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sayu“Mi mayor orgullo es haber conocido bien de cerca al Che”, confesó Nicolás Sayú Savón, combatiente y escolta personal del Guerrillero Heroico durante la misión en el Congo Leopoldville. Foto: Leonel Escalona Furones

“Además de ser cubano, entregarlo todo por la Revolución, sentirla y vivirla intensamente durante más de medio siglo, mi mayor orgullo es haber conocido bien de cerca al Che”.

 

Eso fue lo primero que expresó Nicolás Sayú Savón entrevistado a propósito de las actividades que se desarrollan en recordación del legado de Ernesto Guevara de la Serna, en el año 50 de su asesinato en Bolivia.

 

En su modesto apartamento en el reparto Rubén López Sabariego, donde vive hace más de tres décadas, compartió recuerdos, este hombre humilde y sencillo que permaneció un año junto al Che, como uno de sus escoltas personales durante una misión secreta en el Congo Leopoldville, hoy República Democrática del Congo.

 

“Es un privilegio haber estado tan próximo a un hombre de talla universal, que luchó no solo por la liberación de Cuba del yugo imperial norteamericano sino también por la independencia de otros pueblos. Su espíritu internacionalista da la medida de su grandeza y de que es un ser muy querido por los amantes de la paz y el progreso en el mundo.

 

“Era excepcional, capaz de dar la vida por cualesquiera de sus compañeros de fila, lo que habla de su valor inigualable. Despreciaba el peligro, exponiendo su vida en combate durante innumerables oportunidades. No temía a la muerte.

 

“Talentoso, con pleno dominio de la táctica militar, fundamentalmente en la guerra de guerrillas, tenía suficiente capacidad para organizar y dirigir el combate por difíciles y adversas que fueran las circunstancias.

 

“Como jefe mostró cualidades ejemplares, tenía puño de acero con guantes de seda, como se dice popularmente, porque se conducía muy exigente, inspirador de gran respeto, pero al mismo tiempo te trataba con cariño. Ese comportamiento provocaba la admiración en sus subordinados, quienes también estábamos dispuestos a morir por él.

 

“Es difícil destacar algún valor específico del Che porque tenía muchos, sin embargo, sobresalía su alto sentido de la responsabilidad, liderazgo natural, profundos sentimientos humanitarios y justeza. Se preocupaba por las condiciones de la gente y comía después que los demás lo habían hecho. Era sacrificado, estudioso y siempre con su fusil en ristre iba en el primero en el combate.

 

“Sufría constantes ataques de asma, pero no se dejaba vencer, por el contrario, se sobreponía a agotadoras marchas y a las inclemencias del clima, con férrea voluntad, a pesar de carecer, muchas veces, de los medicamentos necesarios”.

 

Cuenta el entrevistado que a la nación africana partió en el año 1965 con grado de teniente por decisión del alto mando, cuando estaba a punto de licenciarse del ejército.

 

“Fuimos fingiendo ser músicos, luego de un fuerte y riguroso entrenamiento en Pinar del Río y Santiago de Cuba, donde nos prepararon para actuar en una guerra de guerrillas. Nadie sabía que saldríamos del país y mucho menos que estaríamos bajo el mando del Che.

 

“Sospechábamos que iríamos a un país africano, porque todos los seleccionados éramos de piel negra, pero lo supimos cuando llegamos a él”, comentó quien narró anécdotas reveladoras de las complejas y peligrosas circunstancias que tuvo que enfrentar como escolta personal del Che junto a Carlos Coello, Tuma, y Harry Villegas, Pombo”, precisó.

 

Siguiendo el ejemplo del legendario guerrillero, de regreso a Cuba cumplió otras misiones no tan peligrosas, pero importantes como aquella.

 

“Me incorporé como jefe de un batallón a la brigada invasora Ernesto Che Guevara, para desbrozar tierra y cultivar arroz en Granma, fundamentalmente, aunque primero recibimos preparación en La Habana, porque prácticamente éramos analfabetos.

 

“Años después, en la zafra del 70, participé en los cortes de caña y el tiro de la gramínea, como chofer de camión”, abundó Sayú, de 72 años de edad, quien trabajó en la Empresa provincial de Ómnibus y en la sede de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana.

 

Para Sayú, quien no pudo asistir a la escuela y desde pequeño tuvo que trabajar duro para ayudar a la madre en la crianza de otros 10 hijos menores, la única solución a los problemas imperantes en Cuba fue la Revolución que dio la libertad definitiva al pueblo.

 

“El capitalismo que imponían sucesivos gobiernos de los Estados Unidos era criminal y despiadado. Yo vivía en el campo, tenía que hacer ajustes con dueños de fincas para ganar unos centavos desyerbando y recogiendo café, pues había que pagar los estudios y el dinero no alcanzaba ni para comer.

 

“Luego del triunfo, el primero de enero de 1959, me incorporé con 16 años a la lucha contra bandidos”.

 

Después de más de medio siglo de aquella inolvidable misión, el Che sigue siendo la principal fuente de inspiración para Sayú, quien afirmó que la mejor manera de honrar al legendario Guerrillero es multiplicando su ejemplo con el cumplimiento diario de lo que corresponde a cada cubano, especialmente a los jóvenes.

 

“Solo así premiaremos el profundo espíritu de sacrificio, humanitarismo, valentía y austeridad de quien ofrendó su vida a la lucha antimperialista para conquistar la verdadera libertad de los pueblos latinoamericanos”, afirmó Sayú, quien, luego de jubilarse, actualmente trabaja en la Escuela Vocaciol de Música Antonia Luisa Cabal.