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maisi carros restablecimientoGracias a la solidaridad de brigadas de avanzada de otras provincias se restablecieron las telecomunicaciones en zonas afectadas por Matthew

Matthew nos dejó destrozos, pero también lecciones casi en las mismas dimensiones. Vino a removernos el piso y las certezas, sacó a la luz precariedades y carencias, y nos puso a punto preguntas, horizontes que de otra manera nunca nos hubiéramos formulado como necesarias, como posibles.

Vamos a entendernos. Si pudiera decidir hubiera preferido que no pasara por Cuba, que por alguna variable desconocida de pronto se torciera su rumbo; pero pasó, despeinó paisajes, dejó casas en los huesos e implantó un gris que solo ahora va cediendo con las últimas lluvias.

Y eso lo cambió todo.

Cada techo ido es una lección. Cada casa que resistió también. Al margen de las casualidades y las variables, donde Matthew entró más duro solo el concreto, solo el techo hecho de mezcla de piedra, cemento, arena y acero pudo plantarle cara y salir ileso.

En otros sitios, solo resistió lo que tenía cualidades para ello. El horcón bien plantado, la teja bien colocada, con los agarres según el tipo de material y en cantidades suficientes…

De modo que nos echó en cara las características de nuestro fondo habitacional, donde son mayoría las viviendas clasificadas en regular y mal estado y en el que mayorean las cubiertas ligeras: que no es lo mismo.

Por eso, en Baracoa y Maisí cada tanto te encuentras a alguien que te cuenta que en una casa de mampostería se guarecieron 50, 100, 200 personas que se evacuaron desde antes o llegaron a medianoche, tras dejar su casa en el suelo o con el techo arrancado de cuajo, y que de esa manera se salvaron de vivir o morir a la intemperie endemoniada de aquella madrugada del 5 de octubre.

Pero también el huracán enseñó la vara en tierra para salvaguardar bienes, cosechas, animales y familias, y las decenas de cuevas que abrigaron a los vecinos en todo el litoral sur de Maisí con sus nombres de gente: Pellín, Ramona, Jabao, Ramón, Vidaíl, Maguey, Euclides, Remigio, Noel…; y en Punta de Maisí.

En sus andanzas, nos abrió los ojos sobre cuánto nos falta en materia de redes de telecomunicaciones para tiempos de contingencias extremas: la ausencia total o casi total de noticias de Maisí durante varias horas, dejó lecciones que ETECSA parece haber aprendido, cuando poco después del meteoro abrió las puertas de Baracoa y del propio municipio extremo oriental al mundo a través de estaciones satelitales.

Vino asimismo a recalcar la importancia de prever, de tener lista la venda para cuando aflore la llaga: la casi completa recuperación del servicio eléctrico en los municipios afectados, el gran avance en las telecomunicaciones…, no hubiera sido posible sin las brigadas de avanzada, sobre todo en Baracoa y Maisí.

Como tampoco la apresurada restitución de los principales servicios existiera sin los cientos de postes eléctricos, transformadores, camiones, arena, equipos especializados en la construcción, alimentos…, que se adelantaron en el largo camino de la reconstrucción, que desde entonces se sabía complejo.

Para bien, Matthew confirmó la valía de los planes de evacuación de la Defensa Civil que hicieron posible que no se perdiera ninguna vida humana, el hecho de que en Revolución no hay nadie desamparado y la fuerza incontenible de la solidaridad humana, la organizada pero también la espontánea.

A la prensa, nos queda el ejemplo de los reporteros en el sitio del desastre, contando desde la trinchera en que se convirtió el extremo oriente ante ese enemigo poderosísimo ante el cual, si no fuimos capaces de prever, de nada nos servían las ripostas; y la urgencia de crearnos planes realmente funcionales ante situaciones de contingencia.

Cada entidad, cada ramo en la provincia tiene sus propias lecciones, casi siempre sayos que se ajustan con el denominador común de lo inédito. Matthew, por lo menos para las generaciones vivas de guantanameros, fue lo nunca visto. Ni Flora, ni Hilda, ni Ike, ni Sandy, ni nada parecido por más que se esfuerce la memoria.

Bien valdría atesorarlo todo. Lo que hicimos y lo que nos faltó por hacer…, porque a fin de cuentas, nadie sabe cuándo podríamos necesitarlo.