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expedicionarios sierra maestra

Tras el primer encuentro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio en la Sierra Maestra —los días 16 y 17 de febrero de 1957—, Frank País García regresó a Santiago de Cuba y Celia Sánchez Manduley ocupó su puesto de avanzada en Manzanillo. Ambos, tenían el compromiso de hacer llegar a la Sierra Maestra el refuerzo solicitado por el Comandante en Jefe.

CELIA OPTÓ POR UN MARABUZAL

Frank desplegó un intenso trabajo en la selección de los mejores combatientes y, aunque contaba con un buen número de hombres que habían tenido su bautismo de fuego en el levantamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, se dirigió a todos los municipios de la provincia oriental para escoger los mejores hombres que se incorporarían al Ejército Rebelde.

Mientras tanto, Celia creaba todas las condiciones para recibir, hospedar y trasladar al refuerzo que pronto subiría para la Sierra Maestra. Para ello contaba con un grupo importante de colaboradores entre los que se destacaba Felipe Guerra Matos, Guerrita, quien en un testimonio relató:

«Frank nos orientó que cuando los compañeros llegaran a Manzanillo los concentráramos en la arrocera del señor Huber Matos y de allí los ingresaríamos paulatinamente a la Sierra. Pero dos o tres días antes de que comenzaran a llegar los compañeros, Huber Matos fue a verme y me planteó la imposibilidad de recibir a los hombres que venían de Santiago enviados por Frank País, toda vez que se le había enfermado su hijo y tenía que salir inmediatamente para La Habana.

«Explícaselo a Celia, pues no tengo tiempo ni para hablar con ella, me dijo con la mayor naturalidad del mundo».1

Es así como, a última hora, hubo que buscar nuevas variantes para albergar a los compañeros que integrarían el refuerzo.

Aunque desde el principio se había pensado en seleccionar casas y distribuir a los combatientes, la idea se desechó porque no eran suficientes las viviendas favorables para ello.

En tales circunstancias, Celia decidió optar por un marabuzal situado en la finca La Rosalía, administrada por René Llópiz, hombre de toda su confianza, cuya ayuda fue determinante en el éxito de la acción.

Ese marabuzal, a pesar de estar ubicado a diez kilómetros de Manzanillo y a menos de 500 metros de la cárcel de esa ciudad, ofrecía bastante seguridad. Allí, las plantas de marabú tenían más de tres metros de altura y bajo su follaje, existían condiciones para atender a los futuros guerrilleros. Precisamente, en ese marabuzal estuvieron escondidos tres expedicionarios del Granma, luego de la dispersión de Alegría de Pío, el 5 de diciembre de 1956.

LOS HOMBRES DEL MARABUZAL

El 26 de febrero, Jorge Sotús —designado por Frank como jefe del grupo del refuerzo—, y Alberto Vázquez García, Vazquecito, fueron los primeros combatientes en llegar a Manzanillo, para contribuir en la organización y en el recibimiento del resto de sus compañeros.

Poco a poco, en pequeños grupos de dos o tres combatientes, fueron arribando más compañeros y concentrándose en el marabuzal, hasta alcanzar la cifra de 52. Vilma Espín, Haydée Santamaría, Asela de los Santos, Marta Correa y otras compañeras miembros del Movimiento 26 de Julio, les acompañaban en autos para despistar al enemigo.

El grupo de refuerzo estaba dividido en cinco escuadras de diez hombres. Esas escuadras eran dirigidas por: Guillermo Domínguez López, muerto en el combate de Pino del Agua ocurrido en mayo del 1957; René Ramos Latour, el inolvidable Comandante Daniel, caído heroicamente en combate en julio de 1958; Pedro Soto Alba, expedicionario del Granma, muerto en el combate de Moa en junio de 1958 y ascendido póstumamente a Comandante; Enrique Ermus González y Félix Pena Díaz, un dirigente estudiantil que también alcanzó los grados de Comandante en la Sierra.

Entre los «marabuceros» —nombre que identifica a los integrantes de este refuerzo—, estaban combatientes fogueados de la talla de Taras Domitro, Raúl Castro Mercader, Eloy Rodríguez Téllez, Emiliano Díaz Fontaine, Luis Alfonso Zayas, Orlando Pupo Peña, Abelardo Colomé Ibarra, Reynerio Jiménez Lage, Raúl Perozo Fuentes, José Lupiañez Reinlen, Miguel Ángel Manals y otros más. Asimismo, se incorporaron al destacamento tres jóvenes norteamericanos —Víctor Buehlman, Michael Garvey y Charles Ryan—, quienes habían estado en contacto con la dirección del Movimiento 26 de Julio. Los dos primeros regresaron a su país en mayo con el periodista Bob Taber, quien en esa ocasión entrevistó a Fidel. Charles Ryan participó en el combate del Uvero el 28 de mayo y posteriormente regresó a Estados Unidos.

La atención de Celia, Guerra Matos y de la familia Llópiz fue extraordinaria. Además de la alimentación y de entregarles ropas, botas y armamento, Celia, personalmente, vacunó a cada uno de los combatientes, para inmunizarlos contra el tétanos y el tifus.

Luis Argelio González Pantoja, al dar testimonio sobre sus vivencias en el marabuzal, expresó: «Recuerdo a Celia preparando los botiquines, preocupándose por la distribución de los alimentos, en el reparto de los uniformes. Era una especie de hada madrina que estaba atenta a todos los detalles […] Sin la presencia de Celia Sánchez y de Guerra Matos hubiera sido bastante difícil que un grupo tan heterogéneo de obreros, campesinos y estudiantes, llegara íntegramente como lo hizo a la Sierra Maestra».2

El día 9 de marzo, Frank, que preparaba otro refuerzo de hombres y armas, fue detenido en Santiago de Cuba, por lo que el compañero Taras Domitro, tuvo que regresar a Santiago donde continuaría el trabajo iniciado para enviar un nuevo refuerzo.

YO SABÍA QUE FRANK CUMPLIRÍA

A pesar de que el 5 de marzo de 1957 fue la fecha acordada con Frank para que el comandante Ernesto Che Guevara esperara al primer refuerzo en la finca de Epifanio Díaz; por diferentes razones, no fue hasta el 15 de marzo que el grupo del marabuzal pudo salir rumbo a la Sierra.

Ese día, acudieron a despedirlos Haydée Santamaría y Armando Hart. Or­ganizados en las cinco escuadras, partieron 49 combatientes, pues Taras Domitro estaba en Santiago de Cuba ocupándose de las tareas de Frank y dos se habían enfermado.

Felipe Guerra Matos —encargado del traslado hacia la Sierra— recuerda que salieron a las diez de la noche en dos vehículos hasta un lugar donde esperaba Huber Matos con dos camiones de su propiedad. La noche estaba lluviosa, los camiones se atascaron en el fango y los hombres del refuerzo continuaron a pie.

Guerrita no olvida que cuando regresaba con Huber Matos en busca de ayuda, este le planteó: «que él no seguía […] “¡Esto está muy difícil y nos van a descubrir y matar!” […] Me sentí desamparado en medio de aquella arrocera, entre el fangal y con un tipo arratonado al lado mío».3

Con las primeras luces de la mañana del 16 de marzo, los hombres del refuerzo se reúnen con Ernesto Che Guevara en el lugar indicado. Cuando el Che les informa que el Comandante en Jefe le había dado la orden de hacerse cargo del grupo y llevarlo a su encuentro, Sotús —quien tiempo después traicionó a la Revolución—, airadamente le contestó que él era el jefe y entregaría personalmente el grupo a Fidel. Ante tal respuesta, con el ánimo de evitar fricciones, el Che aceptó, aunque después se ganó una dura crítica de Fidel por no hacer prevalecer su autoridad.

Al amanecer del 25 de marzo, en un lugar conocido por Derecha de la Caridad, se produjo el encuentro de Fidel con los combatientes del refuerzo. Al verlos, el Comandante en Jefe exclamó: «Yo sabía que Frank cumpliría. ¡Ahora sí somos un ejército, hemos triunfado!». Luego, Fidel fue saludando a todos y revisando cada una de las armas. La alegría era inmensa. El Ejército Rebelde alcanzaba la cifra de 75 combatientes.

1 José Antonio Fulgueiras: El marabuzal, Editora Política, 2009, p. 26
2 Ibídem, p. 38.
3  Ibídem, p. 45.

Fuente: Periódico Granma