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Aunque no coincido con la generalización de que “tantas miradas no pueden estar equivocadas”, porque aún una persona con discapacidad visual puede dar en la verdad frente a muchos videntes errados; ni la realidad es una probabilidad estadística, coincido con tantos en la necesidad del retorno de más tradición y cultura al carnaval de Guantánamo.

Tal opinión es mayoritaria en los trabajos que indagan el tema, en la reciente quinta entrega de la revista San Joaquín del Guaso, dedicada al Carnaval Guantánamo 2019, y publicada por la Asamblea municipal del Poder Popular.

Una teatróloga pide “que más allá de lo comercial, la fiesta de San Joaquín vuelva a llenarse de tradición y cultura”, y el periodista indagador encuentra un seremil de concreciones, en el “contrastante abanico de apego, deseos y omisiones” que hoy tiene la mayor fiesta popular del año en la villa del Guaso.

Tampoco me parece majadería nostálgica ni pretensión extemporánea, sino esencial patrimonio identitario, el rescate de regidores ceremoniales carnavalescos, antes y durante dure el fiestón, de aquella Estrella y sus Luceros, aun cuando se asuman títulos más actualmente apropiados, como en nuestras niñeces y adolescencias aquellos bien sustituyeron los pujos nobiliarios de la injusta sociedad prerrevolucionaria.

Por otra parte, y hablando de bagatelas materiales, ¿qué escasez paralizaría la imaginación de la gente para volver al menudeo de silbatos, fotutos, matracas, pachangas, serpentinas, plumas coloreadas y otras múltiples baraterías lúdicas, poliformes y multicolores que encuadraban la fiesta popular?

Y como componente sonoro otrora infaltable, ¿qué le cortaría el camino al carrito de la Salá´, el disfraz doméstico de personajes míticos o mediáticos, tematizar puntos con los recuerdos, los ausentes, la telenovela de moda o cualquier risueño asunto? ¿Qué despensas inagotables pueden hallarse en las frituras y fricasés engendrados en el gusto culinario popular: maíz, malanga, chilindrón, caldo de jaiba y tantos más en los fogones del barrio?

Más puede hacerse para que el llamado San Joaquín (16 de agosto en el santoral católico) carnavalee en su fecha, y no a desgano fuera de ella, ya que la sincrética tradición le reclama como patrón estacionario de la fiesta guantanamera.

Y que las caricaturas y frases alegres, surgidas de artistas profesionales y populares con “el ingenio, el humor, el buen gusto”, tornen a la pintura de los quioscos, como transmite el periodista resumiendo ese aspecto de la visualidad de las construcciones.

Si se trata de visibilizar motivos de alegría, nada está de más que “la presencia del changüí en nuestros carnavales pudiera ser mayor”, como propone otro redactor, dado que el complejo ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Nación.

Otros opinan pidiendo más calidad a las propuestas artísticas, musicales, de los productos comestibles y bebestibles, de la cerveza, de la organización, del control y fiscalización de los precios… Algunos tienen quejas de la bulla, la indisciplina social, propuestas y “géneros inapropiados, corredores y frentes de casas convertidos en baños públicos”, incrementos de consumos no precisamente espirituales.

Lograr ese retorno del carnaval a más tradición y cultura está en las manos y recursos de la voluntad, aunadas a los recursos materiales y humanos con que se cuente, en primer lugar de la Comisión Organizadora del Carnaval, es decir, el gobierno municipal.

Pero la sustancia liberada de burocracias la han de poner los ejecutores del carnaval, como ha sido en toda obra perdurable que cristaliza precisamente en los conceptos de tradición y cultura: el pueblo.

El carnaval guantanamero es, sin duda, uno de los de mayor raíz y fuerza de manifestaciones populares nacidas de su entraña, comparada con cualesquiera otras de las regiones del país. Por eso, no dudo de que esta fiesta vaya por más para enriquecerse y parecerse a lo que quiere y puede.