Leonel junto a Wílmer Ortiz, su vecino y ayudante. Cuenta el campesino Leonel Valiente Hernández que, siendo muy joven, cuando practicaba beisbol, conectaba unos batazos tan enormes que comenzaron a llamarlo El Mulo, en un paralelismo entre su fuerza física y la del animal.
El apelativo se quedó para siempre, siendo desde entonces más popular que el nombre. Hoy, a sus 71 años, el productor de Jobito de Camarones mantiene una fortaleza envidiable y una alta disposición para el trabajo.
Su carisma, jovialidad, pero sobre todo su sentido de la solidaridad y su humanismo, le han legado a este humilde hombre gran arraigo y admiración entre los lugareños.
De sus cosechas (que comercializa mayormente en las ferias de Sempré, según afirma) siempre destina una parte para ayudar a personas, sin cobro alguno, y resolver necesidades puntuales de la comunidad.
“Para mí apoyar a las personas tiene mayor valor que unos pesos”, expresa con desenfado.
“Ahora mismo vino la delegada de la circunscripción y me dijo que los viejitos del comedor comunitario de aquí, de Jobito de Camarones, no tenían frijol para el almuerzo. Fui a la casa, le busqué el frijol y quedé con la satisfacción de haber resuelto un problema social”.
Asegura Leonel que también contribuye con el comedor comunitario de Sempré y que mientras tenga cosechas y fuerza para seguir produciendo mantendrá ese apoyo.
En sus hectáreas dedicadas a cultivos varios este reconocido campesino ahora dispone de plátano (burro y macho), fruta bomba y calabaza. Además posee animales para el autoconsumo y bueyes para preparar su tierra y realizar otras actividades agrícolas.
Nostalgia de los ´90
Imposible dialogar con El Mulo y que no rememore, con nostalgia, aquellos encuentros entre productores destacados de los valles de Caujerí y de Guantánamo, comunes a mediados de los ´90 del pasado siglo.
“Esos intercambios marcaron una pauta de confraternidad, de toma de las mejores experiencias campesina”, expresa.
“Los recuerdo con amor, con añoranza, pues fueron una escuela en la que todos aprendimos. Un campesino le decía a otros: ̔tengo esta experiencia en mi finca, con tal o más cual cultivo̕. Recuerdo a Abelardo Serra disertando sobre la berenjena, su cultivo preferido. Yo fui uno de los que expuse mi práctica, mi rutina del intercalamiento de cultivos. Con ella obtuve un premio a nivel nacional”.
La agricultura me ha dado la vida. - asegura Leonel Valiente (El Mulo). Como elemento curioso añadamos que en más de una ocasión se produjeron fructíferos diálogos entre dos Mulos, pues un campesino de Valle de Caujerí también llevaba ese sobrenombre. Los dos, jóvenes entonces, eran hombres altos y musculosos, de piel curtida por los efectos del sol.
“Es una lástima que se hayan perdido esos encuentros. En ellos se forjó una unidad bonita entre los campesinos que integrábamos el movimiento de los mil quintales. Ojalá más temprano que tarde se retomen, pues la necesidad actual de incrementar la producción de alimentos se parece a la de la primera mitad de los 90´. Entonces yo producía bastante tomate, cebolla, col y boniato, todo en tres hectáreas siempre sembradas y bien rotadas de cultivos.
“Ahora mi nueva finca está pegada al río, ello me asegura no tener problemas con el riego. Duermo en el campo, donde hice una casita rústica para cuidar las siembras, la turbina y otros recursos. Además, me permite regar por la noche. Tengo la convicción de que el campesino siempre debe estar pendiente al surco, con los ojos bien abiertos, para ver el comportamiento de las siembras y neutralizar a los ̒malandros̕, que tanto daño nos hacen”, reflexiona.
Asegura tener su relevo listo: su hijastro, Luis Guillén, de 22 años y una buena experiencia del campo, adquirida a su lado. En la atención a la tierra y otras tareas agrícolas cuenta además con el apoyo de su vecino, Wílmer Ortiz.
El buey sofocón
“Tengo arados y bueyes propios que me aseguran preparar la tierra temprano. Ves ese torete hermoso que está en la corraleta -indica-, pronto, cuando llegue la menguante, comienzo a domarlo para que esté listo para el trabajo. Ese es parte de la reserva”, diserta y agrega: “Dicen que domar el toro en la menguante evita que salga un buey sofocón.
¿Cuándo un buey es sofocón?
“Cuando se ̔ahoga̕ con facilidad si el sol le da. Tú enyugas un buey cerrero en luna nueva y se sofoca. Además, da lucha para terminar la doma y se cansa en el trabajo”.
¿Dicen que usas un producto extraño en la protección de tus cultivos?
Bueno, si les llaman extraño, tal vez lo sea. Lo que sí probablemente sea único. Es un preparado que hago a base de resina del árbol del nim, la cual obtengo de una mata que tengo en mi finca. Recolecto la resina del tronco de la planta y la mezclo solo con agua, a razón de cuatro laticas que vienen con carne rusa y unos 15 litros de agua, proporción variable en dependencia del grado de infestación del cultivo. Puede ser mayor o menor. Esa mezcla elimina todos los ácaros y otras plagas y no es dañina para el hombre. La he usado en el arroz, pimiento, cebolla, col y otros cultivos, siempre con muy buenos resultados.
Es un producto ecológico con el cual he ayudado a otros productores. Incluso lo empleo en la desparasitación de los bueyes, los carneros y otros animales, dándoselo a tomar.
Y que quede claro que hablo del uso de la resina del nim, no del aceite de su semilla, que sí tiene un empleo conocido. Incluso existen fábricas para su extracción.
¿Y la familia?
Mejor no la quiero. Junto a la tierra son mis dos amores. Llevo 24 años con mi mujer y jamás hemos tenido una discusión. Tengo cinco hijos, todos encaminados, y como yo hechos personas por la Revolución, de ellos dos son ingenieros.