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padre hijo caricatura

Cuenta la historia que era tarde en la noche y sin embargo, un niño hacía grandes esfuerzos por no dormirse para esperar a su papá. Cuando éste llegó, corrió a recibirlo contento, le dio un beso y ansioso le preguntó que cuánto le pagaban en una hora de trabajo.

El padre, entre molesto y cansado, evadía darle una respuesta porque quería ir a la cama. Ante la insistencia del pequeño, le contestó disgustado y casi perdiendo la paciencia que ganaba treinta dólares la hora, entonces el hijo le pidió prestados veinte, y recibió una reprimenda por tal solicitud. Finalmente, arrepentido por el regaño, le dio el dinero. ¡Gracias papá!, susurró el niño mientras metía su manita debajo de la almohada de dónde sacó un billete de diez dólares medio arrugado. ¡Ya está! -gritó contento- “tengo treinta dólares”. Papi, “¿Me podrías vender una hora de tu tiempo?”.

 

La narración, de autor desconocido, tiene muchas versiones, pero todas con el mismo mensaje aleccionador para la familia. Dedicar tiempo a estar con los hijos, es uno de los mayores placeres que podemos tener los padres y un deber inaplazable.

 

En esta época de tantas agitaciones, en la que sentimos la necesidad de disponer de días con más de 24 horas para cumplir los compromisos, intereses de trabajo, personales, del hogar y buscar las mejores condiciones económicas posibles para su propio bienestar, muchas veces el debido cuidado a la prole queda relegado a plano secundario.

 

O como es práctica casi habitual en esta era marcada por la tecnología, los sentamos o dejamos frente al televisor, la computadora, el tablet, el celular o cualquier otro dispositivo digital, para que se entretengan mientras emprendemos otros quehaceres, en una sociedad donde apremian las necesidades y abundan los problemas por resolver.

 

Pero según aconsejan los expertos en el tema y el sentido común de la responsabilidad, ninguna de esas obligaciones deben anteponerse a la de proporcionar al niño amor, atención, educación, lo que se traduce en disponer del tiempo para ello.

 

Nada es comparable con la satisfacción de pasear con los hijos por espacios entretenidos y útiles como los parques por ejemplo, donde además de respirar aire puro pueden socializar, conocer amigos, correr, instante que podemos aprovechar para lograr que aprendan nuevas cosas, ya sea por la curiosidad que les despierta algo descubierto o porque los induzcamos a ello.

 

Tengo la experiencia con mi hijo de tres años que me pide que lo lleve al parque Máximo Gómez, del reparto Caribe, en la ciudad Guantánamo, lugar que se ha vuelto casi obligado visitar los fines de semana, donde la figura del General dominicano de las guerras por la independencia de Cuba preside el lugar, y ya sabe el nombre del insigne mambí y pregunta por él, entonces de manera sencilla le hablo del patriota.

 

Y existen otras formas aconsejables de compartir más tiempo con ellos y no son siempre aprovechadas, como ofrecerles un espacio exclusivo en el día, reír juntos cada vez que sea posible, llevarlos a hacer los mandados, que ayuden en las tareas de la casa, sentarse juntos a la mesa para hablar de cómo les fue la jornada a todos, practicar deportes los fines de semana, o sencillamente, leerles un cuento antes de dormir.

 

El exceso de ocupación de los padres o sin estarlo tanto se desatienden igualmente de los niños ocasiona en ellos carencias de afecto, autoestima, desarrollan pocas herramientas sociales y crecen sin modelos paternos con tendencia a seguir estereotipos equivocados, no en balde este tema también está refrendado en la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño.

 

Destinar tiempo a los hijos no solo es bueno para ellos, es un momento de disfrute para la familia que mejora los vínculos afectivos, fomenta el aprendizaje, nos ayuda a liberarnos del estrés y favorece la comunicación. Vale la pena hacer un alto en las tareas que tanto nos absorben y dedicarnos un poco más a compartir con nuestra descendencia, se lo debemos, ellos lo necesitan y nosotros también.