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brasol se desmora 150x125Frente a los ojos de los ciudadanos brasileños, Luiz Inácio Lula da Silva ha sido acusado y condenado injustamente, movida central de la clase dominante de ese país, la cual no quiere permitirse más programas sociales que beneficien a los pobres y “amenacen” sus bolsillos y cuentas bancarias. Cuando prima el capital, todo lo que importa es mantener ese estado de cosas donde los ricos siguen siendo más ricos, y los demás son abandonados a su suerte.

Después de haber sido presidente durante dos mandatos, y representar la esperanza de los más desposeídos, la élite brasileña tejió su trampa con el propósito de, paso a paso, cercar a Lula e impedirle convertirse, por tercera vez, en el dirigente del Gigante Sudamericano. Víctima de un verdadero lawfare (guerra jurídica), y una persecución de los peces gordos en ese país, el líder, encarcelado desde el 7 de abril en Curitiba, fue declarado por la Corte Penal Internacional de La Haya como un preso político, y exige su inmediata libertad, pese a los oídos tupidos del juez Sergio Moro.

¿Cuál fue la telaraña para enredar a Lula?

Es harto conocido que un análisis policial solicitado por la defensa del expresidente afirmó que Odebrecht mintió al presentar documentos falsos ante la justicia de esa nación durante la Operación Lava Jato. Las acusaciones se basan en una supuesta propiedad obtenida como coima de la constructora OAS para favorecer contratos millonarios con Petrobras, un apartamento tríplex ubicado en Sao Paulo.

La investigación de la Policía reveló que en los documentos –supuestas pruebas de la adquisición del inmueble–, había extractos bancarios con marcas de montaje e inserciones, además de existir inconsistencias en las fechas de las transacciones y las firmas.

Encima, está claro que la propiedad no aparece a nombre de Lula sino de la constructora que compró el apartamento a la cooperativa Bancoop, cuando esta se declaró en bancarrota. Condenado por recibir lo que nunca recibió, y por blanqueo de dinero cuando ni siquiera tenía qué blanquear. El patrimonio de Lula no creció, todo fue una farsa.

Afranio Silva Jardim, profesor de Derecho Procesal Penal de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, también Fiscal de Justicia (retirado) del Ministerio Público de ese estado, ha denunciado en varias oportunidades la guerra jurídica contra el dirigente. “Se puede afirmar, sin temor a equivocarse –dice–, que el ex-presidente no tuvo un proceso penal justo y fue condenado de forma absolutamente injusta. Ya había sido designado como criminal, y ahora creen que encontraron sus crímenes”.

Pese a todo ello, Lula enfrenta una condena de 12 años de cárcel, y aunque la investigación del juez Moro y los demás jueces de Lava Jato hayan implicado a otros como el presidente de facto Michel Temer, el Congreso en Brasilia ha hecho lo necesario para evitar que sean inculpados. En resumen, la telaraña dejó muchos cabos sueltos y la Corte de La Haya se ha pronunciado, pero la defensa del Estado de derecho es muy selectiva en Brasil.

El esquema de hacer política en ese país se ha puesto en evidencia, uno orientado al proteccionismo del capital, a su crecimiento y donde conspiran transnacionales, medios de prensa y políticos, refugiados en un discurso que gira en torno a romper con la impunidad y demostrar que todos caen al peso de la justicia, en aras de sedimentar la democracia. Nada más hipócrita. Lo cierto es que se desmorona el Estado de derecho.

El indiscutible liderazgo de Lula y el PT

Lula preso/ (Foto: latinta.com.ar)

“Si es por ese crimen, el de llevar a los pobres a la universidad, a los negros; que los pobres puedan comprarse un auto, ir en avión… Si ese es el crimen que cometí, voy a continuar siendo un criminal en este país, porque voy a hacer mucho más”, dijo Lula da Silva en su alocución antes de entrar a prisión. Sus palabras no solo tienen mucho de verdad, sino también de historia.

Desde el momento de su fundación, el Partido de los Trabajadores (PT) tuvo un fuerte componente de movimientos sociales: trabajadores sin tierra, favelados urbanos (moradores de barrios bajos), ecologistas, feministas, grupos culturales y artísticos, activistas progresistas religiosos y de derechos humanos, así como los principales nuevos sindicatos de trabajadores metalúrgicos, profesores, trabajadores de la banca y funcionarios. Por esa razón, el PT aumentó rápidamente el número de afiliados y la influencia de su participación directa en las luchas de la mayoría.

Se convirtió entonces en la organización que aglutinó a todos los grupos y sectores más vulnerables, sin importar lo diversos que fueran. Con el apoyo de ellos, Lula se convirtió en el primer presidente de Brasil salido de la clase obrera, un hombre que sabía hacia dónde dirigir Brasil para favorecer a los que hasta ese momento permanecían al margen. Las cifras hablan por sí solas de su gestión en cuanto a disminución de desempleo, acceso a la educación y la salud, reducción de la pobreza, y demás.

No puede olvidarse también que el exmandatario se vinculó a proyectos progresistas de izquierda con otros gobiernos de la región para la mejoría económica de los países del continente. Demasiados logros para la multitud de personas vista por los derechistas, oligarcas y dueños de transnacionales como una amenaza emergente y en crecimiento. Sin lugar a duda, ese es el crimen de Lula, a los ojos ambiciosos de las élites.

Más tarde, el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff fue claramente diseñado para quitarle el poder a un gobierno heterodoxo en tiempos de crisis económica que requería, según los intereses empresariales y bancarios y de los inversores globales, medidas ortodoxas. Utilizaron el pretexto de que Rousseff había ocultado un déficit fiscal, y fue condenada por la misma Cámara que hoy protege a Michel Temer.

Visión del PT para un próximo gobierno

Los brasileños exigen la libertad de Lula/ .(Foto: rt.com)

Sin embargo, las artimañas de la derecha no han sido suficientes para socavar la imagen de Lula, quien, a pesar de estar preso, se mantiene liderando las encuestas de intención de voto para las elecciones de octubre. EL PT ha dejado claro que él es su candidato y ya ha hecho público el programa de gobierno.

Dividido en ocho ejes, el nuevo plan para 2019-2022 pretende superar los problemas de inversión pública causados por el presidente de facto, tales como la inflación, el desempleo y el aumento de la pobreza extrema. Propone también empoderar a la ciudadanía, activándola a través de los dispositivos existentes en la Constitución como plebiscitos y referendos.

De suma importancia es la intención del Partido de promover y afirmar los derechos de los ciudadanos, uno de los puntos afectados con el golpe de Estado contra Dilma, y señala que el próximo gobierno se concentrará en la democracia y los derechos humanos como interdependientes con la lucha contra la criminalización de los movimientos sociales.

Este es el tipo de políticas que necesita el pueblo brasileño, la posibilidad de trabajar por la ampliación del acceso a los derechos dentro de la sociedad sin discriminación, una economía que garantice alimentación sana, agua y saneamiento, y sobre todo, que detenga el curso de las medidas implantadas por Temer.

Las mayorías están con Lula, y eso es visible cada día cuando las personas se aglomeran en Curitiba para respaldar a su líder, así se ha demostrado con la huelga de hambre, las manifestaciones y los reclamos de quienes no se conforman con un Brasil dominado por un puñado de corruptos de traje y corbata, vendidos como defensores de la democracia, pero después la pisotean con el solo hecho de ocupar una posición al mando del país.

Cada mañana que el pueblo amanece con su líder tras las rejas y Michel Temer en el podio, el Estado de derecho permanece muerto aunque con miles de luchadores decididos a encaminar de nuevo, junto a Lula, al país más grande de América Latina.

(Tomado de Bohemia)