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innovacion fogon22. Orestes, a la izquierda, Omaida y Luciano, con su inventiva ahorraron a la empresa 500 mil pesos, utilizables para la compra de nuevas cocinas. . Fotos: Leonel Escalona Furones

La vida útil de ocho fogones con nueve años de explotación, en la Unidad Empresarial de Base (UEB) de Servicios Generales de la Empresa Eléctrica, parecía haber llegado al final. Las vetustas tuberías conductoras del gas ya rígidas y calcinadas dejaban escapar el combustible constantemente. El mal estado en general de los equipos provocó más de un incidente.

Es entonces que los cocineros Orestes Rodríguez Castelnao, Omaida Soto Torres y Luciano Antonio Fernández Gómez se unieron y dieron riendas sueltas a su ingenio creador con el fin de solucionar lo que se convertía en una amenaza para su propia seguridad y la de todo el que entraba al área de elaboración de alimentos.

“Los equipos estaban tan defectuosos -narra Omaida- que en un momento uno de ellos explotó y subió la candela casi hasta el techo… tremendo susto el que me llevé.

“Los trabajadores de Calderas y Servicios Técnicos dictaminaron que las cocinas ya no tenían solución, que entregarlas a materia prima sería lo mejor - interviene Orestes- en tanto Seguridad y Salud decidía cerrar el local y mientras se compraban nuevos equipos, nosotros, más los tres compañeros del otro turno, debíamos seguir trabajando con carbón para mantener la alimentación de aproximadamente 500 personas, entre linieros, despachadores y operadores de subestación de guardia.

“Había que hacer algo para humanizar nuestra labor -dice Luciano- pues pasábamos hasta nueve horas lagrimeando frente a un carbón que no siempre prendía bien, sin contar que teníamos que cocinara la intemperie, a veces con lluvia, mucho aire, sol ardiente o al sereno, y el empezar temprano en las madrugadas y a altas horas de la noche cuando acabábamos, en ocasiones nos ponía de mal humor”.

“Nos dimos, pues, a la tarea de recopilar las mangueras de los extintores de incendio en desuso -puntualiza Orestes- y algunos pedazos de aluminio, con ellos sustituimos las requemadas tuberías por otras nuevas y onduladas para evitar que la candela le hiciera daño”.

“También utilizamos quemadores de viejos reverberos y otros piezas -abunda Luciano- y cuando vinimos a darnos cuenta los fogones estaban trabajando como si fueran nuevos”.

innovacion fogon1. Una manguera de extintor de incendio y pedazos de aluminio, sustituyeron la calcinada tubería de los fogones que amenazaban la seguridad de todo el que entraba en la cocina de la UEB. Fotos: Leonel Escalona Furones

Lo curioso de la historia, es que ninguno de los tres artífices de la inventiva sabía que estaban haciendo un trabajo que ahorraría gastos a la empresa y que más tarde revolucionaría el movimiento anirista en ella, algo dormido hasta entonces y, mucho menos, que serían remunerados económicamente.

“Ni idea teníamos de que era una innovación, yo no sabía que eso podía reportarle ganancias a la UEB, lo que sí estaba clara que a nosotros como cocineros nos resolvería un gran problema -confiesa la Dama de la espumadera, como se me ocurre llamarle a Omaida - quien reconoce, además, que a sus 53 años nunca se había motivado ni interesado por saber qué cosa era la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR).

“Realmente fue una sorpresa para los tres cuando supimos que con la solución habíamos ahorrado 500 mil pesos a la empresa para la compra de nuevos fogones, creíamos que lo que estábamos haciendo era algo muy sencillo, tal vez insignificante, y mucho menos esperábamos que se nos pagara dinero por eso. Solo perseguíamos nuestro bien -tercia Orestes-, pretendíamos más seguridad en el trabajo, mejor higiene, economizar el tiempo, y ahorrar combustible”.

Luciano acota que antes de la inventiva, que lleva un año en práctica, con una pareja de dos cilindros de gas solamente podían cocinar de ocho a nueve días, “ahora llegamos hasta 25”.

Antes de la solución que ellos buscaron a los fogones, según Jorge Naranjo Cardozo, administrador de la UEB, se perdían por escape de gas hasta tres balones en el mes, de los nueve que recibían, y en el año se reportaban 36, es decir 1,7 toneladas de gas disipado, además de que sobrepasaban los cuatro mil pesos al año por la compra de carbón natural.

Alegres por los resultados y sin referencia de que en el país existe inventiva como la suya, ese trío agradece el reconocimiento a su aporte, pues al decir de ellos, la labor de los cocineros de las empresas casi siempre queda en el anonimato. Motivados, están listos para realizar el mismo trabajo a las cuatro cocinas de la empresa del municipio de Baracoa, ya que se encuentran en situaciones similares a la que enfrentaron acá en la ciudad capital.

Dos hombres y una mujer que sin proponérselo beneficiaron a su empresa y luego de saborear el triunfo de una inventiva me despiden aseverando: “A los problemas no hay que temerles, se les enfrenta”.