Imprimir

OsnielVirgen durante una de las sesiones docentes domiciliares con su alumno Osniel  -  Foto: Leonel ESCALONA FURONES

Para Virgen Bridón Áreas no existe nada mejor en la vida que educar a sus estudiantes en el amor y la sinceridad, claves para profundizar en la confianza con el alumno y comenzar a desandar los caminos del saber.

En tres décadas de trabajo, asegura haber perdido la cuenta de cuántos niños ha visto crecer. Muchos ya son hombres y mujeres, pero aún así, la maestra ambulante de la Escuela especial José Antonio Echeverría, los considera sus retoños.

“Desde niña me llamó la atención enseñar. Ingresé en la antigua Formadora de Maestros, donde me gradué de profesora de primaria. Luego fui para la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, a hacer la especialidad de Defectología que tanto me apasiona”, recuerda satisfecha esta pedagoga de 56 años, una de las tantas amantes fieles del magisterio.

Un trabajo igual, pero diferente

“Cuando entré a la José Antonio Echeverría fue directo al aula, pero al tiempo vino la propuesta de ejercer ese tipo de magisterio peregrino, que me llamó la atención y acepté. Comencé a dar clases en hogares de niños enfermos, en su mayoría menores de 10 años, quienes no podían asistir a la escuela. A partir de ese momento mi trabajo y mi vida cambiaron”, comenta.

“Osniel Estévez Cremé, uno de mis estudiantes, quien padece la enfermedad de Gaucher, tipo III, la cual provoca apreciables trastornos óseos, tiene seis años y vive en el reparto Caribe. Todos los martes, miércoles y jueves le imparto clases en un cuarto de su casa habilitado como aula por sus padres, quienes apoyan al máximo la preparación del niño”.

El aula, describe la “seño” es como todas las demás. Está decorada con cuadros de Fidel, Martí y otros héroes. Además cuenta con una pizarra, alfabeto, vocales, números, horario, tablilla de colores, y todo lo que lleva un aula cubana.

“Cada mañana que voy, me espera vestido de uniforme para una nueva lección. En su pequeña silla de ruedas recibe todo el contenido que le lleva nuestro equipo de trabajo, integrado por instructores de arte, psicólogos, bibliotecarios y otros especialistas.

“Al principio el niño no se comunicaba, ni hacía el menor ruido. Luego de un año de tratamiento, muestra avances. Dice seño y, en ocasiones, al verme llegar toma el lápiz y hace rayas con la intención de escribir. Ante la instructora de música tararea canciones infantiles.

“Además de la atención que le damos en el hogar, lo llevamos a la escuela a la cual pertenece para que interactúe con otros pioneros. En la jornada Camilo-Che recibió la pañoleta junto a sus compañeros”, rememora emocionada una de sus tantas historias.

Dar amor es dar educación

“Es largo y trabajoso el recorrido que hago diariamente. Salgo de la casa, en el reparto Santa María, y viajo hasta el Caribe. Al terminar allí regreso al hogar, almuerzo y vuelvo a salir al centro o al oeste de la ciudad, a impartir clases a otro niño”, explica quien forma parte de los 35 maestros ambulantes de la provincia, quienes preparan a más de 100 alumnos, de ellos, 64 con discapacidad cognitiva e intelectual, 41 limitados físico-motores y dos sordos hipoacúsicos.

Hoy, Bridón Áreas tiene en sus manos la responsabilidad de formar a Osniel, a Frank Tobías Jiménez, de 12 años, quien padece de fobia escolar, y a Jennifer Otamendi Pozo, de 13, que tiene varias afecciones de salud, a los cuales, además de educarlos y enseñarles las diferentes materias, también los prepara para la vida laboral y familiar.

“Cuando un niño tiene inclinación por un oficio, lo llevo al centro de trabajo de su interés. Por ejemplo, a una de mis estudiantes que amaba la costura, la llevaba a menudo a la textilera donde recolectábamos retazos de tela con los cuales hacía hermosas alfombras.

“Actualmente ella tiene problemas para caminar debido a una parálisis que también le impide trabajar, pero no ganarse la vida, pues aprendió bien la habilidad de coser”, cuenta Virgen, quien reafirma con su hacer la frase del escritor británico John Ruskin: Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía.

Al decir de esta experimentada maestra, basta un minuto para encariñarse con los niños y hacerlos parte de la familia propia. “Por eso me preocupo casi tanto como sus padres cada vez que empeoran de salud”, confiesa esta sensible mujer que interrumpe la entrevista cuando dos lágrimas asoman y descienden por su rostro al recordar a dos de sus pequeños discípulos que ya no están.

Virgen se duele, pero no dejará los caminos de la enseñanza, del amor y el sacrifico por sus “pequeños”, de dar su granito de arena a la formación de estos pinos nuevos, que también necesita el país.