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1maceoLa historia quiso que Antonio Maceo y Ernesto Che Guevara compartieran igual fecha de nacimiento, y que también estuvieran enlazados por sus líneas de pensamiento político e ideales, a pesar de que su llegada a la vida se separe por 83 años de diferencia.

Uno, nacido en 1845, era sin dudas mucho más que un gran estratega militar, un mulato imponente con un insaciable interés por la cultura, de una amplia visión humanista, y profundo patriotismo heredado de su madre y hermanos.

Antonio Maceo Grajales, el Titán de Bronce, dejó su huella en las memorias históricas de Cuba no sólo por las batallas que protagonizó, sino también por su intransigencia revolucionaria y su arraigado sentido ético; un mambí que no podía evitar indignarse o estremecerse ante las calumnias e injusticias contra su pueblo, y que comprendió que la única manera de derrotar y expulsar de estas tierras a las tropas españolas era la unidad.

Y así lo dejó claro el 15 de marzo de 1878 en Mangos de Baraguá, cuando los cubanos con su claudicación y divisionismo provocaron el Pacto del Zanjón, un documento que prometía reformas políticas con las que España pretendía sepultar el ideal independentista. Aquel día, su firme posición lo convirtió en la expresión más radicalmente popular, y de más inmaculado patriotismo de la Guerra de los Diez Años.

De esa misma estirpe era Ernesto Guevara de la Serna, quien naciera en 1928, un argentino que al abandonar su suelo natal se hizo hijo de todas las patrias, pues creyó, desde temprana edad, que América Latina debía levantarse y trazar su propio destino sin la injerencia de los Estados Unidos. Según él, era "preferible morir de pie que de rodillas".

Tales ideales lo convirtieron en soldado de la liberación, un ejemplo de valor y acción para las juventudes de su tiempo, alguien a quien le era difícil quedarse de1 che brazos cruzados porque era un revolucionario auténtico. Decía, que "la Revolución no se lleva en la boca para vivir de ella, sino en el corazón para morir por ella".

Al igual que Maceo, el Che también abogó por la unidad para emprender los procesos liberadores y enfrentar los peligros que amenazaran la seguridad o independencia, porque el enemigo era común para toda la región. Habló de una alianza natural con derechos y deberes recíprocos, una propuesta no muy alejada de la difundida por José Martí, Simón Bolívar, y otros próceres de América: la de crear un proyecto alternativo de cambio en estos países.

Así lo declaró, sin pelos en la lengua, el 8 de agosto de 1961 durante su intervención en una reunión de la Organización de Estados Americanos en Punta del Este, Uruguay; palabras que recogían la esencia de la hoy Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América:

"Nosotros proponemos el estudio de planes racionales de desarrollo y la coordinación de asistencia técnica y financiera de todos los países industrializados, sin distinciones ideológicas ni geográficas de ninguna especie; también que se recaben las garantías para salvaguardar los intereses de los países miembros más débiles; la proscripción de los actos de agresión económica de unos miembros contra otros; la garantía para proteger a los empresarios latinoamericanos contra la competencia de los monopolios extranjeros; la reducción de los aranceles norteamericanos para productos industriales de los países latinoamericanos integrados(...)".

Esos eran Maceo y Che, dos grandes unidos por la historia y el pensamiento, promotores de la unidad y negados a ceder su suelo patrio, que para uno era su país, mientras que para el otro era América toda. Los dos se expresan en los anhelos y aspiraciones de la juventud rebelde, esa que no acepta que las relaciones de opresión sean las que primen en las sociedades.

Su legado, al igual que el de otros hijos de Latinoamérica, se manifiesta en el escenario de hoy, en el que se evidencia la madurez de movimientos revolucionarios y sociales, y se defiende a capa y espada, la soberanía y consolidación de la integración latinoamericana.

1maceo y che