UryUry Rodríguez ha contribuido, además, a la formación de varias generaciones de actores e instructores de arte en Guantánamo.El recuerdo de una señora, que allá en el Camagüey, tras verle actuar le dio las gracias y unos pendientes hechos por ella misma, es el tesoro mayor que guarda Ury en sus memorias de artista escénico. 

 

Dramaturgo multipremiado, vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en Guantánamo, uno de los fundadores del proyecto teatral La Barca, pero también recordado por sus protagónicos: Miseria y El chinito… resumen parte de la prolija vida de este hombre: Ursinio Rodríguez Urgellés, quien en 35 años de ejecutoria artística profesional guarda una de las historias más interesantes de superación y devoción por el arte, por eso Venceremos se atreve a contarla.

Todos los caminos que conducen al teatro

 

Dice Ury, como le dicen muchos, que su pasión por el teatro empezó tempranamente, a los 10 años.

“Un niño, a esa edad, no sabe lo que quiere ser -reconoce el actor- pero pensando en retrospectiva, para mí que todo lo que yo hacía a esa edad era teatro. Empezó como un juego y mira como terminé. A Santa García debo la decisión final de que ese fuera mi camino. Ella era de las primeras profesionales del ramo y me enamoró su hacer. Fue de mis primeros referentes en el arte. Con ella escribí textos teatrales, aprendí técnicas de dirección y leí muchos textos. Santa plantó los cimientos de lo que vino después.

Ury Rodríguez es un profesional versátil. Lo mismo se le ve enseñando que narrando un cuento, en la radio y hasta en la TV. Pero, quizá, una de las faenas que más se conoce es su rol de titiritero. El Guiñol Guantánamo fue el sendero, el principal guía, desde que en 1987 acudió ante una convocatoria para nuevos actores.

“Ese mundo era nuevo en mi carrera, y aunque la verdad, al principio ningún actor quiere ser titiritero, pues se le consideraba un arte menor, para mí fue todo un descubrimiento. El mejor de todos.

“Agradezco infinitamente a Maribel López y su equipo, pues a ellos debo cuanto sé de la animación de títeres. Aprendí, incluso, a diseñarlos y construirlos, lo que me fue muy útil en el oficio”, apunta el Premio Caricato 2018 que otorga la Uneac nacionalmente.

Más las puertas del Guiñol no fueron las únicas que se abrieron al joven imberbe con un considerable potencial aún por descubrir. Su posterior inserción en la agrupación Cabildo Teatral le aportó nuevos saberes y técnicas en el teatro de relaciones, acompañado de un entrenamiento danzario y corporal intenso.

“Allí aprendí danza folclórica y contemporánea, la cual no dominaba hasta entonces, y empecé a usarla como parte de mi forma de hacer teatro. Creo que fue una decisión acertada, ya que me permitió interrelacionarme de una manera distinta con los públicos”.

Virginia, Rostros, la Cruzada y La Barca

En los 90 Guantánamo experimentó un auge de proyectos teatrales. Muchas iniciativas surgieron, experimentos… entre los propulsores de las nuevas formas de ser y llevar el arte a los escenarios estuvo Ury.

“Con Virginia López, actriz de Cabildo Teatral Guantánamo y quien había sido directora de ese grupo, montamos el proyecto Rostros, enfocado en el teatro de investigación. Buscábamos una forma de reforzar la identidad guantanamera desde nuestras puestas en escena. Comenzamos a indagar sobre el espiritismo y otras tradiciones orales. Todo eso lo mezclamos con el teatro de relaciones y títeres hasta perfilar dos líneas estéticas bien definidas para niños y para adultos.

“En ese periodo me llegó la invitación a la Cruzada Teatral, y desde ese día no falté a ninguna edición. En las montañas nutrí más mi arte actuando, cambiando, en constante desaprensión. De la Cruzada debo decir que incluso fui su director e insistía siempre en la investigación para buscar mejores nexos con el público. Ese evento fue otra escuela que vino a afianzarme como actor, y comunicador.

“En el 2000 me uní al proyecto de arte dramático en Guantánamo. Estuve cinco años en el teatro Campanario, pero en algún momento sentí que necesitaba algo más. Entonces vuelvo con Virginia, en un intento por retomar la idea de Rostros, y se nos aprueba, pero como proyecto La Barca, continuidad de todo lo hecho antes.

“El surgimiento del nombre del grupo fue precisamente a partir de una experiencia vivida durante la Cruzada, al ver cómo los niñitos de los campos hacían barcos con las cáscaras de coco y las velitas de hojas. Ellos fueron mi inspiración, también tengo una obra que se llama Luna Nueva, que narra la historia de un barquito. Y, bueno, como al final todos estamos de viaje en la vida, qué mejor nombre que La Barca.

“Además, hemos viajado mucho Virginia y yo desde el 2009 hasta hoy, y seguimos con la investigación de bandera explorando nuevas formas y estilos en la escena para complacer a quienes acuden a vernos”, agrega Ury Rodríguez.

Y más allá del teatro

¿Quién no recordará con orgullo ver al maestro Ury en la televisión cubana, dirigido por Roly Peña en la serie Duaba, la Odisea de Honor? Un guantanamero ¡caray!, otro más que suma méritos para sí mismo y su tierra natal, sin migrar, desde aquí.

“Allí hice un personaje pequeño, pero que adoré- revela Rodríguez Urgellés, con la alegría de quien por primera vez recibe un obsequio- Actué como Exequiel Rojas Ramírez, el indio de Yateras causante de la muerte de Flor Crombet. Fue un rol difícil, negativo, pero de todo uno aprende. Luego participé en la serie policíaca U.N.O, en la que interpreté a un árabe que quiere emigrar a Estados Unidos y muere. Lo último que hice fue Lucha Contra Bandidos, allí interpreto a un santero, personaje muy interesante, por cierto.

“También tengo desde hace dos años un programa de radio en CMKS que se llama Pa´ la oreja un cuento, que tiene que ver mucho con la oralidad y otro protagonista mío: Macario, que viene del teatro, pero trae toda su belleza de la escena a la radio”, comenta.

Ury no solo dedicó su vida a actuar. Efectivamente, fue, entre col y col, presidente de la Asociación Hermanos Saíz en Guantánamo, vicepresidente de la Uneac… cargos que le exigieron tiempo y sacrificios, pero jamás interrumpió su trabajo porque el compromiso con el arte es más importante. De hecho, como parte de ese comprometimiento con la creación llegó a viajar a Colombia a impartir talleres y retroalimentarse con sapiencias que siempre trata de irradiar a su alrededor.

“Creo que mi mayor aprendizaje, y consejo, a partir de mis viajes y la experiencia acumulada, es que el teatro guantanamero necesita repensar sus estrategias de comunicación. Ahora mismo hay una efervescencia creativa, hay mejores formas de hacer, más calidad… pero esas propuestas no se comunican bien, y eso debilita el proceso creativo, porque lo más importante para un artista es su creación y su público.

“Y esa verdad me la confirma todos los años la Cruzada Teatral, porque es la gente la que nos motiva a subir esas lomas, sus abrazos, miradas, risas. Recuerdo en Yumurí a un vecino que en medio de la función nos asaltó con expresiones de cariño, pero lejos de arruinar la escena le aportó algo distinto. Uno pensaría que después de tantos años ya se está acostumbrado a que el espectador agradezca lo que haces, pero no es así, cada reacción que se experimenta cuando uno muestra su obra es un tesoro nuevo que guardamos tras bambalinas”, afirma el entusiasta dramaturgo.

Ury es uno de los hijos ilustres de nuestra provincia, un creador con varios nombres legitimados entre los guantanameros por su peculiar forma de hacer arte, ese arte que tiene tanto valor como aquellos pendientes de alambre dulce que aún conserva, como recordación de que siempre habrá algún público agradecido por sus propuestas, en el Guaso, en Camagüey, incluso allá arriba en la montaña.

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