Pronosticar cuándo un ciclón tropical iniciará la denominada recurva, constituye quizá el momento de máxima tensión para los meteorólogos en el seguimiento de estos fenómenos naturales, sobre todo si se mueve por los mares al sur de Cuba.
Definida como el cambio de la dirección general de la trayectoria hacia el oeste y el oestenoroeste por un giro gradual al noroeste, norte y luego al nordeste, que en forma de parábola suelen describir los organismos ciclónicos en alguna etapa de su ciclo de vida, la complejidad de la predicción está dada no solo por los diferentes factores que influyen en dicho proceso, sino también porque el cambio gradual en la dirección de la trayectoria y el incremento en la velocidad de traslación, puede llevar al sistema en pocas horas a pasar sobre puntos distantes de los estimados previamente.
Según explicó el máster en Ciencias Armando Caymares Ortiz, especialista principal del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, el comienzo de la recurva depende de la posición y del desplazamiento de los centros de alta presión, vaguadas y otros sistemas atmosféricos, sus respectivos debilitamiento o fortalecimiento y la interacción que ocurre entre ellos.
Lo anterior pone de manifiesto la importancia de vaticinarla de la forma más certera posible, a fin de adoptar de inmediato las medidas de protección de las personas y bienes de la economía en lugares que hasta ese momento se mantenían fuera del probable cono de trayectoria del meteoro.
Si bien con la incorporación en los últimos años de modelos, tecnologías y programas informáticos de alta capacidad de procesamiento de datos, aumentó de manera significativa la confiabilidad de las predicciones sobre el comportamiento de los ciclones tropicales, predecir la ocurrencia de la recurva genera aún bastante incertidumbre.
Un caso notable tuvo lugar con el huracán de octubre de 1948, que en horas de la tarde del día 4 se movía lentamente al norte noroeste por los mares al sur del cabo de San Antonio. Cuando todos los avisos coincidían en ubicar la zona de peligro en el extremo occidental de Pinar del Río, el ciclón efectuó una recurva cerrada al nordeste y en apenas unas horas los habaneros fueron sorprendidos por la presencia de vientos huracanados.
También está el ejemplo del huracán Michelle, en noviembre de 2001, que amenazaba con impactar de manera directa a la Isla de la Juventud y de pronto comenzó a describir un marcado giro al nordeste, para entrar finalmente en tierra firme (antes pasó sobre Cayo Largo) por un punto al este de Playa Girón.
Más reciente tenemos la recurva descrita por el huracán Wilma, en octubre de 2005, el más intenso de la cuenca del Atlántico tropical hasta hoy, al registrar una presión mínima central de 882 hectopascal. Después de situarse en la porción norte oriental de la península de Yucatán, viró en dirección nordeste, para cruzar por el sur de La Florida.
Existe, asimismo, la nombrada recurva en lazo (sucede con poca frecuencia), que ocurre si el ciclón tropical es bloqueado en su avance hacia el norte por sistemas de altas presiones bien estructurados en todos los niveles de la atmósfera.
Tal condición los obliga a moverse erráticamente, en busca de algún canal de salida, y a veces cruzan de nuevo por puntos geográficos ya afectados.
Muestra de este tipo de recurva lo es el polémico huracán de los Cinco días, en octubre de 1910, que al salir al mar por la costa septentrional de Pinar del Río, un anticiclón situado al norte lo obligó a desviarse primero al oeste, luego al sur y sureste, para retomar el nordeste y hacerlo pasar dos veces por una misma zona, aparentemente en las inmediaciones de Cayo Jutía.
Otro caso fue el del huracán Flora, cuyo lento y errático movimiento sobre el oriente cubano, entre el 4 y el 8 de octubre de 1963, ocasionó torrenciales lluvias (en un solo día se reportó un acumulado puntual de 735 milímetros) con inundaciones sin precedentes en la zona del Valle del Cauto y otros sitios de la geografía de la región.