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juego cuba holanda Foto: Ricardo López Hevia

Terminó Cuba en el IV Clásico Mundial y, como en los dos anteriores, quedó en la segunda ronda, lo cual se corresponde con el nivel que hoy tiene la pelota en el país cuando enfrenta la calidad de de un certamen como este.

Cuando un equipo sale como lo hizo ante Japón, que parecía de la misma altura de cualquier rival aquí o en todas las zonas de este CM y en menos de 24 horas se aparece como la más dócil de las novenas, no se trata de inestabilidad, sino de falta de nivel para la competencia que enfrenta. Pero ojo, a estas lides hay que seguir asistiendo, no se trata de botar el sofá.

 

Ayer frente a Holanda se mostró la principal debilidad del plantel antillano: el pitcheo, probablemente el más noble del CM. Tal vez solo superado por el de China, aunque este regaló menos boletos que el de la isla. Si esta área es el 75 % del éxito, entonces no se podía aspirar a más.

 

Lázaro Blanco llegó aquí como el primer pitcher del staff y realmente se fue en blanco. Inefectivo, descontrolado (cuatro boletos en cuatro y un tercio), bateado (9 jits en 24 turnos, para exagerado average rival de 375) y con cuatro limpias en igual número de entradas, dejaron al plantel dirigido por Carlos Martí sin monticulista líder.

 

Recibió la encomienda de dominar a Australia y no cumplió. Le dieron la difícil misión frente a los holandeses y tampoco, se fue con dos outs en la segunda entrada, otra vez por debajo de los bateadores y en consecuencia fácilmente castigado. En toda la lid realizó 101 lanzamientos y 56, más de la mitad, fueron bolas. El resto del cuerpo de tiradores tampoco pudo hacerse justicia.

 

Su rescate tampoco pudo aplacar la fuerza de los bates europeos. Vladimir García aceptó cuatro. Wladimir Balentien, que le había remolcado a Blanco tres con su jonrón tempranero del primer inning, también le botó la pelota al avileño en el tercero, pero sin hombres en bases. Y no fue el único bambinazo de ese episodio, pues Yurendell De Caster la puso en órbita con uno a bordo. Ya en la entrada anterior un doble y dos sencillos habían dado otra a los tulipanes.

 

Finalmente, García se fue en el cuarto, tras el jit de Jurickson Profar que trajo la octava. Después, da pena seguir reseñando, además ya lo sufrieron los que tuvieron el coraje de no despegarse del TV en la madrugada pasada. Ganador desde el mismo primer capítulo Holanda solo cumplió el trámite, mientras el prestigio beisbolero cubano se flagelaba en el campo de juego. Cuando terminó el desafío ante Japón titulé en esta página “Japón ganó, pero regresó el Cuba que queríamos”. Ahora me preguntó, a dónde se fue ese equipo, porque se puede perder, pero bochornosamente a la pelota le está prohibido.

 

Antes de comenzar esta lid dijimos que hasta esa instancia llegaría la escuadra dirigida por Carlos Martí, aunque un pueblo como el nuestro, sabedor de la pelota y que no se da por vencido como sus peloteros, nos descartaba una hazaña. Lo que sí tenía desterrado al margen de un marcador desproporcionado, es la falta de combatividad, aun cuando el juego se fuera de un solo lado, lo cual es posible ante la fragilidad de la que ya hablamos del pitcheo y los excelentes bateadores oponentes.

 

Creo en la grandeza de estos hombres que encararon la lid, conociendo de antemano que las semifinales era un coto vedado para sus cualidades. Pero también creo que debieron, aunque la tarea era engorrosa, cuidar la imagen del béisbol de su país, de algo tan sagrado para su cultura y su orgullo nacional.

 

En definitiva, los batazos de los holandeses en el Tokio Dome no caían y los lanzamientos del zurdo Diegomar Maxwell, que no pasó de las 86 millas por horas en ninguno de sus pitcheos, apabullaron, humillaron a la selección cubana en la victoria más fácil de las muchas que desde el 2007 Holanda viene infringiéndole a la Mayor de las Antillas.

 

Claro está, en un Clásico Mundial no pueden resolverse las grandes deudas de la pelota cubana, desde su campeonato hasta la profesionalidad de quienes tienen que ver con la conducción de este deporte en el país. Cuando hablo de esta cualidad, me refiero a un trabajo en equipo, capaz de revertir el momento actual. Lleva tiempo, pero hay que empezar ya.

 

Y en mi opinión no se resuelve con la participación de los peloteros cubano que juegan en la Major League Baseball (MLB). Las negociaciones con esa organización como se ha dicho continúan, pero el hecho está en que su incursión nuevamente con Cuba podría darnos hasta un título en el Clásico Mundial, pero el problema seguiría sin solución.

 

Hay que jugar pelota en Cuba, si la queremos tanto hay que empoderarla, ella por lo que representa no se parece a ningún otro deporte, porque ella mueve los sentimientos patrios, a las multitudes, a los estados de ánimo, en fin, a un país. Con organización, bien pensado, sin triunfalismos baratos y poniéndole ciencia, porque es una ciencia el béisbol, todo lo que le pongamos en inversión, sería recuperable.

 

La batalla de Tokio terminó, como decimos los cubanos, con un papelón, que le permitió a Holanda anotar en seis de los capítulos del choque. Pero insisto, lo que no puede hacer la pelota es rendirse. Lo he dicho muchas veces, tenemos el material humano que es lo más importante, lo que hay es que conducirlo en un ambiente que convoque sus cualidades y brinde el espectáculo que el pueblo espera de su deporte nacional.

 

Tokio Dome C H E
HOL 313 510 1 14 13 0
CUB 000 010 0 1 5 2
G: Diegomar Markwell (1-0) P: Lázaro Blanco (0-1). Jrs: Wladimir Balentien (2), Yurendell De Caster y Kalian Sams.

 

Fuente: Periódico Granma