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luis marianoLuis Mariano desea ver al atletismo cubano retornar a los resultados internacionales de tiempos atrás. Foto: Semanario Jit

El guantanamero Luis Mariano Delís Fournier no fue de los lanzadores de disco con mayor estatura de su época, pero exhibía más de 100 kilos de puro músculo que lo dotaban de una fortaleza impresionante.

Dueño y señor del círculo de lanzamientos, rompió más de un mito cuando se codeó con una élite mayoritariamente europea y estadounidense, y consiguió premios en todas las competencias posibles.

Disfrutó de cuatro reinados en Juegos Centroamericanos y del Caribe y dos en Juegos Panamericanos, fue el único cubano medallista en el inicio de los campeonatos mundiales al obtener plata en Helsinki’83 y tocó la gloria olímpica con bronce en Moscú’80. Además, impuso varias marcas nacionales y todavía lleva su nombre la de 71,06 metros que es lo máximo en Cuba desde el 21 de mayo de 1983.

Gustoso, esta gloria deportiva aceptó a contar parte de su historia a la prensa, para recordar momentos buenos y malos.

¿Por qué el atletismo?

Fue una casualidad. A mi hermano Carlos se le ocurrió eso cuando yo tenía 13 años, porque pensó que podía hacer algo y así comencé.

Nunca había hecho nada de deporte, aunque él sí practicaba judo y creo que fue más bien un problema de intuición suya. ¿El atletismo? Quizás porque siempre estábamos corriendo, lanzando piedras y pelotas en el barrio.

Comencé en un área especial, en el Instituto de Guantánamo, que poseía la única pista que había en ese entonces en la ciudad. El profesor era Santos Chivás y tenía que impulsar bala, lanzar disco y correr 60 metros.

Participé en los Juegos Escolares de 1971, 1972 y 1973, e ingresé en 1975 en la preselección nacional por los resultados con el disco y gracias a la vista larga de mi gran profesor Hermes Riverí.

¿Pero lo tomabas en serio? ¿Reconocías tus potencialidades?

Realmente no me daba cuenta de eso, todavía lo tomaba como un juego, pero sí me gustaba mucho.

A partir del Campeonato Centroamericano que gané con 16 años empecé a sentir motivación, y Riverí me hablaba a diario de lo que podía hacer. Vivía en su casa, porque me acogió como el hijo varón que nunca tuvo, y eso me ayudó tremendamente. Tuve la posibilidad de que todos los días me insistiera en eso y recibir consejos en todos los sentidos, tanto para el deporte como para la vida en general. A partir de ahí me convencí de que podía ser algo como atleta.

Los entrenamientos, las competencias…

Eramuy disciplinado y dedicado al extremo en los entrenamientos, analizaba mucho todo lo relacionado con la preparación y era bien creativo.

Nunca me gustó correr, pero sabía que tenía que hacerlo porque estaba dentro de la planificación. Por suerte no era mucho, pero me molestaba.Sin embargo, disfrutaba los juegos auxiliares, sobre todo el baloncesto.

Lo que más me caracterizaba, era la rapidez, la fuerza, pero la clave estuvo en combinarlo con el trabajo diario, la tenacidad que me llevó a alcanzar un nivel técnico alto y me dio la posibilidad de ubicarme en la élite mundial.

Era muy competitivo, para los eventos me preparaba muy bien, y para concentrarme psicológicamente hacía muchas representaciones, imaginando cómo tenía que aplicar la técnica.

Le dediqué más tiempo al disco, por eso los mejores resultados. Sin contar que era muy difícil llevar dos disciplinas debido a las cargas de entrenamiento.

Moscú 1980…

Esa medalla siempre la tengo presente con un poco de tristeza, aunque con mucho orgullo. La tristeza porque aun cuando el pronóstico era llegar al bronce, la clasificación allí demostró que eso podía cambiar. Y de hecho lo logré en mi último lanzamiento, que mereció el oro, pero la medición fue amañada.

Aún así te digo que fue alentador porque cumplí, pero internamente me sentí siempre molesto, y los que vieron la competencia saben que tiré para oro.

¿Qué evocaciones te provoca la plata de Helsinki?

Una medalla mundial muy importante en mi carrera, porque tuve el honor de conseguir la única lograda entonces por Cuba, aunque asistieron otros atletas que integraban la élite de entonces, como María Caridad Colón, Alberto Juantorena y Silvio Leonard, otros que comenzaban a proyectarse como Jaime Jefferson y Silvia Costa… y los muchachos de velocidad para los relevos.

Y sobre el momento de parar

Para todo atleta que cumple un buen tiempo en el alto rendimiento es difícil el retiro, pero hay que preguntarse si lo sigues haciendo bien, si lograrás estar a la altura de lo que siempre has hecho, y determinar cuándo llegó el momento.

En mi caso específico los músculos de la rodilla me estaban fallando y eso me impedía asimilar grandes cargas de entrenamiento, por eso me senté con Riverí y determiné parar, en el momento adecuado, pero solo como atleta, porque sigo y seguiré batallando como entrenador.