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obra pintura primitivaObra Recuperando, de Ángel Llopiz Martínez (Mella, Santiago de Cuba) Foto: RadioBaracoa

La pintura primitiva vuelve a verse en Baracoa como se ve solo una vez al año, a través de las obras del Salón Territorial de Arte Naif Pedro Sabó, un evento cuya suerte hay que celebrar sobre todo por sus cuatro ediciones consecutivas.

Hoy se exponen en las salas de la galería de arte Eliseo Osorio una muestra personal del artista Eduardo Enrique Núñez Pérez y una exposición colectiva de creadores de la Primera Villa de Cuba, Guantánamo, Santiago de Cuba, Holguín y Camagüey.

A propósito de Núñez Pérez, hay que decir que si antes vimos la madurez creativa de este artista de Imías en las piezas que con frecuencia envió a los principales encuentros de pintura que acoge Baracoa, ahora existe la oportunidad de comprobar que al autor se le agradece cada viaje hacia la Ciudad Primada para mostrar sus cuadros.

La calidad técnica y la policromía propias de las piezas de Núñez se acompañan de un buen reflejo de la vida en el campo cubano, y en específico de un entorno conformado por montañas, ríos, animales, bohíos y personas que en su andar también dan color a la rutina.

Son pinturas en las que prima la gracia del buen arte naif, y que también está presente en el quehacer de artistas baracoesos como Santiago Lambert, Rolando Estévez, Víctor Blancar, o el moense Rafael Cala, todos participantes en el salón que enaltece la trascendencia de Pedro Sabó.

No hay mejor evocación a un maestro que honrar con su nombre el encuentro oficial de una institución cultural, al estilo de Mariano Urgellés para designar el evento dedicado aquí al paisaje, o Eliseo Osorio para respaldar las pretensiones del Salón territorial de Artes Plásticas.

De vuelta al evento de arte naif, quizás lo más lamentable sea la ausencia de, aunque fuese, una obra invitada de creadores con un trabajo establecido incluso a nivel nacional y entre quienes menciono a Lawrence Zúñiga, el santiaguero de origen baracoeso que otras veces estuvo con nosotros.

Aún así, alienta confirmar que gradualmente el arte naif gana practicantes, partidarios, espacios de exposición y una aprobación tal vez motivada por la impresión engañosa, pero gratificante, de que casi cualquiera puede llevar aparentes inocencias a la categoría de arte.

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