Guantánamo ha vuelto a demostrar que su fuerza está en su gente, en su cultura y en la responsabilidad colectiva de ayudar al lamentado con su carga. Luego de que el huracán Melissa atravesara el extremo oriental, no pocos acudieron al rescate inmediato, nadie esperó sentado, muchos salieron a construir esperanza con sus propias manos, pinceles y guitarras. En los centros de evacuación, entre colchones improvisados y la incertidumbre, la cultura se volvió refugio emocional.
Antes de que llegara el huracán, instituciones culturales guantanameras habían comenzado a proteger archivos, obras y sedes. Incluso, amenizaron el ambiente en los varios centros de evacuación desplegados en la provincia. Pero es lo que ocurrió después de los vientos lo que mejor define al carácter del artista guantanamero, brigadas y promotores llegaron a comunidades afectadas, improvisando espacios de arte para el pueblo.
Proyecciones de dibujos animados, actuación para niños y jóvenes, la posibilidad de intercambiar, porque de eso se trata la cultura y el quehacer artístico; tender una mano, escuchar y transmitir el mensaje esperanzador de que tarde o temprano las cosas retomarán su curso.
Faltan recursos; la electricidad se hace esquiva por los daños al sistema eléctrico y comunidades todavía esperan el retorno de la normalidad, pero el arte ha estado allí, como siempre, ya aprendió con Oscar, no existe derrumbe o inundación que detenga a un grupo de artistas listos para la batalla.
El huracán Melissa no solo puso a prueba la infraestructura, puso a prueba la humanidad de las instituciones culturales guantanameras. Y en esa prueba, la cultura, ha respondido con decoro y con fe. La reconstrucción que les toca a nuestros artistas, la de los ánimos, comenzó desde antes de Melissa y continúa hoy a un ritmo ascendente y sin pausa, edificando espíritus con el arte como aliento.