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En la semana que transcurre volvieron a sonar las alarmas en Guantánamo por causa de los sismos, movimientos de tierras o temblores, nombres por los que también se conocen estos fenómenos naturales que desde hace un tiempo mantienen en vilo a la población del oriente de Cuba.

Durante los últimos días se han reportado tres, todos perceptibles en la tierra del Guaso y otros poblados como Caimanera, El Salvador y San Antonio del Sur, sin reportar otros daños que no sea el susto de siempre con estas sacudidas, algunas bastante fuertes por cierto, pues el último fue de magnitud 4.6 en la escala de Richter, el mayor percibido en 2017 desde el pasado 17 de enero.

Según confirma el Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas (CNAIS), con sede en la Ciudad Héroe, con estos tres se llega a la decena de eventos  sentidos en lo que va de año, cuando por regularidad se registran en Cuba de 15 a 17 en doce meses, aunque en 2016 se reportaron 41 por la situación sísmica anómala vivida en esta región del país entre enero y febrero.

Pero más allá de la información para estar actualizados, de lo que se trata también es de la percepción de un riesgo latente para todos nosotros, el peligro de un fenómeno al que estamos expuestos y que no sabemos cuándo ni con qué fuerza vendrá, por lo que el recordatorio de su presencia nos debe llevar a revisar nuestro actuar en momentos como ese.

Es propósito de estas líneas el llamado a repasar en nuestros hogares, centros de trabajo, escuelas, las medidas para mitigar los efectos de los sismos, que si bien la realidad siempre superará cualquier planificación, no es menos cierto que algunas precauciones pueden ayudar a reducir el impacto.

Por ejemplo, es casi normal que muchísimas personas, una vez sentido el temblor, se queden dentro de las casas, en las oficinas, cuando lo correcto es salir, ubicarse en sitios abiertos, alejados de postes eléctricos, árboles, hasta esperar que se restablezca la calma y evitar entrar a los lugares cerrados mientras se mantengan las réplicas.

Debe la familia tener a mano un bolso, maletín o similares, con algo de medicina y recursos indispensables para una emergencia así, particularmente si hay enfermos que requerirán de esos suministros o para primeros auxilios, y establecer un plan que les permita reorganizarse en espacios previamente acordados.

Hay vivencias que aconsejan hacerse de silbatos, por si ocurre un derrumbe, los sobrevivientes puedan indicar el lugar donde se encuentran y facilitar la búsqueda a los rescatistas, una idea que puede resultar exagerada pero no descabellada, pues estamos obligados a pensar en el peor de los casos.

Existen indicaciones pensadas para quienes estén en un transporte, la calle, el cine, el teatro, dónde ubicarse mejor y en qué posición, pero no voy a enumerarlas, solo creo que es oportuno desempolvarlas en todos nuestros escenarios y no está demás ensayarlas, ajustarlas donde así deba ser, poner pancartas en lugares públicos, conversar sobre el tema en la casa, el trabajo, la escuela, no para sembrar el pánico, sino para la prevención oportuna.

A diferencia de los ciclones, no tenemos un entrenamiento real en caso de sismos de gran intensidad, por eso, no debemos descuidarnos de ellos, sin que nos quite el sueño, y siempre alertas.

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