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Hoy vamos al sexto encuentro de la gran final de la pelota cubana, la que no pocos han calificado de inesperada por la presencia de la Isla de la Juventud y porque, además, la mayoría dio un resultado favorable al más robusto Ciego de Ávila en cuatro o cinco desafíos. Pero los insulares, una vez más —como hicieron con Industriales para lograr el cupo en la postemporada y repitieron con Matanzas en semifinales— han destrozado análisis, vaticinios y a cuanto os adivinadores se les han puesto al frente.

Los Piratas, en este cotejo frente a Ciego de Ávila, tienen 18 carreras anotadas, 12 entre el séptimo y el noveno capítulos, el último tercio del choque. La que no cayó en ese rango fue la del onceno del cuarto encuentro, único extrainning de la final, que para no perder la costumbre fue ganado por los isleños.

Ciego de Ávila es mucho más efectiva en el primer segmento (del primero al tercero). De las 23 ocasiones que sus peloteros han pisado el home en los cinco duelos, 11 cayeron en esos episodios, aunque tampoco remata mal, son nueve en los tres actos finales.

Bastarían esos datos para aquilatar la magnitud de lo intenso y tenso que hemos vivido estos días de euforia beisbolera, pero hay mucho más.

Ismel Jiménez, el espirituano lanzador derecho refuerzo de los avileños y autor de 13 victorias en la temporada, salió a definir el quinto desafío a pesar de su seria lesión en uno de los tobillos, que apenas podía sostenerlo en la lomita. Dominó, fildeó como un torpedero, pese al continuo dolor que sentía. Sin embargo, cumplió.

Michel Enríquez, casi no puede apretar el bate, pues con una de sus muñecas no puede ejercer la suficiente presión. Los paramédicos trabajar con él, mas no hay nadie quien ose a pedirle que deje el terreno. Fue él, en el cuarto juego, el que igualó la serie a dos, quien abrió las puertas de la reacción de sus compañeros.

Yeniet Pérez, antesalista avileño con asiento en Villa Clara, le pegó jonrón al mismísimo Héctor Mendoza para empatarle. Y dijo que “la suerte no nos acompañó”, porque su equipo no ganó ese día. Danier Galvéz, el camarero pinero, bateó de 4-4 en la quinta porfía y recogió todo lo que pasó a su alcance y más allá también. Pero… “hubiera preferido un 4-0 y que mi equipo ganara”.

También actuaron con humildad y profesionalidad los directores, esos seres raros que solo pierden, pues quienes ganan son sus discípulos.

A José Luis Rodríguez Pantoja, el timonel de los Piratas, le dije que había arriesgado en la octava entrada del quinto juego, al no tocar después que abrió embasando al primer hombre, perdiendo por una. “Tienes razón, nos equivocamos, quisimos decidir sin empatar primero, nos sirve de experiencia”. A Roger Machado, el conductor de los Tigres, al increparle la decisión de traer a Vladimir García y no a Yunier Cano, con el choque 4-0 que perdió después en extrainning, agregó: “Creí que podía mantenernos, él es un lanzador del equipo Cuba, pero fue mi decisión, tal vez la que tú dices hubiera dado mejor resultado o tal vez no”.

Frases y escenas, que volverán este viernes para continuar narrando la épica contienda de los héroes que tenemos delante.