No por azar le llaman el árbol de los cien usos.
Del cocotero puede aprovecharse –sin temor a exagerar- hasta la última gota de agua.
Raíces, tronco, pencas, los frutos y hasta el polvo tienen utilidad en ramas tan diversas como la medicina, la carpintería, la agricultura o la destilería.
En Cuba, Baracoa es la región de mayores producciones de coco, o por lo menos lo era antes de que el huracán Matthew derribara el 97 por ciento de sus 6 mil 400 hectáreas de plantaciones.
Sin embargo, la sacudida de octubre de 2016, que echó al suelo 99 mil cocoteros, sirvió de impulso para el montaje o modernización de las industrias extractores de fibras, carbón activado y aceite, proyectos iniciados desde 2014, pero solo materializados a partir del pasado año.
La estrategia
En el vivero de Playa Duaba, el más grande del municipio, unas 70 mil semillas de coco se alistan para ser plantadas en la presente campaña. Los preparativos, no obstante, comenzaron mucho antes.
“Después de crear las parcelas en el terreno, se colocan las semillas, que permanecen ahí durante 4 meses y medio, hasta alcanzar unos 150 centímetros y dos pares de hojas, indicativos de que están listas para la siembra”, explica Luis Frómeta Suárez, encargado del sitio.
“Los viveros se encuentran a pleno sol –describe- para que las plantas se adapten a las futuras condiciones de vida. Luego se sacan y se cortan las raíces para que al ponerla en otro lugar, cree otras y fije mejor en el suelo”, subraya el campesino.
Similar proceso tiene lugar en los viveros de Nibujón y Guandao, así como en los más de trescientos microviveros existentes en el territorio, donde se preparan 100 mil semillas, la mitad de las necesarias para el año, pero suficientes en la primera parte de la contienda.
Las plantaciones, de acuerdo con la nueva estrategia, deben realizarse en suelos cuya pendiente no exceda los 20 grados de inclinación; y en lugar de la tradicional distribución cuadricular se adopta la forma triangular conocida como tribolillo, que permite aumentar de 156 a 180 las plantas por hectárea, en hoyos de 60 cm de largo e igual ancho.
No obstante, según investigaciones recientes, se reducen a 4 mil 227 las hectáreas de suelos en buenas condiciones para la siembra del frutal; extendidos a lo largo del litoral desde Santa María (Nibujón) hasta Barigua–Yumurí, las cuales deben rendir lo suficiente para producir, 5.2 toneladas de coco por hectárea en 2024.
Eso beneficia a la Empresa Agroforestal y de Coco de la Villa Primada y a los 2 mil 225 productores asociados, quienes reciben apenas 120 pesos por cada quintal del producto de primera calidad y 90 por el de segunda categoría.
Para optimizar el proceso se introdujo, desde la temporada pasada, equipamiento mecánico, que incluye multipropósitos y barrenos, en tanto se montarán camiones con aditamentos para que un operario pueda desmochar y fumigar las plantas “desde arriba”, lo que supone mejores resultados en esas labores y seguridad de los trabajadores, según Ramón Capdesuña Rosell, especialista en Coco de la Agroforestal baracoense.
“Como novedad –explica- se incorpora el uso de fertilizantes, que hace más de 30 años no se empleaban, y la aplicación de cinco kilogramos de materia orgánica en los huecos antes de introducir la planta.
“Con ese método lograremos cumplir el plan de recuperación de los cocotales previsto hasta 2019, y así entregar a la industria más y mejor producto, teniendo en cuenta que este tarda unos 5 años en alcanzar su máximo rendimiento”, asegura.
Aceite, compromisos y ¿producción?
Entre las 120 hectáreas sobrevivientes a la embestida de Matthew y las mil 800 sembradas en 2017, se estima una cosecha de 201 toneladas de coco para 2018, destinadas fundamentalmente a la extracción de aceite, la industria alimentaria y la obtención de posturas para continuar el programa de siembras, detalló Capdesuña Rosell, también encargado del encadenamiento productivo de ese renglón.
El primero de esos eslabones, y quizás el más importante en Baracoa, ya está comprometido a largo plazo con la Empresa Suchel, entidad que demanda todo lo fabricado para su utilización en jabonería y perfumería.
Solo que, por lo menos este año, la procesadora apenas podrá suplir 100 toneladas de las 400 que habitualmente entregaba, y no será hasta dentro de ocho años, que logre entregar a la corporación las tres mil toneladas de aceite pactadas.
Las causas son, además de la evidente falta de materia prima, la inestabilidad en el trabajo de la fábrica –paralizada en varias ocasiones-, y una rudimentaria tecnología que necesita 8 toneladas de coco para la obtención de una del lubricante.
En la renovación de esta última, invierte la Agroforestal baracoense, que modernizará los añejos hornos malayos y montará tres líneas distintas de refinación, incluido el envase para la comercialización en el mercado local, y la producción de harina para el alimento animal.
Aún no sabe a Baracoa
Aprovechar el buen sabor del coco para la producción de dulces, pastas, vinos, licores y otras variedades alimentarias es, en esta cadena, el eslabón más visible para la población.
En esa dirección, se instalaron en la fábrica de conservas La Primada equipos para moler y cocer el nutritivo fruto; lo que permitirá producir en cantidades industriales dulces tradicionales de la región, incluidos los demandados cucuruchos. Pero eso, aún no ha comenzado.
Tampoco está disponible la tecnología para el procesamiento y envase del agua, bebida demandada por su gusto dulce, propiedades diuréticas y uso en la coctelería; ni para la obtención de vinagres, leche y sustratos, elementos que hasta el momento no pasan de ser proyecciones.
La desfibradora
De afuera hacia adentro, lo primero en aprovecharse es la corteza superior del coco. Para ello se instaló una desfibradora de procedencia china que permite obtener segmentos largos con destino a la exportación, y cortos, empleados por la Industrias Locales Varias en la fabricación de sogas y tapicería de muebles.
El sistema consta, además de la máquina principal, con un tamizador y una cinta transportadora; secadora y dos prensas con capacidad para procesar entre 150 y 250 kilogramos de coco por hora.
Desde finales del año pasado la fábrica “muele” los miles de caparazones recuperados y seleccionados en los campos; y aunque todavía no alcanza grandes resultados, suple el viejo anhelo campesino de dar un buen destino a la corteza del fruto, acumulado por años en las tierras.
El polvo resultante de este proceso, se destina al abono de tierras para la agricultura.
No obstante, todavía queda mucho por hacer. Prometidos para 2018, están los equipos que permitan utilizar la fibra en la fabricación de colchones y losas de falso techo, elementos contemplados en una segunda etapa de montaje, junto a una carpintería, en fase de terminación en la propia instalación.