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doctora dailet lobainaLa doctora Dailet Lobaina recibe a Anaisa y a su pequeño a la entrada del consultorio Yumurí, situado apenas a seis metros del mar. Foto: de la autora

Una parte de su tierra parece atrapada en la época del descubrimiento. La ciudad, sin embargo, refleja tiem­­pos más contemporáneos, aunque su gente, siem­pre afable, mantenga intactas tradiciones tan añejas de cuando la naturaleza no había perdido allí ni un ápice de su virginidad.

 

Y ahí está la singularidad de Baracoa: en la tierra, la ciudad y su gente. O quizá podría estarlo en su nombre de origen araucano; en su categoría de primera villa fundada allá por 1511; en la simbiosis de montañas, ríos y mar; en sus costumbres y leyendas aborígenes que aún se evocan más de cinco siglos después.

 

Pero hay otras historias, menos míticas tal vez, más cotidianas, que también hacen particularmente auténtica a Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa. Historias de hombres y mujeres de bien que llevan sus saberes has­ta rincones apartadísimos de esa geografía, don­de las “leyendas” de hoy, probablemente, ha­blen de curaciones y hasta tengan sus nombres.

 

A ORILLAS DEL YUMURÍ

 

Pudo ser un encuentro casual. O quizá Anaisa ya sabía de nuestra visita y quiso, por ello, esperarnos para contar su experiencia. En definitiva, allí estaba en el consultorio Yu­mu­rí, del Consejo Popular Mata–Guandao, muy próximo a la desembocadura del río del mismo nombre.

 

“Fueron días de mucha angustia”, dijo con los ojos húmedos y clavados en el mar que casi besa al consultorio, o viceversa. Entonces nos contó que con apenas un mes de nacido, su pequeño Osniel Tomás fue operado de una estenosis hipertrófica del píloro, afección que le producía muchos vómitos y no dejaba alimentarlo.

 

Fue Dailet Lobaina, su médico de familia, la primera en emitir el diagnóstico, el mismo que confirmaron rápidamente tanto en el hospital municipal de Baracoa como en el de la cabecera provincial de Guantánamo, donde fue intervenido.

 

Según la doctora de Yumurí, esta fue una gestante con riesgo genético incrementado, por lo que recibió seguimiento de esa especialidad hasta la semana 32. No obstante, todo pa­recía estar bien y el niño nació, aparentemente, normal.

 

A los pocos días, sin embargo, aparecieron los vómitos. Luego fueron incrementándose y el pequeño empezó a perder peso. En la consulta, subrayó Dailet, “notamos que tenía un signo en el abdomen y las ondas peristálticas eran constantes. Enseguida pensamos en una estenosis hipertrófica del píloro y lo remitimos”.

 

Ya ha pasado más de un mes de la cirugía y Osniel Tomás evoluciona de modo favorable, muestra todos los reflejos normales, en correspondencia con su edad, y ha aumentado de peso, aseguró la doctora, consciente de la valía de aquella consulta inicial donde le detectaron a tiempo la enfermedad.

 

Quizá por eso Anaisa le esté tan agradecida. Y también a todos los demás médicos que curaron a su bebé. Apenas una muestra de lo mu­cho que hacen estos profesionales, casi a diario, casi anónimo.

medicos en baracoaPara llegar a la comunidad Velete, los médicos y enfermeras deben cubrir, obligatoriamente, una parte del trayecto en bote. Foto: de la autora

RÍO ARRIBA… HASTA VELETE

 

Asil Lores es pescador. Y probablemente jamás pasó por su cabeza la posibilidad de estar cerca de los médicos, de ayudarlos y hasta transportarlos. Pero la vida es impredecible, y desde hace mucho tiempo este hombre surca el Yumurí para llevar a los doctores y enfermeras hasta las comunidades ubicadas al otro lado del río, y al mismo tiempo, trasladar a los pacientes.

 

“Es un placer ayudar a profesionales tan sacrificados”, dijo resuelto y quienes le escuchamos coincidimos, sobre todo en las cuotas de sacrificio, porque es cosa grande desandar, casi salidos de la universidad, las montañas baracoenses, en mulo o a pie, entre pasos de río, algunos con el agua al pecho.

 

La doctora Dailet Lobaina forma parte de ese grupo. Se graduó en el 2013 y antes de llegar al consultorio Yumurí, trabajó en el de Pal­ma­rejo, perteneciente al Consejo Popular La Cu­chilla, donde “las viviendas están muy distantes, entre laderas resbaladizas”.

 

De esa etapa guarda anécdotas como la de aquella ocasión cuando rescató a una embarazada con amenaza de parto pretérmino, pues la muchacha había abandonado el hospital donde estaba ingresada. Ella vivía bastante lejos y la tuvieron que sacar en hamaca con ayuda de los vecinos. Y aunque fue una situación muy tensa, la mujer dio a luz a una niña saludable.

 

Al año, aproximadamente, trasladaron a Dailet para el consultorio Yumurí, el cual atiende a poco más 640 habitantes. Se trata de una población en envejecimiento demográfico, en la cual predominan la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, el asma bronquial, las cardiopatías y las enfermedades respiratorias agudas.

 

Aquí también los asentamientos están muy alejados. Velete, por ejemplo, es el más distante y está a mitad del río.

 

Reconoció la doctora que “con buen paso, son tres horas y media de camino. Allí tenemos una gestante y una niña menor de cinco años, a quienes hay que ver, al menos, una vez por semana”.

 

Obligatoriamente, tienen que cubrir una parte del trayecto en bote y luego caminar por lugares tan estrechos como El Veril, donde el más mínimo descuido puede hacerlos rodar y caer al río.

 

“Es un sitio complicado, pero la población es muy agradecida y eso compensa un poco”, comentó Dailet, y no dudó en admitir lo difícil de laborar en la comunidad donde “tienes que enfrentar cualquier urgencia, a cualquier hora y cualquier día”.

 

Pero no todo es malo. A juicio de la joven doctora, “esas circunstancias te obligan a prepararte más, y sientes miedo, pero no puedes demostrarlo, solo puedes hacer bien las cosas y tirar para adelante. Entiendes, luego, que amas eso y que no hay mayor satisfacción que la de salvar una vida”.

 

CIFRAS QUE HABLAN

 

Aunque la cifra está por debajo del índice nacional, y es perfectamente un indicador primermundista, la tasa de 2,5 de mortalidad in­fantil por cada mil nacidos vivos en Baracoa no satisface a Yuri Alexei Hernández, director mu­nicipal de Salud, quien hizo referencia a las es­trategias desplegadas para mejorar esos re­sultados y tratar de igualarlos con los obtenidos en la mortalidad materna que permanece en cero.

 

Las instalaciones sanitarias de Baracoa, se­gún dijo, atienden más de 81 600 habitantes y a ello se adiciona una población de atracción de los municipios de Imías, Maisí y parte de Moa, perteneciente a la provincia de Holguín.

 

Sobre las transformaciones emprendidas en esta segunda etapa por el sistema de salud en el municipio, explicó que de los 90 equipos básicos de salud existentes, quedaron 85, todos incluidos en el Plan Turquino. De ellos, 14 son considerados de difícil acceso, a los cuales hay que llegar a pie, con transporte de tracción animal o utilizar medios marítimos y fluviales.

 

Eso, en su opinión, complejiza el desempeño del personal de salud, compuesto por 605 médicos y 800 licenciados en enfermería en todo el territorio. Eleva, además, la importancia de tener habilitados tales consultorios para ofrecer los primeros auxilios a los pacientes y lograr estabilizarlos, pues algunos asentamientos se encuentran a alrededor de 40 kilómetros del hospital municipal.

 

Dentro de las acciones de mantenimiento y reparación previstas en el 2015, aludió al remozamiento de dos policlínicos y ocho consultorios, con el propósito de aumentar la calidad de los servicios y de las condiciones de trabajo. También debe cambiarse de lugar el equipo bá­sico de Yumurí, apenas a seis metros del litoral, debido a los daños provocados por las penetraciones del mar.

 

El próximo año debe intervenirse igual nú­mero de consultorios, reflejo del interés de me­jorar el Programa del Médico y la Enfermera de la Familia y rescatar sus preceptos fundacionales.

 

También en el hospital Octavio de la Con­cepción de la Pedraja se acomete la primera eta­pa de un proceso de reparación que incluye los filtros biológicos, los cuerpos de guardia de pe­diatría y de adultos, las salas de gestantes y de neonatología, así como la impermeabilización de los techos.

 

Es probable entonces que Baracoa no sea la excepción entre los disímiles territorios del país donde se emprenden inversiones y perfeccionan indicadores. Sin embargo, debe ser particularmente excepcional entre aquellos lugares de relieve agreste y costumbres resguardadas, cu­yas “leyendas” de hoy llevan nombres de mé­dicos.

 

Fuente: Periódico Granma