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La solidaridad hecha “botella”, como se dice en buen cubano, se volvió noticia hace pocos días, porque aunque se practique a diario en alguna medida no es tan frecuente que los choferes comprendan el sentido humano de dar un aventón a la enfermera que se dirige al hospital, la maestra que puede ser la de tu hijo, o la estudiante universitaria que está punto de llegar tarde al examen.

El pueblo agradeció el llamado del presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez, durante su primera intervención en el espacio televisivo de la Mesa Redonda el día 11 de septiembre, el cual tuvo positivo impacto al convocar a la concienciación de quienes manejan vehículos estatales a colaborar con el pueblo en la transportación, frente a las actuales limitaciones con el combustible.

 

Trasladarse de un lugar a otro forma parte de la cotidianidad colectiva, que muchas veces lleva objetivos sensibles desconocidos por quienes van frente al timón, ignorarlos con asientos vacíos en guaguas u otros vehículos puede incluso, de la forma más irónica, pasarle factura a corto o mediano plazo a quien no se detuvo en el punto de embarque, o fingió no ver el dedo de la mano que en discreta seña apelaba a su humanismo en la esquina de una calle.

 

Pese a que la colaboración de los chóferes en la actual coyuntura representa una necesidad, también es obligación, vigente de hecho desde el año 2002 en la Resolución 435 del Ministerio de Transporte, que establece el imperativo de parar en los puntos de embarque por parte de conductores de autos estatales, ómnibus escolares y del transporte obrero cuando circulen vacíos.

 

No se trata de un reclamo nuevo que solo deba cumplirse por el llamado del presidente cubano, ignorarlo es evidente violación de las disposiciones del Estado cubano por facilitarle la vida al pueblo, con regulaciones pensadas, incluso, mucho antes de la actual coyuntura que vive el país.

 

El control de disposiciones como la anterior es crucial en el actual contexto, se deberán buscar alternativas para enfrentar las limitaciones en el número de inspectores del Consejo de la Administración Provincial, pues según se conoció a través de la jefa de este grupo controlador, solo con una veintena cuenta la provincia Guantánamo y la prioridad ha sido ubicar los cuatro de la ciudad capital en los puntos de embarque hacia otros municipios, una acertada decisión.

 

Por otra parte doce inspectores populares del tránsito, conocidos como “amarillos”, están diseminados por la urbe y su trabajo, al igual que el de los mencionados y todo quien en la provincia se sume al noble propósito, merece la colaboración y el respeto del pueblo.

 

Hay que repudiar conductas reprochables asumidas por algunos cuando un inspector detiene un vehículo porque atrasa el recorrido de quienes viajan en él, aunque el objetivo sea el beneficio del transporte también para otros, o velar por el correcto estado técnico y la garantía de un viaje seguro.

 

Si impone también el cuidado por parte de la población de los vehículos que cooperan en el actual contexto, como también la circunstancia amerita que los directivos que responden por determinados medios de transporte, incidan sobre sus choferes en la necesidad de colaborar.

 

Son días que demandan conciencia colectiva, comprender la coyuntura que vive la nación como un escenario del cual todos formamos parte y sufrimos los efectos del golpe de una política imperial a la realidad cotidiana del cubano, otro momento que convida a pensar como país.