredes, la verdad no ha podido ser silenciada.

 

Si bien no resultan muy difundida mediáticamente, es larga la historia de vejámenes e injusticias cometidas por los marines norteamericanos destacados en esta provincia del oriente cubano, muchas de ellas denunciadas en la prensa local de la época y en otros textos y publicaciones.

 

Rolando Quintero, en el artículo El caso Chicle, relata la historia de uno de los crímenes que más estremecieron a la opinión pública guantanamera en la década del 40 del pasado siglo.

Se trata del caso del boxeador Lorenzo Rodríguez Grenot, Kid Chicle, asesinado ante la mirada atónita de cientos de testigos, sólo por intentar conseguir trabajo en la base naval, como hacían en aquel entonces miles de cubanos y foráneos que llegaban en busca de trabajo.

 

En cuanto a prisioneros detenidos arbitrariamente o torturados, se puede recordar los casos del jamaiquino Lorenzo Salomón y del cubano Manuel Prieto.

 

El primero, empleado de un expendio en la base, se ausentó por enfermedad y, al regresar, fue acusado de robo, detenido y torturado en la prisión de Calavera Point, tristemente famosa en aquel entonces por los métodos que se utilizaban.

 

Ante las presiones del pueblo guantanamero y, sobre todo de los estudiantes, fue liberado para luego ser juzgado y condenado injustamente a seis años de prisión, como refiere René González en su obra Un Maine detenido en el tiempo.

 

Prieto, por su parte, nació en Caimanera, poblado limítrofe con el territorio ocupado, y desde 1947 hasta principios de 1961 trabajó en la base naval. Acusado de pertenecer a la seguridad del Estado cubano fue detenido, interrogado y torturado en la mencionada cárcel, según su testimonio, publicado en la prensa local.

 

Liberado seis días después, permaneció un mes hospitalizado, pues los golpes le provocaron, entre otras lesiones, fracturas de vértebras, algo que lo obligó a usar durante años una minerva, a la vez que le afectó la visión del ojo izquierdo.

 

Un obrero cubano ultimado fue Rubén López Sabariego, a quien, después de apresarlo, lo asesinaron y escondieron su cadáver en una zanja y, para evitar sospechas por su desaparición, le dijeron a su esposa que había sido devuelto a Cuba.

 

Tiempo después el agua dejó al descubierto la zanja, y el cadáver quedó expuesto como testigo de otro crimen, por el cual tampoco se juzgó a nadie, como explica el historiador José Sánchez.

 

Rodolfo Rosell, pescador de una cooperativa de Caimanera, apareció en las aguas de la misma bahía el 14 de junio de 1962. Lo mataron con saña animal, relató a la prensa Héctor Tati Borges, exdirigente sindical en la base.

 

'Luego de propinarle varias heridas con punzones le golpearon el cráneo hasta provocarle una hemorragia, que a la postre le causó la muerte'.

 

Todos esos asesinatos y otras violaciones cometidas por los marines estadounidenses en territorio cubano han sido denunciados, incluso en tribunas internacionales, en demostración de que las torturas allí no son un secreto.

 

Desde 1903, diecinueves presidentes pasaron por la Casa Blanca, pero ninguno renunció a esa posesión o intentó negociar la devolución de ese territorio a sus legítimos dueños, pese a que en reiteradas ocasiones altos mandos militares estadounidenses han declarado que Cuba no representa ningún peligro para su país y a que la instalación militar ya no cumple ninguna función estratégica.

 

Aún cuando la opinión pública exige el cierre de la cárcel y la devolución del territorio a los cubanos, la expresión del coronel cubano Manuel Sanguily se mantiene, pues 118 años después, Estados Unidos no ha devuelto ese pedazo de tierra que ocupa en Cuba contra la voluntad nacional.

 

Fuente: Cubasí

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