Esta es una historia real. Comienza en el umbral del hospital psiquiátrico de Guantánamo donde una persona se enfrenta a la disyuntiva de salvarse o hundirse en las oscuras aguas del vicio y la dependencia.
Fumaba, caminaba de un lado a otro resistida a someterse a tratamiento médico bajo el autoengaño de que solo, con “voluntad” sería capaz de resolver su problema, sin ayuda especializada… hasta que los facultativos le mostraron la realidad y lo convencieron del mejor camino a seguir: el ingreso.
Tras los trámites y chequeo médico correspondiente se autorizó su admisión en la sala E, destinada a prestar el servicio de desintoxicación y deshabituación a pacientes con dependencia al alcohol u otra droga. Desde ese momento se convertía en el paciente de la cama 7.
Situado en la zona sur de la ciudad el hospital psiquiátrico Luis Ramírez López, es el único centro guantanamero dedicado a la atención y el tratamiento a pacientes con enfermedades mentales u otros trastornos psíquicos o de drogodependencia. La instalación posee cinco servicios básicos: urgencia, tratamiento a pacientes crónicos, agudos, rehabilitación, y deshabituación.
Aunque con notable deterioro constructivo y falta de confort en algunas de sus salas e instalaciones, el hospital es unidad docente y resulta vital la prestación de sus asistencias.
En la sala E trabaja un profesional equipo formado por el psiquiatra (basta nombralo como el profesor Pablo), un psicólogo, enfermeras y asistentes de esa especialidad, e inciden trabajadores sociales, terapeutas y otro personal de apoyo a la salud, todos encargados de asistir a los pacientes alcohólicos y sus familiares.
El tratamiento se brinda de forma gratuita durante la etapa de desintoxicación a la que sigue deshabituación del toxico que tanto daño y marcas deja en estos enfermos.
En un universo de consumismo alcohólico desmedido, con estadística superior a los 120 millones de dipsómanos, el Estado cubano como en el resto de las ramas médicas invierte cuantiosos recursos y financiamiento al tratamiento de esta enfermedad.
Un paciente ingresado por alcoholismo recibe medicamentos varios, y se le aplican diferentes análisis complementarios y sesiones de psicoterapias cuyo costo sobrepasa los 800 dólares.
Durante su internamiento el paciente de la cama 7 conoció a hombres como él, con historias más o menos crueles, y cuyo común denominador es la derrota humana ante el látigo del alcohol.
Durante casi un mes cohabitó con hombres que como él se empeñaban en dejar el vicio atrás y abrirse hacia un mundo distinto. Los vio, vencidos por el etanol, alucinar, desmoronarse, perder la sonrisa y sentirse migajas humanas… pero nunca abandonados a su suerte.
Competentes especialistas los llevaban de la mano a la luz y la recuperación, los inducían a pensar… Si, pensar, como ellos el paciente de la cama 7 tuvo mucho que pensar y comprendió que siempre hay otra oportunidad, que se puede asumir fallas y rectificar, imponer sencillamente la voluntad de avanzar.
Hoy el paciente de la cama 7 siente la vida con más sentido y se ha propuesto intentar salvar a otros como él mismo lo fue. Sabe que no hay tiempo ni justificación para volver atrás.
El paciente de la cama 7 sabe que una recaída es peor que la caída, muy bien que lo aprendió, porque el paciente de la cama 7 soy yo.
Comentarios
Me gustó mucho este trabajo. Le voy a dar el enlace a un antiguo colega para que lo lea. Seguramente le dará fuerzas para dejar el alcohol.
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