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denny secretario gtmo

En solo unos instantes experimentó inquietud y dolor. Cuando Matthew tocaba tierra guantanamera, alrededor de las seis de la tarde del 4 de octubre último, el baracoense de 52 años de edad Denny Legrá Azahares, investido en traje y responsabilidad como presidente del Consejo de Defensa Provincial, pensó en toda la gente que debía de estar sufriendo, que sentiría miedo aun cuando estuviese a buen resguardo, que experimentaría impotencia frente al empuje del viento, de la lluvia, del mar alterado e incontrolable.

Eso y el hecho de que, por primera vez desde que asumiera en 2013 la responsabilidad de Primer Secretario del Partido, le correspondía dirigir las acciones para enfrentar las consecuencias de una desgracia de tal magnitud, explican su humana reacción.

 

Luego, cuando el meteoro enfilaba su furia hacia otra parte, desafió con sus propias manos, y las de otros que lo acompañaban, los obstáculos que alargaron por más de 16 horas un trayecto por carretera que habitualmente vencía en apenas tres, desde la ciudad de Guantánamo hasta Baracoa. Allí comprendió que nada es tan desolador como la destrucción y el daño que se observan después de un huracán.

 

«Si algo caló en mí profundamente fue el encuentro con los primeros damnificados, con familias que lo habían perdido todo y, sin embargo, en medio del dolor y la tristeza manifestaban su confianza en que la dirección de la Revolución no los dejaría desamparados. Y también me conmovía mucho cuando nos decían: “¡Lo que importa es que estamos vivos!”».

 

Durante casi cuatro horas, en entrevista con Juventud Rebelde, pese al interés de centrar el diálogo en lo más actual del proceso de recuperación y sus complejidades, fue imposible abstraernos de un recuento necesario.

Comentó los perjuicios causados por el huracán en más de 70 000 hectáreas de plantaciones agrícolas que, como el coco, el cacao y el café, tienen aquí un importante peso en la economía local y nacional, y cuya recuperación solo será posible a la vuelta de unos años; la destrucción de extensas áreas boscosas que llevará mucho tiempo restituir, y lo arruinado que quedó el 26 por ciento del fondo habitacional de la provincia.

 

No obvió las afectaciones que dejaron sin servicio eléctrico al 46 por ciento del total de clientes en el territorio y que, en apenas 20 días, fue restablecido completamente; las privaciones de comunicación al 62 por ciento de los usuarios, quienes ya recuerdan esa realidad como cosa del pasado, al igual que las más de 79 000 personas que quedaron sin suministro de agua potable. Tampoco fue obviado el golpe tremendo que sufrieron 2 706,50 kilómetros de carretera, muchos de los cuales ya fueron restaurados, como ha sucedido también con las 2 168 instituciones estatales impactadas.

 

Con similar énfasis se refirió a la entrega adicional de cereales y granos del Programa Mundial de Alimentos, a la venta de materiales de la construcción, con la bonificación del 50 por ciento de su precio a cuenta del Presupuesto del Estado, y a la venta de bienes de uso y consumo del hogar que benefician a más de 2 600 familias.

 

Resaltó la estimulante presencia del General de Ejército Raúl Castro, Presidente del Consejo de Defensa Nacional, y de otros dirigentes de la Revolución en las zonas más sacudidas; y la permanencia de ministros y otros altos funcionarios asesorando y adoptando disposiciones que trascendían el poder de decisión de las autoridades del territorio. De todo ello hablamos, y por esas realidades, asegura Denny Legrá, la recuperación marcha a buen ritmo.

 

—Que la recuperación marcha a buen ritmo es evidente, pero no pocos damnificados opinan que el burocratismo, en algunos casos, y la desorganización, en otros, ralentizan la distribución y las soluciones, ¿qué consideraciones pudiera ofrecer al respecto?

 

—Se estableció un orden de prioridad. Primero, los afectados por derrumbes totales y parciales de viviendas; luego, los que perdieron totalmente o en parte el techo de sus moradas, y dentro de estos, las familias con situaciones sociales más complicadas. Pero en todos los casos con la indicación de que sea en cada zona de defensa, a nivel de barrio, de comunidad, de caserío, donde todas las personas se conocen y están conscientes de las necesidades y posibilidades de unos y de otros. A ese nivel es que se determina quién primero y quién después.

 

«Pero eso no quiere decir que el proceso haya transitado sin problemas. No se puede perder de vista que después de Matthew, principalmente en Baracoa y Maisí, donde se concentran las mayores afectaciones en viviendas,  continuaron deterioradas las condiciones meteorológicas: hondonadas, vaguadas, frentes fríos, restos de otros eventos, que han provocado lluvias casi permanentes y muy intensas, y consecuentemente, han complicado la situación.

 

«También se presentaron dificultades en las oficinas de trámites, errores en las fichas técnicas, por ejemplo, y con ello insatisfacciones de la gente, justas, porque no paraba de llover y sus casas permanecían sin techo. Por eso se decidió rápido que, sin perder el control, se entregaran los materiales, aunque las personas no tuvieran en su poder ese documento. Así se ha actuado en cada circunstancia en que no ha fluido bien el mecanismo establecido.

 

«Por otra parte, debido a la magnitud de las afectaciones, tuvimos que emplear mucho personal de fuera del municipio y la provincia, sin conocimiento exacto de las características de cada lugar, además de que no todos tenían la destreza necesaria. Eso, sumado a que los técnicos del municipio y el resto del personal de las oficinas de trámites, la mayoría diría yo, eran damnificados, y muchas veces se mantenían trabajando sin saber qué estaba pasando en sus casas.

 

«Es una situación muy compleja, que ha ido cambiando, se va ordenando, de lo contrario hubiese sido imposible lograr, como ha sucedido, que hasta la primera quincena de enero, en solo tres meses, estén recuperadas 24 466 moradas, o sea, el 72 por ciento de las que sufrieron derrumbe parcial o destrucción en parte o la totalidad de sus techos.

 

«No se puede dejar de tener en cuenta que se trata de más de 42 000 viviendas afectadas, y aunque ha sido colosal lo que ha destinado la Revolución para estas labores, en todo momento no ha estado la totalidad de los materiales que se requieren. Según se tienen, y llegan con cierta sistematicidad, se van distribuyendo».

 

—Y en los casos de las 8 413 casas completamente destruidas, ¿cuáles han sido las soluciones? ¿Cómo se prevé trabajar para que no sean por tiempo indefinido las llamadas facilidades temporales donde hoy viven miles de damnificados?

 

—Se prevé que la solución total de estos casos se alcance en un plazo de cinco años. Ya se entregan tejas de zinc, puntillas y cemento a familias que viven en zonas de muy difícil acceso, para que construyan este propio año sus viviendas definitivas, utilizando también materiales que tradicionalmente forman parte de la arquitectura rural.

 

«La solución para las otras familias que perdieron sus casas y que en estos momentos conviven en facilidades temporales (más de 6 000), en casas de familiares o amigos, y en dos centros de asistencia construidos y acondicionados en breve tiempo, se incluye en un programa de construcción a corto, mediano y largo plazos.

 

«Al 30 por ciento de esos casos se le asignará viviendas de las que el Estado construye, que son 500 petrocasas donadas por Venezuela y edificios multifamiliares que ya se levantan utilizando diferentes métodos constructivos, principalmente el sistema llamado Forsa, que emplea moldes para la fundición de módulos de hormigón, con lo que se logran rapidez, calidad y resistencia. A las restantes familias que perdieron sus moradas se les darán todas las facilidades para que las construyan con esfuerzo propio».

 

—¿Cómo han obtenido los materiales aquellas personas que no tienen la propiedad legal de su vivienda y qué experiencia deja Matthew en ese sentido?

 

—Los han obtenido de la misma forma y con los mismos beneficios ofrecidos al resto de la población damnificada, lo que no quiere decir que ello cambie el estatus o legalización de los inmuebles que reconstruyan o reparen. Son cosas diferentes, lo que sucede es que no podemos, de ninguna manera, dejar a nadie desamparado.

 

«La experiencia nos dice que hay que trabajar para elevar la cultura jurídica de la población serrana en ese aspecto. Una vez concluida esta etapa, acometeremos un proceso de asesoramiento y de información para que las personas legalicen sus viviendas. También hay que imponer orden, según las disposiciones existentes o que se implementen, las cuales siempre serán a favor de la gente».

 

—¿Considera usted que Matthew impactó verdaderamente en la cultura de los pobladores acerca de este tipo de fenómenos naturales? ¿Volverán a refugiarse en cuevas, qué se ha previsto en ese sentido?

 

—Sin dudas impactó. La experiencia ha sido tan fuerte que la población ha comprendido lo que significa construir en lugares inapropiados. Las cuevas u otros refugios naturales donde, por decisión personal se resguardó un número importante de personas, sobre todo en Maisí, son una de las formas de protección reconocidas y existentes, incluso antes de Matthew. Se continuarán revisando, acondicionando y evaluando para ser usadas en la protección de la población ante eventos severos. Se ratificó su utilidad, como también la de los llamados vara en tierra.

 

—Pero las experiencias de muchas personas en ese sentido fueron verdaderas historias de horror…

 

—Muchos se refugiaron espontáneamente sabiendo que existían, incluso muy cerca de sus casas; pero no repararon en las condiciones. Tal vez el desespero los llevó allí. Puede haber sido impactante la vivencia, pero nunca peor que la muerte.

 

«Entre las perspectivas para la protección de las personas que habitan en lugares o en condiciones de peligro, está la construcción de algunas casas de familia e instituciones con cubierta pesada, pues nos percatamos de que no todos los barrios y comunidades poseían inmuebles con esas características, que también ahora demostraron su resistencia a este tipo de fenómenos».

 

—¿Para un dirigente de su nivel, miembro del Comité Central del Partido, diputado, máxima figura política de un territorio, qué ha supuesto la experiencia de dirigir acciones complejísimas tras un impacto natural de tanta magnitud?

 

—Una escuela insustituible. Algunos de nosotros no teníamos la experiencia práctica con eventos de este tipo. Fuimos aprendiendo en la medida en que estábamos precisados a actuar y tomar decisiones rápidas y efectivas ante situaciones cuya solución no figura en ningún manual o reglamento.

 

«Muchos hombres y mujeres ven en ti a la persona que les ayudará a salir de una situación muy dura, eso te ayuda a crecer, más cuando recibes el asesoramiento de quienes han tenido vivencias similares, como el general de cuerpo de ejército Ramón Espinosa Martín, viceministro de las FAR.

 

«La experiencia más valiosa como dirigente político ha sido en todo momento el vínculo con el pueblo, con los damnificados, llegar a lugares muy intrincados y de difícil acceso, y conocer directamente sus condiciones de vida, sus hábitos y costumbres, su nobleza y espíritu revolucionario».

Fuente: Juventud Rebelde