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inocencia y enriqueEl matrimonio integrado por Enrique e Inocencia marcha a la Vanguardia en la práctica del esqueje para lograr mejores posturas de café arábigo.

A los campesinos guantanameros Enrique Hernández Gámez e Inocencia Turro Ramírez no solo los une el empeño por arrancar la mayor cantidad posible de frutos a una caballería de tierra con el empleo de prácticas agroecológicas, sino también el hecho de ser las estrellas protagonistas de una serrana historia de amor durante 18 años de vida en pareja.

Ambos integran la nómina de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Luis A. Carbó, ubicada en las cercanías del Centro de Desarrollo de la Montaña, en Limonar de Monte Ruz, perteneciente al montañoso municipio de El Salvador.

Interpelado acerca de cómo conoció a su actual esposa y los detalles de la vida de un matrimonio campesino que trabaja duro la tierra en condiciones de montaña,

 

Enrique reveló: “Soy un guajiro nacido en La Caridad de Los Indios, en el municipio de Manuel Tames. Allí trabajé como administrador en un tejar. Luego me trasladé a Guantánamo, a laborar como cochero, pero me robaron los dos caballos.

 

“Busqué esos animales por donde quiera. Alguien me dijo que estaban por aquí, en Limonar de Monte Ruz, más no los encontré y me quedé a vivir en esta zona trabajando en una Unidad Básica de Producción Cooperativa. Soy practicante de la fe cristiana y en uno de los cultos en la Iglesia Pentecostal de La Quijá conocí a Inocencia en el año 2001”.

 

 

¿Cuál fue la estrategia para conquistar su corazón? ¿Acaso fue amor a primera vista?

 

“Cuando la vi por vez primera, en ella se concentró toda mi atención. En la Iglesia siempre me sentaba al ladito de ella, pero jamás le insinué mis sentimientos e intenciones. Ya le tenía los ojos puestos (ríe a carcajadas) y no le decía ni pío.

 

“Al salir del culto, la veía regresar solita por la carretera hacia su casa. Luego empecé a visitarla y pasábamos largo tiempo conversando sobre nuestras vidas y planes. Entonces ella me contó que había enviudado. Yo la veía muy linda en esos tiempos. Después de tantos años juntos, con 55 años cumplidos, la veo del mismo modo.

 

“Un día el Pastor se dio cuenta de la situación y nos indicó: Hermanos salúdense, hace tiempo que ustedes no se congregaban. Me levanté de la silla, la abracé con fuerza, y le dije: Ora por mí, que yo voy a orar por ti. Ella repitió esas mismas palabras. Lo cierto es que los dos estábamos solteros y cuando se pronuncia esa frase en la Iglesia es porque hay un motivo de amor.

 

“Estuvimos seis meses orando el uno por el otro, hasta que el Pastor anunció: Ya pueden casarse. Entonces firmamos nuestro matrimonio. Le pregunté si quería irse a vivir conmigo a una casita en la zona de Olimpo y ella me dijo que sí”, señaló Enrique.

 

Inocencia, visiblemente emocionada, enriqueció la historia contada por su esposo, y dijo que aceptó el cortejo porque “me enamoré de él. Yo siempre me fijaba en sus lindos ojitos azules (sonríe con picardía). Yo necesitaba un compañero para enfrentar la vida y él me gustó como hombre. Enrique, hoy con 73 años cumplidos, conserva el mismo encanto de cuando lo conocí”.

 

Después de un tiempo, agregó Enrique, “buscamos una finca en usufructo y aceptamos una en deplorable estado de abandono, con gran cantidad de piedras, lajas y maleza en los campos, más los suelos improductivos como consecuencia del excesivo empleo del fuego por su antiguo dueño.

 

“Hoy trabajamos en la recuperación del cultivo del café, hortalizas, especies forestales, frutas y el fomento de la ganadería en menor escala. Incorporamos en los suelos humus de lombriz producido en la finca y mejoramos los campos con abonos verdes y otras técnicas con la asesoría de los investigadores del Centro de Desarrollo de la Montaña.

 

“También incrementamos la producción de posturas de café en la variedad arábiga, de superior rendimiento y granos con sabor dulce, de mayor demanda nacional y calidad exportable. Empleamos el método de esqueje o injerto de plántulas (yemas) de arábiga en tallos (patrones) de la variedad robusta, más fuerte y resistente, práctica que acorta la entrada del arbusto en el ciclo productivo”, concluyó el labriego.

 

Movidos por profundos sentimientos de amor conyugal y al trabajo sin descanso, Enrique e Inocencia gestaron en las tierras de Limonar de Monte Ruz sus más grandes tesoros: un inmenso jardín productivo y la unión en familia. Así entregaron a cada uno de sus sueños el aliento necesario hasta hacerlos realidad.