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guantanamo cumpleaños

De mi Guantánamo, dicen, que a más de un siglo de nacida todavía es una Villa y mucho tiene de aldea. Es cierto.

Opinan también, quienes no la conocen, que bajo ese nombre existe apenas una base militar, ajena y sórdida, ilegalmente ocupando el soleado cielo de este lado del archipiélago. No mienten, pero es más que eso.

Por momentos olvidada, víctima del descuido algunas veces y de problemas económicos en otras, Guantánamo deslumbra a quienes la transitan y descubren bajo la oculta y alborozada belleza de una ciudad jamás fundada, pero reconocida desde el primero de diciembre de 1870, cuando la Corona Española le otorgó la inscripción oficial como Villa.

 

Tiene poco desarrollo, pero mucha magia. La de su colonial arquitectura modelada con paciencia y buen gusto, edificaciones bajas y acogedoras; la mística pobreza y la alegría de sus hijos que, pese a todo, en cualquier lugar, no la olvidan.

 

Esa, mi ciudad, está de cumpleaños. Suma 147, aunque es mayor el tiempo en que desde El Saltadero fue creciendo gracias al comercio de emigrantes franceses y catalanes asentados en torno al río Guaso. Luego llegó gente y con ella costumbres, y se coció un ajiaco de indio, español, haitiano, africano, chino, árabe…

 

Campechana y cosmopolita, rebelde y clandestina, prometida y negada, cristiana y yoruba. Colorida, patriota y musical: mucho ha cambiado aquel poblado hasta convertirse en la ciudad que es hoy; reflejo de cada minuto vivido, cada estilo aprehendido, cada sueño edificado.

 

Logias, salones, comercios y boticas fueron clubes revolucionarios en las guerras mambisas, conspiraron valerosos hombres contra la Corona Española, recaudaron fondos, planificaron alzamientos.

 

Esta tierra vio batirse a sus hijos contra los marines yanquis cuando intentaron mancillar la bandera y encontró el Movimiento 26 de Julio un tercer cuartel. Aquí se aplastó la subversión que intentó desconocer la victoria de enero de 1959.

 

Desde la base hasta la cúspide fue edificada la pirámide social. A ritmo de tambores y violín trabajaron los lugareños en tiempos de Revolución para edificar, piedra a piedra, palmo a palmo, esta urbe cada día más próspera.

 

Guantánamo guarda tesoros como la Tumba Francesa Pompadour Santa Catalina de Riccis, patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad; la canción cubana más conocida y versionada en el mundo, La Guantanamera, y la Loma del Chivo, barriada de leyenda y tradición.

El autóctono changüí, la conga oriental, el bembé, los cantos y bailes traídos del África, las liturgias y navidades, las vírgenes que acompañan a sus mujeres, y el dios único de los católicos y protestantes forman parte de una mezcla de tradiciones revelada en los versos del poeta Regino Eladio Boti, hijo ilustre.

El palacio Salcines con su Fama, símbolo de la ciudad, las plazas del Mercado y la de la Revolución Mariana Grajales, la Estación Ferroviaria, la iglesia La Milagrosa… enorgullecen a sus habitantes, acostumbrados a desandar por vías anchas y rectas.

 

Al calor del Proyecto de Desarrollo Local, Guantánamo se revitaliza, se maquilla, se prepara para nuevos tiempos. El ajetreo propio de la construcción matiza aquí y allá, como parte de un esfuerzo extraordinario por salvarla del tiempo y el olvido.

 

Citadina, marginal, coqueta y oriental se deja llevar por el ritmo de la vida, se entusiasma con el fruto del trabajo, se deja bañar por contaminadas aguas y guarda con celo sus secretos y misterios. Su gente no ha perdido la fuerza ante los tiempos difíciles y nada ha podido borrar la hermosura mestiza de los hombres y mujeres que la habitan, guantanameros todos.