campesina vilmaFoto: de la autora

Trabajar la tierra no es una tarea fácil: son horas y horas laborando bajo un intenso sol que castiga la piel y se necesitan fuertes brazos para arrancar las malas hierbas o cargar un saco de boniatos, y un cuerpo resistente que no desfallezca.

Por estas razones y más, muchas personas piensan que la agricultura es para los hombres, sin embargo, a lo largo de la historia, las féminas han demostrado que no es así. Vilma Ester Revilla Rodríguez es una de esas mujeres.

Aunque es guantanamera, a sus 50 años de edad confiesa que la tierra la unió para siempre con Manuel Tames, y allí piensa permanecer hasta el último de sus días.

¿Cómo surge la Vilma campesina?

“Eso fue un giro de 360 grados en mi vida. Imagínate que yo era maestra y vivía en Guantánamo, cuando, en el año 1992, debido a la difícil situación económica que atravesaba el país, se hace un llamado a los militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas y el Partido a incorporarse a la agricultura, yo militaba en las filas de la Juventud y decidí dar el paso al frente y unirme al Contingente II Frente Frank País.

“De esa forma llegué al mundo del campesinado y al municipio Manuel Tames.

Dos años más tarde el gobierno cubano adopta la medida de otorgar tierras en usufructo, para ese entonces ya me había enamorado de la agricultura, así que solicité un terreno, y como dicen por ahí hasta el sol de hoy”.

Pero no ha sido siempre solo el trabajo en la tierra.

“Las responsabilidades siempre fueron parte inseparable de mi vida, así que con los años fui seleccionada para ser integrante profesional de la dirección de la Cooperativa de Créditos y Servicios Ángel González, de Jamaica, a la cual pertenezco desde que llegué a este municipio.

“También soy miembro de los comités municipales del Partido y la Asociación de Agricultores Pequeños, así como del Comité Nacional de esta última organización”.

¿Qué fórmula aplica para llevar adelante tantas responsabilidades?

“Primero que nada tengo que agradecer a la retaguardia que tengo en mi casa: mi hija y mi esposo han sido siempre mi mayor apoyo para cumplir todas mis metas. Así he podido entregar una parte de mi vida a la cooperativa y la otra a la producción.

“Siempre que llego temprano a la casa y los fines de semana, aprovecho para atender mis cerca de dos hectáreas de tierras, en las cuales siembro boniato, maíz, tomate… también entrego leche y carne, de esta forma me mantengo aportando a la economía del país”.

La feminidad es una característica importante para las mujeres, ¿cómo se las ingenia para mantenerla fresca?

“Aunque tenga poco tiempo libre, siempre saco unos minutos y voy a pintarme las uñas, también me gusta arreglarme el pelo para mantenerlo cuidado, y cuando se trata de una reunión o alguna actividad, no falta la pequeña sesión de belleza”.

¿En algún momento extraña el magisterio?

“No, porque aunque ahora sea campesina siempre trato de vincular ambas labores, la educación es algo primario en cualquier ámbito, no importa si es en mi casa, en el surco o en la comunidad; por eso yo soy campesina, dirigente y maestra”.

¡Esa es Vilma!

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