El noveno Festival Nacional del Changüí Elio Revé Matos concluye tras cinco jornadas inolvidables, cargadas de jolgorio, música, debate y competición.

La cita fue, ante todo, un encuentro familiar para viejos y nuevos apasionados por la tradición, en el que cada quien, desde su perspectiva, defendió por qué debe declararse al changüí, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación cubana.

Bien lo dijo José Cuenca, coordinador del evento, al inicio del Coloquio Rafael Inciarte: simientes, paralelos y proyecciones del changüí: “Esta es la mejor etapa para el ancestral género, pues en medio de la homogenización de la producción cultural, los changüiseros aportan el toque de singularidad”.

Precisamente la genialidad y solidez de las piezas changüiseras fueron resaltadas por el estadounidense Benjamín Lapidus, en conferencia sobre la influencia de la sonoridad montuna en el jazz, quien significó la posibilidad de ser interpretadas por cualquier instrumento.

De hecho, según el mismo investigador, pudo ser Chito Latamblé el primer exponente de esa experimentación, al introducir cromatismos y armonías fuera de la tonalidad del changüí.

Claro que la innovación, siempre que se realice, debe respetar la esencia del ritmo, eso también quedó claro. Ejemplos actuales de ese coqueteo entre lo autóctono, lo clásico, lo alternativo y lo contemporáneo llegaron a manos de los noveles pianistas Ernesto Oliva y Alejandro Falcón, la agrupación La Cruzada, Aire de Concierto, Zona Franca, el Septeto Santiaguero… que no dudaron en apropiarse de las tonalidades del Alto Oriente para complacer a los espectadores.

A la esperada fiesta se sumaron también las más de 20 peñas de la provincia, con exposiciones, ciclos de materiales audiovisuales y otras acciones comunitarias, que dotan de vitalidad al género que ha devenido fenómeno generacional aglutinador de mucha gente.

Cada instante estuvo cargado de propuestas: la ruta desde El Salvador hasta Yateras, los conciertos del popular músico Elito Revé y su Charangón, Oderquis Revé, Juan Guillermo (JG), la competencia de treseros, marimbuleros, bongoseros y bailadores, el encuentro de familias, el Concierto por la paz en el poblado de Caimanera y cómo olvidar el Changüí más largo del mundo.

Los homenajes tampoco faltaron, sobre todo, a esos que más contribuyeron a la cultura guantanamera: Luis de Jesús Morlote Ruiz, Eduardo Goulet Lestapier (Pipi), Celso El Guajiro y su changüí y Arturo (Chito) Latamblé.

Sin embargo, hay que señalar que más allá de las inclemencias del tiempo, el evento tuvo desaciertos en la organización; ejemplos claros fueron los cambios bruscos en el programa que desorientaron a los interesados; la pésima calidad del audio en varias presentaciones y la insuficiente convocatoria del público.

Asimismo, se debe ganar en promoción antes, durante y después del festival en los medios nacionales e internacionales, para lograr mayor participación de foráneos y locales.

Esos detalles no desmeritan al festival, que a decir de los asistentes estuvo atractivo y diverso, pero deben tomarse en cuenta como referencia para la décima edición, para cuando esperemos ya ostente el changüí la merecida distinción de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación cubana.