guantanamo ciudad centro

 

Las ciudades constituyen el más relevante testimonio de la cultura material de los pueblos. Cada elemento que las integra resguarda parte de la memoria común, de ahí que contribuyan a la consolidación de la identidad nacional.

 

Cada urbe acumula el legado de siglos, la imagen construida refleja el devenir diario de la nación: desde el poderío colonial español a la obra de la Revolución. Se trata de la historia palpable, tangible, donde se combinan tradición y espiritualidad.

 

Como entes vivos las metrópolis siempre han sido epicentro de la dinámica social, suerte de laboratorio donde tienen lugar incontables transformaciones que afectan las morfologías de los inmuebles, en dependencia de las nuevas preferencias ideo-estéticas. Con cada cambio el entorno se renueva y revitaliza como parte de la evolución social.

 

Sin embargo, no siempre las intervenciones en las edificaciones favorecen la cualidad patrimonial que estos poseen. El desconocimiento, la carencia de recursos y la desatención, agravados por la falta de mantenimiento sistemático y el Período Especial, son males que llevan constantemente a que nuestras ciudades muestren una imagen, distante de lo que muchos desean ver como sinónimo de cubanía.

 

La ciudad de Guantánamo, consolidada a partir de la segunda mitad del siglo XIX, posee un patrimonio edificado que ilustra de forma única los procesos socio-culturales y urbanísticos de décadas atrás. Gustos, necesidades, hábitos y costumbres se conjugan para dar vida a una autonomía arquitectónica que transita desde el estilo colonial hasta el racionalismo más moderno.

 

Mas también el devenir de los años ha hecho estragos en el Guaso, basta caminar el Centro Histórico para percibir cómo se han ejecutado modificaciones al entorno urbano para amenaza del patrimonio edificado: acciones arbitrarias para “resolver” dinámicas de gestión, intereses, déficits habitacionales y refuncionalidad de espacios (garajes, talleres u otros usos) con soluciones inadecuadas, de impacto irreversible.

 

La Oficina de Monumentos y Sitios Históricos y la Comisión provincial de Monumentos cuantifican como las más notables irregularidades constructivas modificaciones de carpintería en fachada; cambio en la cubierta ligera por otra de hormigón armado, la emisión de las aguas pluviales en forma de chorro directo a las aceras y calle, ocupación de la acera por escalones y empleo masivo de la herrería como modo de cierre hermético.

 

Además se suman el empleo de elementos ornamentales no acordes con la arquitectura del entorno, uso excesivo de los enchapes modernos, así como, la colocación de carpintería metálicas y cristales, fundamentalmente en instituciones estatales, que la aproximan a peceras y saunas de vapor con espejismos que dañan a la vista por la refracción de la luz.

 

Estas acciones se realizan en la mayoría de los casos sin consulta con especialistas y personal capacitado para orientar la intervención sobre las edificaciones con valores patrimoniales, pero además irrespetando lo establecido en la Ley No. 1 de Protección al Patrimonio Cultural y el Decreto Ley 55 que regulan las acciones admisibles en los inmuebles, según el grado de protección que poseen.

 

Claro que el desconocimiento de lo legislado, no exime de su cumplimiento y ante tales violaciones el cuerpo de inspectores de Planificación Física en el municipio, luego de evaluar el perjuicio ocasionado debe aplicar medidas para castigar la infracción, que van desde la multa hasta la demolición de los elementos añadidos.

 

Lamentablemente, el accionar de las autoridades es demasiado lento y poco ejemplarizante, por lo que cada día son mayores las ilegalidades en el sector particular y estatal, y hay casos que llevan mucho tiempo de haberse hecho.

 

Sin embargo para los que aspiran a una ciudad próspera, equitativa, segura, funcional y habitable, la oportunidad de definir e instrumentar políticas en el entorno construido, no puede seguir extendiéndose en el tiempo, sobre todo en momentos de actualización del modelo económico.

 

Garantizar el orden urbano-arquitectónico en las nuevas intervenciones y el accionar adecuado de los ciudadanos y entidades, a partir del control y la responsabilidad, será la única vía para conformar la imagen citadina que Guantánamo merece.

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