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Paula Rodríguez Brooks tiene 52 años y es trabajadora de la Atelier Proyecto y Ternura, situada en el centro mismo de la urbe cabecera más oriental de Cuba. Mientras coloca la ropa de canastilla en el mostrador de la entidad, la abordo. Se sienta a mi lado. El desconsuelo es evidente en su mirada.

 

¿Cuál puede ser el mejor homenaje que le puede rendir el pueblo guantanamero a nuestro Comandante?, le pregunto.

 

“Es un dolor muy grande el que siento hoy mi niña”, es lo primero que susurra.

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“Fidel Castro es el padre de la Revolución cubana”, afirma sin vacilar -las dos, estamos emocionadas- y continua: “Todo se lo debemos a ese gran hombre. Tengo dos hijas, una es maestra primaria y la otra económica, y gracias a los programas de la Revolución y al sistema educacional cubano, ellas son hoy profesionales. Que Dios lo lleve a su verdadero descanso”, me dice la señora. Hay lágrimas en su rostro.

 

Me acerco a otras de las trabajadoras de la Atelier Proyecto y Ternura. Margiolis Reyes Lescaille, es más joven que mi anterior entrevistada, apenas tiene 43 años.

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“Nací con Fidel… y creo que a todo el pueblo cubano le estremece la noticia”, responde cuando todavía preparo mi grabador. “Ahora hay que continuar su legado y seguir promoviendo en la juventud sus ideales, porque ellos son los continuadores de la Revolución”. Y luego me comenta: “La palabra y la obra de Fidel es tan grande que uno no sabe cómo agradecerle todo en este momento.”

Nelsa Pérez sirve varios cafés mientras me ofrece la primera taza del día. Ella es una de las dependientes del Café exprés La Dominica, ubicado en el corazón del boulevard guantanamero. “Hombres como Fidel Castro Ruz no deben nunca morir”, es lo único que las lágrimas le permitieron decir.