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destvhpgalloVictor Hugo Pérez Gallo es escritor. Puede ignorarse el visible hecho de que viste uno de los nombres más ilustres de la creación universal: Victor Hugo. Cree en la salvación que el arte nos ofrece y especialmente en ese encantamiento que la literatura concede a todos por igual.

Incasable promotor de las jóvenes generaciones de escritores cubanos allende a nuestra Isla, este amigo ha cultivado en paralelo una obra sin fisuras, que cree en la idea de lo perfecto, del rigor en el oficio y del sudor frente a la hoja en blanco. Desde esa hoja en blanco, Victor Hugo condena y salva a sus personajes, y nos entrega el saldo pesado de la historia en toda su desnudez caótica y conmovedora.

¿Cómo calificarías a tu propia escritura?

La escritura es una especie de embriaguez salvadora. Desde que era niño y corría entre las ruinas de una trocha que las tropas españolas habían construido por el noreste de la comarca de Camagüey, siempre imaginé que había una realidad más rica que la que me rodeaba. Pensaba en esas humildes piedras, quemadas una y otra vez durante nuestras guerras independentistas por los guerrilleros cubanos, con la grandeza que en Europa piensan en los castillos medievales.

“Luego he tenido a la oportunidad de visitar el castillo de Loarre en Aragón, la hermosa Colegiata de Santa María de los Corporales en Daroca donde ocurrió el milagro de los sagrados caporales, la Catedral de Tarasa, la Catedra gótica de Huesca y nunca me he sentido tan emocionado como ante aquellos ladrillos devastados por el fuego donde correteaba en mi niñez.

“En el poblado de San Miguel del Bagá, en el norte de la jurisdicción de Puerto Príncipe, surgieron mis primeras letras. Es un poblado construido en un valle, cercano al mar y donde es leyenda que el pirata Morgan enterró sus tesoros en las marismas, por el Bagá, y es también el lugar donde cayó atravesado por una postrera bala el brigadier Panchín Varona en la guerra del 95.

“Allí fue mi primera reconstrucción de la realidad, de la realidad de todos, mientras vivía entre tesoros filibusteros, madres de agua y practicantes de santería. Siempre he pensado que ojos vistos por la mañana no son los mismo que por la noche, que «un te quiero» o «un te odio», frases anónimas, no son iguales dichas a determinadas horas, aunque semánticamente signifiquen lo mismo.

“¿Has escuchado la música de Ara Malikian?, ¿sus versiones de la Primavera de Vivaldi? Pues mi escritura es parecida a esa música, una especie de variación de normas constituidas, un escándalo de las normas establecidas, un asedio a la historiografía legitimada desde el poder, un asalto constante a los cánones literarios vigentes, una explosión a los criterios intelectuales, una invasión sangrienta a los teóricos cultos, el degollamiento total de la heterodoxia literaria y sociológica. Esa es mi escritura, y quiero que siempre permanezca así: revolucionaria, afilada, asesina.

¿Qué caminos te gustaría recorrer con ella?

El camino que quiero recorrer pasa por el sincretismo entre lo natural cubano y el pensamiento occidental. Lo natural cubano, aunque los antropólogos digan que hay mucho de negro y algo de chino, está contaminado en su mayor parte por el pensamiento y la cultura occidentales. Cuba hoy en día es un país de tradiciones occidentales aunque la cultura negra y eslava tengan mucho peso, por las razones que todos conocemos: lo que intento ver en esos elementos de la vida cotidiana es puro onirismo.

“Por ello podría conceptualizar mi literatura como una poética onírica maravillosa, una escritura que habla de aquella área donde confundimos los sueños con la realidad, donde esos sueños son más reales que la objetividad en la que los aristotélicos nos han obligado a creer. Es lo cotidiano mirado como lo fantástico por hombres ajenos a nuestra realidad… aunque la realidad cubana y aun latinoamericana, está hecha del material de los sueños, por tanto es fabulosa pero tan habitual para los cubanos que no nos damos cuenta de que constantemente estamos tropezando con lo maravilloso.

“La primera vez que en Europa me dijeron: «Ay, Hugo, eres exótico», pensé en esa definición. Según mi amiga española, yo era mulato, pero de ojos verdes, cubano, ¡peor!, un cubano que hablaba con soltura del arte románico, de la literatura rusa del siglo XIX y de las causas de la derrota de los árabes en Poitiers, y encima, ¡horror de horrores!, me atrevía a criticar a pensadores europeos como Bourdieu o Foucault. Con razón entonces debía ser exótico.

“Que te digan exótico en pleno siglo XXI, donde todo lo cultural debe ser conocido, me remite a Joseph-Marie Loaisel de Tréogate que se hizo eco del concepto de buen salvaje de Rousseau, ¡por Dios que es un concepto del siglo XVI! Y el hecho de que en Europa muchas personas sigan pensando así, implica que los imaginarios de la época medieval aún están presentes en las representaciones colectivas de los que es el americano en general y el cubano en particular”.

¿Escribes solo ciencia ficción? ¿Por qué eliges este género? ¿Qué posibilidades narrativas te ofrece y cuáles son sus limitantes u horizontes?

Escribo literatura, una literatura incómoda, quiero levantar temores atávicos en el lector, que no comprenda por qué sufre con mis palabras: los críticos son los que me etiquetan como escritor de ciencia ficción. ¿Patria, de Robert Harris es una novela histórica? ¿1984 es ciencia ficción? La literatura en general no tiene limitantes. Cuando escribimos somos pequeños dioses que creamos un mundo propio, más bello o acaso más cruel que este que nos rodea y que a falta de otros términos hemos terminado por llamar “objetivo” o” real”.

“Los antiguos filósofos no tenían claridad ni diferenciaban la frontera entre lo «real» y lo «fantástico» y te aclaro que uso estos términos porque son los que la epistemología occidental nos ha impuesto, y la explicación de estos llevaría un largo ensayo. Trato de tocar el espíritu de mis lectores como ellos han tocado el mío. Intento vivir mi literatura.

“Intento pasar mis vivencias al papel. Ante él experimento con mis frustraciones y con las de otros. El escritor es al final un escriba de infortunios, siempre he creído que la literatura es otra forma de vivir intensamente las vidas que no nos han tocado. Mediante la escritura somos traidores, reyes, asesinos, héroes épicos, violadores, pictos.

“No creo en el determinismo histórico, literario o sociológico. Por eso mi literatura es una rebelión ante los determinismos de cualquier tipo. Creo en la mecánica cuántica y en la teoría del caos, esa es la verdad.

“La imaginación y la literatura no tienen límites. Siempre he creído que la realidad supera a la fantasía. Hace unos años fui a Maisí, que posiblemente sea el municipio de Cuba más agreste y selvático, allí estuve en un pequeño poblado que se llama Cantillo y una noche, entre tragos de walfara conocí a un señor que se dedicaba a recoger café en el tiempo que no estaba embriagado: vestía con unos pantalones viejos, verde olivo, que alguna vez habían sido del ejército, la boca huérfana de dientes, con una barba de una semana. Venía callado, las manos sarmentosas sobre el pomo de plástico percudido donde teníamos el alcohol que alguien había colado en un serpentín casero.

“Resulta que le dicen que soy escritor y él me dice que le encanta la literatura rusa del siglo XIX. Lo miro escéptico, y acto seguido, se ríe y comienza a recitarme Eugenio Oneguin, de Pushkin, ¡en ruso!, y luego comenzamos a hablar de Lermotov y de Gógol, y me dice que Le Ermitage le encanta pero que en Omsk hay un pequeño museo de pintura que lo supera.

“Bueno, al otro día yo no sabía si lo de la noche anterior había sido una ilusión, me levanté con un dolor de cabeza tremendo y con aliento de dragón, pregunté por el individuo que ya se había ido recoger café. Efectivamente existía y todos decían que estaba loco, que había estudiado una de las tantas especialidades técnicas de ferrocarril que los cubanos cursaban en la antigua Unión Soviética y había regresado loco.

“Entonces me dije para mis adentros, bendita locura, allí también está la literatura y la ciencia ficción. Este hombre soñaba con un tren superlumínico que conectara La Habana a Santiago de Cuba en unas pocas horas. La ciencia ficción está hecha de deseos de los hombres, de sueños no necesariamente tecnológicos. Y no creo por otra parte que sea un género menor, creo más bien que existe la literatura bien o mal escrita, las categorías hay que dejarlas a los críticos”.

¿Cuáles son los autores que más han impactado en tu estilo de escribir?

Esta pregunta es compleja, y además podría hacerte un ensayo de por qué y cómo cada uno de ellos ha influido en mi literatura, pero entonces no sería una entrevista, sino una monografía, trataré de ser lo más breve posible. Nacionales: Reinaldo Arenas, Guillermo Vidal, Alberto Garrido, Jesús Díaz, Eliseo Diego, Guillermo Rosales, Daína Chaviano, Reynaldo García Blanco y Teresa Melo. Internacionales: Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Mijaíl Bulgákov, Gógol, Pierre Bourdieu, Michel Foucault, Albert Camus, Tzvetan Todorov, Neil Gaiman, los hermanos Strugatsky, Robert Harris, Javier Negrete, Harry Turtledove, Brian Aldiss, Simon Scarrow, Robert Heilein y Robert Silverberg.

¿Qué le pides a una buena obra?

Soy un lector hedonista, lo que leo tiene que darme placer. Una buena obra debe emocionarme desde el inicio. Le pido que me inquiete, que me importune, que mueva los mecanismos cerebrales que tenía oxidados y que yo mismo ignoraba que estaban petrificados. A una buena obra le pido que me secuestre del dogma en que hemos sido educados todos, que me aparte de la lógica aristotélica del cielo azul y el amor como sentimiento bello. Quiero que me enseñe una geometría que no sea cartesiana, en fin, que me separe de la fangosa cotidianidad donde vegetamos, procreamos y morimos.

¿Cómo transcurren tus rutinas de trabajo escritural?

Todos los días me levanto a las cinco de la mañana, escribo dos o tres horas y luego, dependiendo si estoy trabajando en otro lugar o no, prosigo con la escritura algunas horas más. Después voy y corro unos diez kilómetros o voy al gimnasio, o al dojo de aikido. Por la noche leo. Más que leer, releo lo que considero clásico, ¿y sabes qué?, siempre hallo recapitulaciones nuevas.

En tu trayectoria has participado en varios concursos y has resultado muchas veces ganador, ¿la calidad de un texto es determinada por el premio que gana?

He tenido suerte en los concursos, y digo suerte porque no creo que la calidad del texto determine el premio, más bien los juicios estéticos del jurado, las componendas entre ellos, las amistades, que son elementos que deben ser ajenos totalmente a la calidad literaria de una novela, cuento o ensayo, esa es la verdad. Siempre escribo para el lector, y a veces ni siquiera para él. Lo hago para mí, es una forma de limpiar el cuerpo de la corrupción donde vivo perennemente, una limpieza que consiste en leer y escribir.

“No obstante existe un mecanismo diabólico mediante el cual se la da mayor promoción a los autores que han ganado concursos y como estoy metido en ese maldito engranaje, no me queda más remedio que seguir enviando propuestas. Además, lo hago para vivir con cierta dignidad, porque como bien sabes no solo de pan vive el escritor sino de buena carne de cordero asada. Yo soy un lobo de los Pirineos, que caza ahora los concursos literarios como a tiernos corderos: con crueldad infinita.

“Una última consideración: ni Borges ni Bulgákov ni Cortázar fueron Premios Nobel de Literatura, ¿eso no te manda un claro mensaje? ¿Para qué preocuparse por los premios entonces?”.

¿Cuáles crees que sean los desafíos que la literatura cubana fantástica tendrá que enfrentar en el futuro cercano?

Son muchos los desafíos. Lo que escribo dentro de la literatura de ciencia ficción está mal conceptualizada como soft, no entiendo la razón de esto, pero es así. En Cuba existe ahora un movimiento muy fuerte de escritores que se dedican al género, con más o menos suerte, pero lo interesante es que el interés por este tipo de literatura está creciendo.

“Hay colecciones como Ámbar que le dedican un espacio a este género, el premio Hydra de novela que alguna vez gané, el premio David. Creo que el desafío fundamental está en abrirse paso entre el conglomerado de literaturas escritas en el país y posicionarse de una vez, barrer con tantos prejuicios que hay y que la caracterizan como una literatura menor. O sea, cambiarles el duro cerebro a los críticos, lo que es casi imposible”.

¿Qué estrategias de promoción pueden ser las más adecuadas, según tu experiencia, para que la literatura cubana se dé a conocer en el mundo?

Se debe usar cada vez más las redes sociales. Cuba es un país cuyo pensamiento está anclado en el siglo XX, en una etapa industrial. Desgraciadamente la mayoría de los cubanos no estamos preparados para vivir en la sociedad del conocimiento, pensamos que internet es un fin, cuando realmente es una herramienta para llegar a ese fin. Ese paradigma de pensamiento incide en que las estrategias de promoción de la literatura en Cuba se basen en arquetipos viejos.

“Existen algunos casos, como Isliada, que son dignos de seguir, pero la promoción dentro del país es pésima, excepto la que se dedica institucionalmente a algunos libros de escritores consagrados, que muchas veces, debo decirlo, carecen de interés para el público más amplio. En la Mayor de las Antillas no existe crítica literaria, existen algunos escritores y filólogos que escriben sobre libros, pero no constan de un corpus metodológico, de una escuela consolidada de crítica. Eso también influye negativamente en el conocimiento de la literatura cubana. Una crítica, aunque sea negativa, ya es buena promoción”.

Has impartido Talleres de Escritura Creativa en España, Venezuela, Colombia y Cuba, ¿qué experiencias o impactos positivos ha tenido este quehacer en tu propio trabajo?

Enseñar honra, esa es la verdad. A mí me encanta enseñar lo poco que sé, soy profesor universitario y considero que no existe el maestro puro, constantemente estamos aprendiendo de todos. Por eso la mayor satisfacción que he adquirido es el aprendizaje propio de los integrantes de mis escuelas de escritura creativa. Los escritores siempre somos talleristas, cuando pensamos que tenemos la verdad en la mano, en ese momento nuestra literatura está muerta, por eso es tan necesario intercambiar con todos, te lo digo con toda claridad: en las escuelas donde he impartido clases, yo he sido el primer estudiante.

Dentro de Cuba, tal vez tu libro más conocido es la novela ucrónica Los Endemoniados de Yaguaramas, publicada por la editorial Abril en 2014. Casi cuatro años después de su publicación, ¿cambiarías algo de esta novela?

Cambiaría muchas cosas. De hecho la he reescrito para una edición que saldrá en España. Más que de contenido, le haría cambios de forma, de redacción, uso y abuso del dialogo indirecto libre, pero eso ya no podré quitármelo de encima. Es una novela que adoro porque es una ucronía, un guiño a muchos grandes escritores como Turtledove, Robert Harris, Robert Silverberg, me encanta la especulación de plantearme el que hubiera ocurrido si…

“La novela juega con la idea de cómo hubiera cambiado la historia de Cuba si Ignacio Agramonte no hubiera muerto el 11 de mayo de 1871 en una tonta escaramuza frente a las tropas españolas, y lo cuenta un estudiante de antropología desde el 2011: imagínate una Cuba poderosa, que exporta conocimiento e invade con sus ejércitos los empobrecidos Estados Confederados del Norte.

“Bueno, muchos me han dicho que más que una ucronía es la utopía de cierto pensamiento nacionalista que está soterrado en los sentimientos de mis compatriotas. De todas formas creo que la idea fundamental de mi literatura histórica parte de que durante el período de la Guerra de los Diez años fue donde se fortaleció el sentimiento de cubanía frente a lo europeo. Fue allí donde se construyó una identidad que nos hacía semejantes y a la vez diferentes de nuestros hermanos españoles”.

¿Qué opinas de la actual literatura joven cubana?

La literatura cubana es una sola. Tanto la que se escribe en el país como en el extranjero está construida desde una tradición común. Falta una sistematización, un estudio despolitizado y serio de la literatura. Te hablaré de la literatura cubana que conozco, la escrita aquí. ¿Cómo es? Falta de seriedad. Llena de improvisación. Existe cierto diletantismo que está institucionalizado, donde escriben cualquier cosa, lo publican y a eso llaman novela, cuento o ensayo. El sentido de artesanía en la literatura, de reescritura, de respeto al lector se ha perdido.

“Escritores como Alberto Garrido, Aida Bahr, Delis Gamboa, Yoss, Guillermo Rosales, Guillermo Vidal —que en paz descanse— tienen un sacerdocio en la literatura, un respeto, ven la literatura como ara, no pedestal. Y como puedes ver menciono escritores que no están en el «boom habanero» de la literatura cubana actual. Hoy muchos de nuestros jóvenes consideran la literatura como si fuera fast food y esto podría ser transitorio, sino fuese porque ciertas instituciones los están legitimando, sobre todo en la capital, mediante premios y espacios donde exponer sus teorías literarias pop. Allí está el peligro.

“El otro problema está en que apenas se conoce la literatura que se hace en el resto del país, y como bien sabes en las provincias también hay muy buenos escritores, poco promocionados, encerrados en su terruño, quienes a veces mueren sin salir de allí. Como en el medioevo, donde en cada región hay un señor feudal… peor, en este caso es literario, y este señor muchas veces decide qué se publica y no siempre su decisión tiene calidad literaria y no beneficia a los más jóvenes.

¿En qué procesos de escritura te encuentras inmerso?

En estos momentos termino una trilogía de novelas histórico-fantásticas. Una comienza en las guerras de independencia de 1868, pasa por la del 95, la muerte de José Martí y culmina en la Cuba republicana de la década del 30 y la guerra civil española. Tengo un libro de ensayos sobre el fantástico en Cuba y la ucronía como género literario. También estoy escribiendo una monografía sobre Grimorios del siglo XII y algunos textos que están extrañamente relacionados con tradiciones de religiones afrocubanas.

Si uno solo de tus libros fuese el destinado a perdurar, ¿cuál desearías que fuese?

Uno inédito. Saldrá publicado en España en el 2019 y se titula País a la Deriva.