El viaje del aprendizaje acaba junto con la vida. El mundo está lleno de historias de personas que bajaron los brazos y se rindieron, de quienes vieron alejarse con los años sus sueños y otros a quienes les faltó coraje para pelear por ellos.
No hay camino fácil, se hace camino al andar. Resiliencia es la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para superarse y salir fortalecido de ellas. Dicen que una persona resiliente comprende que es el arquitecto de su propia alegría y de su propio destino.
Félix Enrique Duperey González lo comprendió, le costó mucho, es verdad, pero el deseo de cumplir su sueño nunca claudicó. A la edad de 69 años y con un índice de 4.78, por fin tuvo su anhelado título universitario, de oro para mayor satisfacción: Licenciado en Educación, en la especialidad Matemáticas, ciencia con la que no tendría un inicio fácil, pero por la que descubriría una gran pasión.
“Me contaba Juana, mi difunta madre, que por creencias populares le dijeron que me cortara las uñas sobre un libro abierto, para que saliera estudioso. Esa capacidad en mí tardó bastante en aparecer; quién diría que el niño que desaprobó tres grados en primaria podría ser hoy un licenciado con Título de Oro, nadie”.
Inicio engorroso
Nacido el 28 de julio de 1956 es hijo único del matrimonio de Juana Amilta González y Manuel Enrique Duperey. Comenzó la enseñanza Primaria en la Escuela Rodolfo Rosell, en 1963, y la terminó en 1972 con 16 años, una de las etapas más difíciles y complejas de su vida que transitó con problemas de salud que provocaron desmotivación y atraso escolar.
Se rehusó a continuar en la enseñanza Secundaria y un año después fue llamado a filas por el Servicio Militar.
Nuevo comienzo
En 1976, al realizarse el primer Perfeccionamiento de la Educación regresó a las aulas en la Secundaria Obrero-Campesina y comenzó a sentirse atraído por las Matemáticas, sentía que entendía mejor las clases y que volvía a tener interés por el estudio y, en especial, por esa asignatura en particular.
“Después de todo un curso yo iba ya contento para las pruebas finales, pero nuevamente desaprobé el examen. Esa vez no me frustré y me presenté al extraordinario y aprobé con 80 puntos.
Desde ese momento me prometí que no iba a desaprobar más y que las Matemáticas serían mi fuerte. Así fue hasta terminar la Secundaria como mejor alumno. “Estuve indeciso si seguir para la Facultad, pero ya que tenía otra oportunidad, no quería desperdiciarla.
Como las Matemáticas me habían “colgado” en más de una ocasión, empecé a estudiar por mi cuenta a través de los libros de texto. Comprendía con mayor facilidad los textos, y fruto de mi esfuerzo terminé la Facultad como el segundo mejor expediente”.
A partir de ese momento nacía el hábito diario por el estudio. Era muy común verlo en la Biblioteca Policarpo Pineda estudiando matrices y determinantes, todos los días copiaba en su libreta los ejercicios para responderlos en su casa. Testigo soy del estante en su hogar, en el cual conserva decenas de libretas con años de estudio autodidacta.
“En ese momento yo quería estudiar una carrera universitaria, Matemáticas y Física eran mi predilección. A mi pesar, en aquella época a nosotros los alumnos de la Facultad no nos daban una carrera. Tenía un gran desaliento porque quería un título y ser universitario. “Desde que se creó en mí el hábito por el estudio, yo no quería parar. Hice el intento por entrar en el Pedagógico, pero falló y no pudo ser. Me quedé sin carrera y con el pesar que me va a acompañar siempre de que mi madre no me pudo ver graduado. A ella le encantaba verme estudiando y no le pude dar este título que hoy tengo”.
Estudió Técnico Medio en Mantenimiento Eléctrico y fue el mejor alumno del Curso nocturno, pero no desistió del sueño universitario: matriculó Economía, y no se sentía cómodo, la necesidad de usar computadoras y recursos con los que no contaba lo limitaron.
Cuenta que eso sí, asistió a la prueba de Matemáticas y no le tomó cinco minutos. Una vez más se convencía de que su pasión era la Matemática pura. Enseñando se aprende “Tengo una pizarra desde el año ‘79 en la que he repasado a todos los compañeros que venían a la casa. Cuando llegaban las pruebas finales nos reuníamos aquí los domingos.
Desde ese momento descubrí que me gustaba enseñar. Enseñando yo aprendía y se me grababan mejor las cosas. “Así empecé y he repasado a muchachos de preuniversitario y de la universidad. Sin ser profesor se me acercaban muchos interesados en que los ayudara, padres que me traen a sus hijos, profesores que vienen a hacer debates, seguí siempre muy ligado a las Matemáticas”.
Declara que nunca cobró por los repasos, no quiso lucrar con algo que para él era hacer un favor y con lo que se sentía muy a gusto.
Segunda oportunidad
Fue trabajador de la Empresa Procesadora de Café Asdrúbal López, a la que dedicó 40 años como ayudante en la planta de producción, donde trasladaba sacos de café. Se jubiló en la institución el 20 de noviembre de 2021, y siendo obrero conoció que iban a abrir un curso por encuentro en la universidad.
“En ese tiempo repasaba a un muchacho de ingeniería y le pido el favor de que me averigüe si era cierto lo de estos cursos, a los pocos días me lo confirma. Me puse nervioso, dudé, ¿a los 64 años de edad estaría bien ir a la universidad? Yo, todo viejo entre jóvenes, pero me sobrepuse a mis miedos e intenté hacerme matemático, a través de la Cátedra del Adulto Mayor.
“Pero no, el 9 de septiembre de 2021 comencé mi carrera como uno más. En el aula solo había otro señor, de edad menor que yo. Los demás eran muchachos que se me quedaron mirando, pero yo me senté ahí y empecé.
Asistí sin falta a cada clase llevando armónicamente estudio y trabajo. La mayor dificultad era no poseer los recursos tecnológicos que hoy facilitan tanto el estudio. Dependía de favores de personas cercanas y tenía que utilizar muchas hojas, recurso es caso, para imprimir”.
Así transcurrieron los años, sin repetir ningún curso, todo lo contrario, lo reconocían por sus excelentes notas y su entrega en la carrera. En asigna turas complejas como Álgebra o Análisis Matemático, sobresalía por sus conocimientos de años de estudio constante.
Nuestro hábil matemático, pese a su experiencia, tuvo que poner empeño en otras asignaturas que completan el Plan de estudio: Pedagogía, Sicología, Metodología, le exigieron tiempo e interés. En el tercer año de la carrera le propusieron que impartiera clases, los resultados acumulados lo capacitaban para esa tarea.
Empezaría su labor como profesor en el municipio de Niceto Pérez, donde laboró hasta el pasado curso. El 4 de junio del presente año sería el día que se presentaría a su ejercicio de culminación de estudios y, para su asombro, lo convalidaron.
“Fue una gran sorpresa y reconocimiento el hecho de que me convalidaran, fueron unos años en los que me sentí muy a gusto, estaba haciendo realidad un viejo deseo.
“El día de la graduación me dieron la oportunidad de hablar ante los presentes. Se me hizo imposible resumir en tan poco tiempo el trabajo y sacrificio que pasé para poder estar allí, después de tantos tropiezos, al fin tenía mi título.
Puede que en un momento de mi vida llegara a pensar que ya no podría ser, que no era mi destino, pero la vida siempre da segundas oportunidades”.
Un afortunado
“Mi señora, Olga Gaínza López, ha sido mi bastón en ese largo camino. Ella se ha sacrificado mucho por mí, no solamente en tareas del hogar, sino en estar ahí animándome, dándome ese empuje que uno necesita para perseguir un sueño.
“Nunca mis aspiraciones y estudios fueron un obstáculo en la relación. Lo digo de corazón, soy un afortunado. Desde el año ‘91 que juntamos nuestras vidas, nunca hemos tenido problemas y aún hoy no tengo ojos ni corazón para otra persona.
“La admiro por como ella es, no solo conmigo, sino en el barrio y con el que la necesite. Con todos ella es así de buena y servicial. Muchos de mis logros, en gran medida, son gracias a ella. “A veces pienso en qué diría todo aquel que pensó que ya no podría tener un título y lamento mucho que la mayoría de mi familia no pudo ver mi sueño hecho realidad.
De lo que sí estoy seguro es que mi madre esté donde esté, está muy alegre, ella siempre creyó en mí cuando nadie más lo hacía”.
Continuar el sueño
Este no es el final de la historia de Félix. Su pasión por el estudio y las Matemáticas comenzó algo tarde en su vida, pero hoy se siente incapaz de parar. Está decidido a realizar una maestría en marzo, y en lo que llega ese momento aprovechará y hará un posgrado.
Tampoco se ha podido desligar de las aulas, este curso escolar comenzará una nueva etapa en los salones del preuniversitario Rubén Batista.
“Yo no voy a dejar de estudiar Matemáticas, mientras mi mente esté lúcida y la motivación intacta no pienso parar. A veces veo que los jóvenes deciden dejar de estudiar, conozco de las dificultades que hay, pero el deseo de conocimientos y de superación personal es algo a lo que nadie debiera renunciar”.