1rendición de cuentasEn estos días, se realizó la reunión de rendición de cuentas de mi circunscripción. De nuevo, al anochecer, los vecinos nos apuramos en terminar los deberes de casa para asistir a la cita, como cada seis meses.

Los problemas, en mi barrio, solo tienen pequeñas variaciones proceso tras proceso. Inconformidades con la bodega, la campaña antivectorial, el pollo que sigue llegando con costras de hielo y la música excesivamente alta en el club social ubicado en el corazón de la cuadra.

Desde una de las márgenes del círculo, el delegado expone y escucha. Cuando se pueden resolver las cosas en casa, las soluciones se construyen allí mismo, pero hay tanto que depende de la comunidad…

Las reuniones, en consecuencia, son lo que deberían ser según la página oficial del Parlamento Cubano, un espacio en el que el delegado rinde cuenta de su labor, informa temas de interés, identifica problemas y necesidades, estimula la búsqueda de soluciones y el aporte comunitario en ellas, da respuesta a los planteamientos anteriores y recoge los nuevos.

Pero también sé, porque lo escuchado más de una vez, que allí se sustenta la democracia, y esas, son palabras mayores que rebasan lo que ocurre hoy en esos espacios, que, como los veo, están llamados a cumbres más altas.

Yo quisiera una asamblea de rendición de cuentas que viera más allá de sus narices, más allá de las demarcaciones de la cuadra, de la circunscripción, que ejerciera gobierno haciendo propuestas, denunciando lo mal hecho, más allá del bache, de la tubería rota, y vaya donde late el país.

Ya sé, son reuniones de rendición de cuentas, pero yo me pregunto por qué no se discuten en su seno las propuestas de desarrollo para el barrio, por qué no se habla de las inversiones en espera, por qué la gente no ejerce gobierno opinando, frente a sus vecinos, sobre lo que los afecta, o promete afectarlos.

Por qué el barrio se entera de que se va a levantar una cafetería cuando se ponen los primeros bloques, o que van a cambiar el objeto social de un espacio cuando todo está hecho, por qué seguimos siendo tan verticales en las decisiones si estamos hablando de la construcción necesariamente colectiva de una sociedad mejor.

Esa, también, sería una buena ruta para el tan cacareado sentido de pertenencia del cubano, que cuidará más a conciencia cuando lo hecho sea, efectivamente, su obra, no porque se repita una y otra vez en las consignas, sino porque allí plantó una idea, prevaleció su sueño, su necesidad, su imperativo.

Nos ahorraríamos lamentaciones luego, inconformidades, y tropezones varios con la misma piedra, sería usar la inteligencia colectiva en función del colectivo, garantizar que la gente sienta que su palabra pesa, que es efectivamente representado.

Pero eso requeriría además una transformación del concepto del delegado, porque ese que conocemos hoy, que realiza sus funciones luego de que termina su trabajo del día, un tiempo mínimo, no siempre productivo porque ese delegado es un hombre y una mujer con familia, con deberes conyugales, con hijos, con planes propios…, no puede con tanto.

Es lo que sueño. Es la asamblea que quisiera cuando, por fin, toque a mis puertas. Yo, por esta vez, traté de hacer la diferencia.

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