aduanaAunque podría decirse que es una frase hecha, creo que la expresión es válida para este caso: las nuevas regulaciones de la Aduana General de la República, contenidas en sus resoluciones 206, 207 y 208, y la 300 del Ministerio de Finanzas y Precios, representan un gran reto para ese organismo.

A pesar de las disímiles opiniones que estas normativas han generado en la población, es la Aduana la que tendrá a su cargo el demostrar la validez o no de los temores de muchas personas; porque sin duda la aplicación —a partir de este primero de septiembre— de disposiciones más estrictas sobre la entrada de productos al país sin fines comerciales, exige mayor profesionalismo en todos los sentidos.

Una cosa es hacer cumplir lo establecido con cortesía y otra muy diferente la prepotencia, el abuso o el maltrato que en ocasiones refieren los viajeros.

A la vez, implica mayor control, pues limitar aún más los artículos de diversa índole que se importan les otorga un poder muy especial; uno que con solo mirar hacia un lado puede definir quién entra o no más de lo que está estipulado, por no hablar de los sobornos que, sin ruborizarnos, debemos aceptar que existen y han de combatirse con fuerza en aras de la credibilidad de las medidas.

La Aduana tendrá que encontrar el cómo para que el cumplimiento de lo establecido no entorpezca el tránsito por terminales aéreas, y evitar al máximo incomodar a los pasajeros con revisiones o requisas que a todas luces no evidencien que hay una contravención de lo legislado.

Si algo está claro es que esta no puede ser una guerra sin cuartel contra la cantidad de máquinas de afeitar o la ropa interior que trae cada quien, sino un enfrentamiento a quienes utilizan esta vía con ánimos de lucro, en tanto no se aprueben medidas financieras que puedan regular las importaciones con carácter comercial. Un camino al que apunta la mayor parte de las disposiciones relacionadas con la actualización del modelo económico cubano y hacia el cual, en mi opinión, también en este caso debemos ir.

Para otros queda entonces el superar obstáculos como la cantidad de bultos postales de menor tamaño que habrá que procesar, la observación de no incumplir con las normativas del Convenio Postal Universal, del cual somos signatarios y, sobre todo, dar pasos definitivos hacia la solución de un problema medular: las insuficiencias del mercado interno.

El negocio de la importación de artículos con fines comerciales ha prosperado, entre otros factores porque, como se ha dicho más de una vez, las mercancías que ofertan las tiendas recaudadoras de divisas no siempre satisfacen los gustos y la demanda de la población. Al mismo tiempo, determinados renglones que se expenden en estas unidades se ven afectados por momentos debido a recortes productivos en la industria o las importaciones, motivados por la falta de liquidez, y la escasez o llegada tardía de las materias primas, etc.

Además, aunque se conoce que la finalidad de estas tiendas —como su nombre lo indica— es la recaudación de divisas y el exceso de circulante, no se puede desconocer que los precios de los productos son elevados. Por otro lado, no existe aún un mercado mayorista que supla las necesidades de los sectores emergentes de la economía.

Todos estos son elementos que forman parte del caldo de cultivo en el cual ha encontrado espacio la comercialización ilícita de numerosos artículos sin que medien autorizaciones o tributos.

No serán las prohibiciones las que pongan fin al problema, sino el avance de manera integral del proceso de actualización del modelo económico, que ha de permitir la combinación que cerque las ilegalidades y a la vez ofrezca multiplicidad de opciones al alcance de todos, con calidad y dentro de lo legal.

En medio de ese contexto, la Aduana tendrá que hacer valer la honestidad y el profesionalismo de sus miembros, conscientes de que su actuar es clave en la comprensión y exitosa puesta en práctica de las nuevas regulaciones, que ya tocan a las puertas.

Fuente: Granma

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