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ganadoSi bien, dada la situación económica del país, resulta imposible dar saltos espectaculares en la producción agropecuaria, la vida se encarga de demostrar a diario que solo con medidas organizativas, de control y exigencia, con mayor disciplina laboral y tecnológica, se pueden multiplicar los aportes y crecer.

Basta enrumbar hacia nuestros campos en cualquier dirección y rápido encontrará unidades, a veces separadas por un camino, que exhiben resultados diametralmente opuestos, no obstante contar con similares suelos, posibilidades de abasto de agua, fuentes de financiamiento e infraestructura técnico-material.

¿Qué las diferencia entonces? La esencia está en la capacidad de los equipos de dirección de crear un clima de trabajo favorable que armonice intereses, destrabe entuertos burocráticos, exija con el ejemplo y despliegue las muchas reservas productivas y de eficiencia no explotadas aún en las fincas y cooperativas.

Lo contrario resulta obvio: allí? donde prevalecen el descontrol y la falta de exigencia, apenas se aprovecha la jornada laboral, pululan los pagos sin respaldo productivo, se mal emplean los créditos bancarios y crecen en espiral las pérdidas económicas sin que medie una respuesta acertada.

Recientes intercambios a pie de surco y de vaquería, en un diálogo a camisa quitada sobre insatisfacciones, quejas y desvelos de diversa índole, dejaron entrever evidentes fisuras en el vínculo y la comunicación oportuna de algunas direcciones empresariales, juntas directivas y administraciones con los productores.

Ese nocivo divorcio genera todo tipo de malentendidos y es caldo de cultivo para la proliferación de violaciones, como la deficiente contratación, el incumplimiento de los compromisos de entrega de las cosechas, el empleo inadecuado de la tierra y el desvío ilegal de las producciones.

Cualquier análisis medianamente serio del asunto no demora en dejar claro que, mucho más que recursos (imprescindibles, por cierto), los problemas que dependen del actuar consecuente de los hombres son los que determinan hoy el avance o no de cada una de las unidades en el orden económico-productivo.

Tal es el caso de la ganadería vacuna: amén de justificadas razones objetivas, están presentes desaciertos humanos relacionados, entre otros, con la insuficiente garantía de alimentos y agua para los animales, los deslices en el manejo del rebaño, las malas prácticas reproductivas y el deterioro genético de la masa.

Una voluntad de cambio se abre paso en dicho sector, a través de la recuperación de vaquerías, el montaje de fábricas de pienso criollo, la instalación de centros de enfriamiento de leche y la apertura de complejos integrales de prestación de servicios, por solo citar algunos de los proyectos de mayor alcance.

Sin embargo, tamaña inversión dejaría dividendos irrisorios si no se hace acompañar, como es el propósito, de medidas dirigidas a fortalecer la cultura vaquera, sinónimo de entrega al trabajo, vergüenza, honradez, iniciativa, ansias de mejorar, capacidad para sobreponerse a las dificultades y seriedad en la palabra empeñada.

La articulación efectiva de ese programa en la base productiva debe repercutir en la disminución del pesado lastre de las muertes vacunas y los bajos rendimientos lecheros, tras los cuales no pocas veces se pretenden esconder las secuelas del descontrol, la chapucería, las decisiones a destiempo y la falta de previsión.

Ello permitiría consolidar igualmente la cadena de desarrollo de la ganadería, para lo cual resulta indispensable perfeccionar la actividad reproductiva, sobre la base de una mejor atención de las vacas y novillas, el uso extensivo de la inseminación artificial y la elevación de los niveles de natalidad.

Como expresara un renombrado campesino camagüeyano no dado a discursos altisonantes, los problemas se resuelven, no con lamentaciones, sino trabajando duro, haciendo bien las cosas, compartiendo las mejores experiencias y aprovechando los recursos en el momento óptimo.

Dicho de otro modo, urge ajustarse las afiladas espuelas vaqueras para que la eficiencia deje de ser un término más, llevado y traído en informes y reuniones, y se haga parte consustancial de las ocupaciones cotidianas de quienes en fincas, granjas y cooperativas tienen la responsabilidad social de producir alimentos.

Fuente: Granma