PINAR DEL RÍO.–El día en que por fin se decidió a ir al hospital, después de una semana lidiando con el dolor y la fiebre, Mario Luis Guerra sintió vergüenza de contar la verdad, así que le aseguró al médico que aquella hinchazón descomunal en el codo, era producto de un golpe.
Por suerte, a la salida de la consulta, su esposa lo convenció de que debía volver y confesar lo que realmente le pasaba.
El amigo que lo incitó a inyectarse aceite de cocina, le había dicho que en un mes, sus brazos estarían irreconocibles, y así mismo había ocurrido. Solo que el aumento inusitado de volumen no fue por sus músculos, como esperaba Mario Luis, sino por una infección que lo obligaría a entrar una y otra vez al salón de operaciones.
En dos oportunidades, con un día de por medio, se había aplicado el tratamiento: 20 cc de aceite en los bíceps y diez en los tríceps. «El brazo se me empezó a inflamar y se puso rojo, con humor. El mismo día que fui al médico, me ingresaron.
«En una semana entré tres veces al salón. Después me dieron el alta, pero tuve que volver, porque el aceite se me había regado y el brazo se me estaba reventando».
Una decena de cicatrices, delatan el suplicio por el que pasó durante un mes completo. «Primero, hubo que abrir hacia abajo y luego hacia arriba. Pensaba que nunca iba a salir de alta, porque cada vez que me curaban, drenaba aceite y humor, todo ligado», explica Mario.
BÍCEPS DE ACEITE
A Mario Sergio, su hermano jimagua, el aceite demoró un poco más en hacerle reacción. Había empezado primero, y llegó a totalizar cinco sesiones de inyecciones.
«Yo también me las ponía cada dos días y me tomaba dos dipironas para la fiebre, esperaba media hora y después comenzaba a hacer ejercicios, hasta que empecé a sentir decaimiento, y el brazo se me puso malo. Esto se me anchó bastante y se me hizo una pelota de humor», rememora el joven de 23 años, mientras señala su codo izquierdo.
Aunque su hermano, desde el hospital, le había mandado el recado de que ingresara, Mario Sergio trató de aguantar, hasta que no soportó más los dolores y la fiebre.
«En cuanto llegué, me dijeron que tenía que entrar de urgencia al salón. En los nueve días que estuve allí, volví a hacerlo cuatro veces».
El doctor Luis Raciel Breijo, jefe del servicio de ortopedia del hospital Abel Santamaría, la mayor institución de salud de Pinar del Río, explica que a nivel internacional existen sustancias que se usan para aumentar el volumen de los músculos, las cuales cuentan con estudios previos sobre las dosis y el modo de aplicación.
Sin embargo, en los últimos años, en nuestro país ha proliferado el empleo de productos que no fueron concebidos con ese objetivo, ni son suministrados por personal médico, en condiciones de esterilidad.
«Son una serie de violaciones que hacen que al final, el resultado siempre sea malo», dice el galeno.
Entre las prácticas más peligrosas, señala la de inyectarse aceite.
«En nuestra provincia comenzó hace dos o tres años esa práctica, y llegó a ser rara la semana que no teníamos uno o dos casos ingresados. Últimamente ha disminuido, pero no podemos decir que se haya terminado», afirma Luis Raciel.
Según el especialista, en un primer momento, las personas notan un aumento de volumen, que es lo que desean, pero después comienzan la inflamación, el enrojecimiento de la zona afectada, la fiebre. «Generalmente duele bastante, porque los efectos químicos empiezan a producir la necrosis de los tejidos.
«El 90% de los casos llegan aquí en fase de celulitis o de absceso, y hay que ingresarlos, ponerles antibióticos, hacerles un drenaje quirúrgico. A los que tienen un absceso, casi siempre hay que llevarlos varias veces al salón para sacarles el aceite».
Como resultado de ello, advierte que pueden quedar daños funcionales, y también estéticos, de cicatrices que a veces son grandes.
ATAJOS PELIGROSOS
Aparte del aceite, la ingestión de algunos medicamentos también es usada con frecuencia, con el propósito de lograr sin mucho esfuerzo lo que demandaría años de dieta y de gimnasio. Ello también ha dejado efectos adversos, como inflamaciones, la salida de granos purulentos e incluso, dolores en el pecho similares a un principio de infarto.
El máster en Ciencias Domingo Rolando Hernández, profesor de Educación Física en la Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca de Pinar del Río, y presidente de la filial pinareña de la Asociación de Culturismo y Fitness de Cuba, explica que en nuestro país, los inicios de la actividad física en busca de un mayor desarrollo muscular, se ubican a mediados de la década de 1940.
Rolando señala que para lograr un cuerpo armónico es necesario un modo de vida sano, con una dieta adecuada, y un entrenamiento diseñado por un especialista.
Sin embargo, reconoce que en la actualidad existe una tendencia a tratar de acortar el camino, mediante el consumo de determinadas sustancias.
«En nuestra asociación estamos en total desacuerdo con esas prácticas, que tarde o temprano resultan perjudiciales para el organismo», afirma.
Para el presidente de la asociación provincial de culturismo, entre las causas de que un segmento de la juventud acuda al uso de esos productos, pudieran estar la falta de información y de campañas que alerten de los peligros que ello representa para la salud.
CINCO AÑOS
Mario Luis y Mario Sergio coinciden en que de saber los riesgos que corrían, jamás se habrían inyectado aceite.
«Fíjate si eso afecta, que todavía paso trabajo para cargar una cubeta de agua. Yo soy derecho y tengo que cogerla con la otra mano, porque con esta siento como unos latidos. El brazo todavía no tiene fuerza», afirma Mario Luis.
Tanto él, como su hermano, deberán esperar como mínimo cinco años para volver a levantar una pesa.
Aun así, a pesar del susto, las curas, y las cicatrices que les quedaron para siempre, ambos consideran que tuvieron suerte.