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Guantánamo zona de música

Frank Fernández regresó a Guantánamo para celebrar el 145 cumpleaños del otorgamiento del título de Villa.

Hijo por adopción de esta ciudad, varios son los lazos que lo unen a la tierra entre ríos. Pudiesen citarse, por ejemplo, la música alegórica de la Plaza de la Revolución Mariana Grajales; la Fama, galardón mayor de la ciudad que le fuera otorgado en 2009; la amistad entrañable con Lili Martínez Griñán o, el vínculo más fuerte, el amor que le profesan los admiradores que desde la distancia propia de la provincia más oriental, siguen sus pasos en el mundo de la música.

“Con Guantánamo tengo -y los músicos guantanameros conmigo- una deuda contraída en el teatro Guaso: hacer un changüí. No sé cómo lo haremos, ni si se podrá hacer en la forma clásica, supongo que habrá que incorporar algún elemento lírico, otro pianístico, porque como todos sabemos ese género no lleva piano. Pero bueno, ya hice un experimento con los muñequitos de Matanzas, el Guaguanpiano, que aunque siempre aclaro, no es una cosa folclórica pura, sí es una recreación. En el caso de la conga fue un atrevimiento mayor, y el changüí es casi como el suicidio”.

Podría hablarnos sobre su amistad entrañable con el pianista guantanamero Lilí Martínez Griñán, cuyo centenario celebramos este 2015.

“Cuando se hace el primer festival del son, que fue aquí en Guantánamo, yo voy a ver a Lilí, porque conocía que era el mayor y más grande pianista sonero que había existido -sobre todo, en la época de oro de la música cubana, cuando llegó a Nueva York y triunfó con el conjunto de Arsenio Rodríguez- le digo que me ayude, que me han invitado al Festival del Son y quiero hacer aquí un papel decoroso, no solamente tocar una sonata de Beethoven.

“Entonces me ayudó, me dio unas cuantas clases magistrales, teníamos la ayuda de Pancho Amat, los artistas del Manguaré,… ya yo tocaba bolero y algo de música popular, pero aún no tenía el conocimiento necesario para presentarme aquí”.

Rememora Frank Fernández las razones y negativa del músico para negarse a acompañarlo entonces a la tierra que lo vio nacer:

“Cuando le dije Lilí, vamos, me respondió: a mí me acaban de devaluar, me acaban de quitar la A, cuando hice la evaluación con Estrellas de Chocolate, unos eruditos de la cultura -que Dios los perdone- y yo a Guantánamo no voy, que vayan los A. Pero tú me vas a representar.

“Imagínese usted, eso aparte de un gran honor, también me inspiró. Yo me esforcé muchísimo, además de las fórmulas, del ensayo, del entrenamiento en las improvisaciones soneras en las que Lilí era el mago, pude presentar algo mío que se llama Son Guantánamo, que se hace con orquesta o sintetizadores, y no se me olvidará que aquí, en el teatro Guayo, año 1980, me aplaudieron mucho, no decirlo sería vanidoso, porque la falsa modestia es la peor expresión de vanidad, y ahí mismo cogí el micrófono y dije: si algo de valor pianístico en el ritmo sonero he tenido, se debe a ese gran maestro que es para Cuba y para el mundo Luis Martínez Griñán.

“En aquel teatro, con lo que había pasado, todo el mundo empezó a buscar a Lilí ¿dónde estaba Lilí?, y yo dije: Lamentablemente, no está aquí.

“Enseguida vinieron algunos compañeros inquiriéndome: ¿qué pasó, por qué dijiste eso? Eso es una ironía… y respondí: la barbaridad la hicieron ustedes, que han quitado la A al mejor pianista sonero del mundo. La reacción no se hizo esperar: fueron a la Habana, le otorgaron la A a Lilí, y a partir de ahí surgió una entrañable amistad”.

A Frank Fernández debemos también la única memoria audiovisual que existe sobre el precursor del son montuno…

“Con Julio García Espinoza investigué y no había nada filmado de Lilí Martínez. Le pedí entonces a Julio que me diera las cámaras del Icaic, llamé a Chucho Valdés, lo invité, e hicimos algo que se llamaba concierto para tres pianos, y que es el único documento cinematográfico que hay donde está Lilí.

“Lamentablemente todavía se conoce demasiado poco a Lilí en Cuba, pero usted va a Puerto Rico, Colombia, Panamá, y Lilí Martínez es lo que siempre ha sido, pero mucho más conocido y más mencionado que aquí.

“Eternamente estaré agradecido a la vida por haberlo conocido, me siento cada vez más orgulloso y muy contento de que su pueblo empiece a retomarlo, porque eso dignifica mucho a Guantánamo. Lilí no necesita de nosotros, nosotros necesitamos de Lilí”.

¿Qué impresiones le deja Guantánamo? Usted estuvo con nosotros cuando celebramos el 139 aniversario de la Villa, y regresó al cumplir 145…

“La ciudad la veo más bonita, más limpia… pero lo que más me gusta de Guantánamo es como está retomando y como está metiéndole fuerza a la cultura en un momento tan difícil económicamente.

“La cultura por razones económicas no tiene los mejores recursos, y yo siento, aplaudo, y estoy dispuesto a colaborar en todo lo que sea posible, porque Guantánamo defiende su cultura, y defiende su patrimonio que es muy grande.

“Ahora con la reorganización del Ministerio de Cultura declararon a Guantánamo como Zona de Danza, y me parece fantástico -vi unos bailarines impresionantes en la gala de inauguración- pero… y esto no hay que declararlo, Guantánamo también es una Zona de Música.

“Porque tener a tres de los más grandes pianistas que ha parido Cuba: Lilí Martínez, Ivette Hernández y Zenaida Manfugaz, estas dos últimas las más grandes pianistas clásicas que había en la época en que yo nací- tenerlos a los tres en la misma ciudad, tener un ritmo como el changüí, que es patrimonial, tener una Tusy, y la manera de tocar el son aquí, que es totalmente distinta a Santiago de Cuba, y voy a conspirar aquí para que seamos una zona regionalizada de música.

“Hay algo importante que debemos aprender de los europeos: ellos están en baja económica, suben los impuestos, pero la tradición la respetan. Porque usted cuando tenga dinero puede hacer más edificios, pero usted no puede fabricar otro Lilí Martínez, usted no puede fabricar otro género como el changüí, no puede fabricar la tumba francesa, no puede fabricar la historia…

“Así que peleen también por reconocer a la música, que ya la historia se las dio, no es por hacerle ningún favor a la música, aprisionen ese patrimonio, yo en lo que pueda los ayudaré”.  

Frank Fernández dejó pactado el compromiso de regresar, y los guantanameros recibiremos con los brazos abiertos al hombre que, laureado por espectadores y críticos de más de 40 países, no duda en compartir con la gente que vive de este lado de la Isla. Para entonces sumará a su repertorio nuestro Changüí, y podremos mover los pies al ritmo de un piano. No imagino cómo será, hay que esperar para ver.