Caracas, Venezuela.–Con dos guacales de cerveza y una puerta encima cubierta por una sábana, el doctor Abel Piñero González armó una camilla para atender a los habitantes del barrio El Nazareno, en Caracas.
«Antes de salir de Cuba, el Comandante Fidel nos había dicho que, desde el primer día que llegásemos, comenzáramos a atender al pueblo», rememora 21 años después.
«Me llevaron a la casa en la que viviría. Me presentaron a la familia y me trasladaron hasta la que sería mi habitación». Aún en la entrada preguntó: «¿Y dónde será la consulta?».
Sin tiempo que perder, los anfitriones ubicaron una mesa y dos sillas en uno de los cuartos. «Sin quitarme el polvo del camino, como el Apóstol, comencé a dar consulta. A las seis de la tarde ya había atendido a 60 pacientes».
Esos fueron la casa y el consultorio del doctor Abel durante dos años. Él fue de los primeros especialistas cubanos de la salud que llegaron a la nación sudamericana en 2003.
«Fue un gran honor haber sido convocado por el Comandante. “Van a un lugar difícil, los voy a mandar para sus casas por cinco días –nos dijo–. El que así lo quiera, no tiene que regresar”. Tras el tiempo convenido, los 50 volvimos». Así recuerda aquel momento en el que Cuba y Venezuela se unieron con una obra que brindó aliento al pueblo bolivariano.
La misión Barrio Adentro es un programa de asistencia médica que, ideado por nuestros Comandantes, ha pretendido beneficiar a la población más vulnerable, permitiéndole el acceso gratuito a los servicios de salud.
A su llegada al barrio, el galeno sintió que se «conocían de antes». Para él, «vivir en la comunidad fue muy importante», ya que los acercó a la realidad de sus pacientes, a la par de que esa forma única de los cubanos en el trato a los demás, fue el camino que verdaderamente unió a ambos pueblos.
Los de la Isla ponen su mano en el hombro, conversan, se sientan cerca de las personas que atienden, les transmiten seguridad y, sobre todo, no temen llegar hasta las geografías más intrincadas o los sitios más humildes. Fue de esa manera como se ganaron el respeto y el cariño de las comunidades, e incluso de los malandros y opositores.
La primera labor de Abel Piñero González acá fue «ofrecer consultas en la mañana y terreno en las tardes», aunque no fueron pocas las veces que debió atender casos imprevistos que requerían de estoicismo y sapiencia. Asistir partos en las casas, atender enfermedades infectocontagiosas «que en Cuba jamás se ven», curar heridos con armas blancas y de fuego se convirtieron en su nueva cotidianidad.
En los primeros años aún no se habían construido los Centros de Diagnóstico Integral (CDI) ni las salas de rehabilitación. Hubo médicos que también tuvieron sus consultas en la casa en la que vivían, otros en algún sitio adoptado en el barrio, y algunos debajo de una mata de mango. Lo que nunca faltó fue la atención de calidad.
Después de esa primera experiencia, el doctor Abel ha regresado en otras oportunidades a la Patria de Bolívar y Chávez. Hoy, cuando se celebran los 21 años de la Misión, se desempeña como Jefe del cdi Padre Cabrera, en la región de los Altos Mirandinos.
«He estado en otras misiones, pero ninguna es como la que se cumple aquí. El vínculo entre el pueblo y los médicos es muy estrecho. Barrio Adentro ha revolucionado la vida de este pueblo. Cuando me vaya de Venezuela dejaré mi corazón».
Tomado de Granma