fernando2 3024288Cuando salió, ya estaba tendida la emboscada. Eran niños, pero muchos y vehementes, que hacían una cadena humana que envolvió sin remedio la mediana estatura de aquel hombre que –sin miramientos a poses oficiales, en pleno bulevar de Guantánamo- se entregó al abrazo de la muchedumbre y les prestó oídos, les hizo sentir su voz y, con sus manos, sosteniendo ora un bolígrafo, antes un lápiz desgastado, escribía su nombre en las libretas de rayas escolares: Fernando González.

Antes, todo había transcurrido en mayor tranquilidad en el primer día de un periplo por la provincia que durará varios días, con visitas a sitios de interés histórico, económico y social de la provincia más al Este de Cuba que inició en el Parque Fotovoltaico Santa Teresa Los Güiros, al sur de la ciudad, con sus 10 mil 400 paneles fotovoltaicos y la valía de haber entregado al Sistema Energético Nacional más de mil 800 megaWatts hora desde el 4 de octubre del pasado año.

Allí, el antiterrorista se interesó por el tiempo de recuperación de la inversión, el origen de los componentes que integran la explanada en la que se ejecuta una ampliación que significará 2 megawatts más de potencia máxima instalada, que se sumará a los 2,5 que tiene actualmente, y aprovechó para agradecer a la treintena de trabajadores de la Unidad Empresarial de Base Hidroenergía Guantánamo, y a todo el pueblo de la más oriental, por su apoyo a la causa de los Cinco:

“Gracias por el lazo amarillo que llevan ahora como apoyo a los Cinco, pero gracias también por los años de lucha. Han sido 15 años de una lucha de la cual ustedes han sido protagonistas. Por eso, en mi nombre, el de mi familia y mis hermanos, quiero aprovechar este momento para agradecer su lucha, su participación en el combate, en las marchas, en las tribunas abiertas, en cada manifestación que se ha convocado como parte de esa campaña.

“Estoy lleno de gratitud y de un sentimiento de deuda, por lo que han hecho y por lo que les queda, en el esfuerzo porque Ramón y Tony puedan reducir sus años de cárcel y Gerardono tenga que perecer en una prisión, por el tipo de condena que tiene. Contamos con ustedes para esa batalla. Yo creo, como dijo Fidel, que los Cinco volverán, pero no volverán por generación espontánea, sino por lo que han hecho hasta ahora y seguirán haciendo en el futuro. Por eso les doy las gracias, por esto y por su trabajo, porque me voy con la seguridad de que son parte de la seguridad energética que necesita este país”.

Después de una foto de caras sonrientes donde posó con un pulóver con el logo de la empresa que se acomodó sobre la camisa a pesar del calor, partimos hacia la casa museo Mayor General Pedro Agustín Pérez, donde le fue expuesta la historia del mambí más ilustre de estas tierras.

Luego, la próxima parada fue en el Museo Provincial en la sala del vuelo conjunto donde se conserva el módulo de descenso de la nave Soyuz 38 en el que el guantanameroArnaldo Tamayo Méndez y el soviético Yuri Romanenko tocaron tierra el 26 de septiembre de 1980, luego de ocho días en una misión científica en el espacio.

También, la comitiva integrada por dirigentes del Partido y el Gobierno, y cortejada casi siempre por el pueblo, llegó hasta la Casa del Chocolate La Primada, el Hotel Martí, la pizzería La Veneciana y el bar karaoke Corazonero.

Entre sitio y sitio, Fernando hizo tiempo para el abrazo, para las muchas personas de todas las edades que se apuraban en tocarlo, como si necesitaran confirmación de que aquel hombre de las fotografías, ese que pasó 15 años en prisión por defender sus principios, por no negarse la osadía de ser un luchador contra el terrorismo…, era de carne y huesos.

No sé qué pase el resto de los días, pero hoy, la camisa de Fernando dormirá mojada, con el sentimiento de la gente que lo quiere y que, al verlo ahora caminando las calles de Guantánamo, se adelantan a pedirle un abrazo, que se convierte en besos, y en tela estrujada, y lágrimas.

“Yo tengo una pierna mala pero cuando me dijeron que Fernando estaba aquí vine porque no podía dejar que se fuera sin abrazarlo, imagínese, con lo que hemos luchado. Yo estoy muy emocionada, muy contenta”, me dijo Nancy Colón, una madre de 72 años que, a la salida del Museo, lo abrazó como si recibiera a un hijo largamente esperado.

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