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confeccionesEn el Taller de producciones textiles Mártires de Jamaica, de Confecciones Ámbar, las mujeres son el arte, la destreza, la buena costura de los resultados económicos que lo distinguen y los sindicales que le ganaron, por tercera ocasión, la condición de Vanguardia Nacional del Sindicato de trabajadores del Ministerio de Industrias.

Son, además, mayoría pues de 94 trabajadores, 86 son del sexo que nadie creería, viendo cómo trabajan, que es débil. Cada día, aportan más de cinco mil pesos, y a ese ritmo acortan el trecho para cumplir el plan económico del año, de un millón 990 mil 500 pesos, pues ya tienen de su lado un millón 328 mil 900.

La idea de las valientes es, no obstante, saltarse esa cerca como hacen cada año. Así lo dice Marisel Simiñac Moday, técnica en gestión de los recursos humanos.

Sentada a una mesa grande ocupada por camisas a cuadros de varios colores y tallas, está Estela Wiks graduada de técnico medio en confecciones y fundadora del taller, con 27 años de experiencia que le valen, ahora que el cuerpo ya no es el mismo, para ejercer como una de las controladoras de la calidad.

Hace 28 años, era una madre soltera y sin trabajo. “Con todas las puertas cerradas, recuerda, la Federación fue una ventana que me devolvió al mundo con habilidades con las que podía ganarme la vida de manera honesta”.

Su historia, no es única. Más de una máquina de coser es manejada por alguien que encontró el Norte de su vida en la confección de prendas de vestir que lo mismo van a las tiendas de productos industriales, que sirven de uniformes escolares a los niños y las niñas o a los oficiales de las FAR, a los trabajadores de Salud Pública.

En colectivo, construyen una nueva historia. La química, entre estas mujeres que se afanan en que el corte o el trazo del hilo en la tela sean exactos, es evidente, y el apoyo, cuando las cosas se ponen difíciles, no falta.

Pero es la alegría quien habla, realmente, del espíritu de estas costureras: un enorme bullicio en el que se confunden comentarios sobre los hijos, la novela…, es lo único que suena más fuerte que el constante golpeteo de las máquinas eléctricas.

“Trabajamos a gusto, y ese es el secreto. Y el orgullo, nos encanta que nos vengan a visitar personalidades –hace poco allí estuvo Fernando González, quien quedó impresionado por la interpretación coral de una canción patriótica-, y celebrar cada plan, cumplimiento y cumpleaños. Nada pasa por alto aquí”, dice Maria Elena Pérez, una de las más jóvenes dentro del colectivo.

El futuro, se les antoja con promesas. Simiñac Moday, al frente de la fábrica en ausencia del director, lo resume: “de momento, cumplir nuestros planes, que no son nada complacientes, y más adelante, seguir con el movimiento de mujeres innovadoras, e insertarse en nuevas formas de gestión, como cooperativa no agropecuaria”.

Foto: Leonel Escalona Furones