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escritora invidenteAda Mirta Bofill Caraballo, ya tiene preparadas tres obras para el próximo concurso Vocecitas de Cristal: “Fiel compañera”, “Mi gorra” y “Yambú especial”. Fotos: Lorenzo Crespo Silveira

Cartulina, regleta y punzón en mano, escribiendo una receta de cocina allá en su casita del poblado de Manuel Tames, encontramos a Ada Mirta Bofill Caraballo, ganadora del Premio en Composición, del XXV Festival Cantándole al Sol, celebrado en marzo pasado en la capital cubana.

Ya en 2004 había obtenido Mención en Composición, en el concurso infantil –y ahora se coronó con el nengón Tribilín, interpretado por Haila Melisa Pérez Jardines, del coro Minivoces.

“Cuando escuché a la pequeña cantar me gustó muchísimo, me emocionó cómo defendía mi obra y me sentí realizada y recompensada; además de que el hecho de llegar hasta la cita nacional, después de concursar en nuestra competencia regional Vocecitas de Cristal, es ya un premio”, asegura esta invidente, con voz temblorosa.

Cuenta que durante el proceso creativo la melodía le llega a la mente espontáneamente, y mientras eso sucede la tararea a la vez que la graba por fragmentos y trata de sacar el texto hasta tenerla por entero; luego revisa y corrige, como dice ella, “hasta donde pueda”.

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Ada Mirta, ama de casa de 65 años de edad, toda su vida compuso canciones, pero confiesa sentir temor de escribir, lo cual supera con el apoyo de su familia y de la Asociación Nacional de Ciegos y Débiles Visuales (Anci) en Guantánamo.

“Mi vocación de escribir me viene empíricamente porque nunca estudié, incluso mi primer premio en literatura lo obtuve sin ayuda profesional, mis compañeros y familiares leían mis trabajos, opinaban y entonces yo, basada en sus consejos, rectificaba”.

Empezó escribiendo hace muchísimo tiempo, pero actualmente sólo se dedica a la literatura infantil, reflejada en sus dos libros de poesía: Caracolina caracoleada (con dos ediciones) y Poesía Mágica, publicada en el 2011, durante la Feria Internacional del Libro.

“En mis obras uso temas variados, principalmente sobre flora y fauna, sobre niños imaginarios o mis pequeñas sobrinas. Siento que con la poesía puedo crear una cultura de cuidado a la naturaleza en los niños, y en las personas que me lean de manera general. Sobre el amor tengo pocas obras”.

Para los adultos gusta mucho escribir décimas y sus obras las redacta en el sistema Braille.

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“Soy ciega casi de nacimiento, perdí la visión a los seis meses y medio, a causa de la meningo, cuando vivíamos en una finca llamada Cayo Hueso, en Yateras, me contaba mi mamá, pero nunca constituyó un impedimento: no puedo dejar que la vida transcurra sin actividad, también me encanta hacer vino, leer, viajar crear desde la artesanía.

“A veces estoy aburrida, pero dura hasta que encuentro papel y comienzo a hacer sobres o flores… múltiples objetos desde las artes manuales.

“A mi familia no le gusta que trabaje la artesanía porque dicen que me endurece las manos, pero esa práctica deviene terapia ocupacional, me sosiega. Prefieren que escriba y me animan mucho para que siga desarrollando esas habilidades”.

escritora invidente librosCaracolina caracoleada (con dos ediciones) y Poesías Mágicas, publicada en el 2011, durante la Feria Internacional del Libro. Fotos: Lorenzo Crespo Silveira

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Hoy por hoy se dedica sólo a componer para niños y ya tiene escogidas las obras para el concurso Vocecitas de Cristal del próximo año, adelanta: una guajira llamada Fiel compañera, un son nombrado Mi gorra y un yambú titulado Yambú especial.

“Estos tipos de música los conozco de la radio, por ejemplo, hablan de cada parte de la rumba y demuestran; el yambú es la parte más lenta, le sigue el guaguancó que es más deprisa, y la columbia, mucho más rápida que la anterior. Este medio de comunicación me permite conocer acerca de los ritmos tradicionales de nuestro país.”

Ada Mirta nos despide, cartulina, regleta y punzón en mano, con una de sus poesías favoritas relatada en el libro Caracolina caracoleada: Caballito Rojo, al cual le pide lo que muchas veces los videntes no le hacen saber. Se inspiró en un libro titulado Caballo blanco, de Onelio Jorge Cardoso, y en la necesidad que tienen los ciegos de que los que no tienen esa discapacidad les describan cómo son los lugares que visitan…

Caballito rojo que puedes volar, cédeme un antojo que aspiro lograr, descríbeme todo cuanto me rodea, dime de qué modo sube la marea, llévame en tu lomo a orillas del mar, dime cuándo y cómo podré navegar…. Volando contigo me supiste dar cariño de amigo que no he de olvidar”, termina.