Como ha escrito la profesora Margarita Mateo en Del bardo que te canta, insoslayable estudio a la hora de transitar por la historia de la Trova cubana, las relaciones entre arte e ideología, es un campo complejo y polémico.
En Cuba, desde antes del inicio de las guerras independentistas fue gestándose un tipo de canción de corte político en su sentido más amplio, aunque aquellas dedicadas a héroes y mártires, así como las de temáticas alusivas a la sociedad, para algunos estudiosos clasifican mejor como canción patriótica, canción social, canción de protesta u otras denominaciones, pero generalmente estas también son consideradas canción política o político-social.
En muchas ocasiones, por los recursos artísticos que se emplean, por una u otra razón, lo político no se expresa de manera directa y explícita, como sucede en Me faltabas tú, canción que José Antonio Méndez dedicó a la Revolución cubana partiendo de los códigos del filin y la canción romántica que siempre distinguieron su obra. En la región oriental, la vinculación de arte e ideología ha marcado particularmente la historia de nuestra música, mucho más allá de la canción propiamente dicha, pues hasta en los géneros más rítmicos y bailables abundan obras significativas.
Durante las guerras mambisas se dieron a conocer canciones e himnos que cantaban a la libertad, como Levanta, Cuba la frente, pieza que el joven trovador santiaguero Ramón Ivonet, solía cantar a Maceo y las tropas rebeldes, durante la Invasión a Occidente, histórica epopeya en la que muere en combate antes de cumplir los 20 años. Se puede decir, entonces, que la Trova tradicional, desde su misma gestación, se empeñó en reflejar de modo directo o indirecto, la problemática política y social a su espectro creativo.
Son abundantes precisamente las canciones patrióticas dedicadas a Maceo, Martí o Máximo Gómez en el catálogo de Sindo Garay, Alberto Villalón, Pepe Sánchez y otros trovadores orientales, fundamentalmente de Santiago de Cuba, cuna de este movimiento musical que tanto ha engrandecido la espiritualidad de los cubanos y su toma de conciencia ante disímiles problemas que han aquejado a individuos y, sobre todo, a las capas sociales más desfavorecidas a lo largo de la historia.
Esa característica cuestionadora, reflexiva, en pos del mejoramiento humano, ha devenido rasgo distintivo de este tipo de canción que nace del pueblo y siempre aspira a ser su mejor reflejo. Así, con la llegada de la República, se va abriendo el espectro temático y sus cultores, porque a los trovadores se suman los soneros, los artífices del teatro musical y hasta los partidos políticos que conocedores de cuán fuerte es la música como arma ideológica, crean también himnos y canciones para ganar adeptos y reafirmar sus credos, acudiendo para ello hasta al choteo criollo, como evidencia La Chambelona, himno del Partido Liberal.
Con el auge del son, en la década de 1920, un creador de la estirpe de Miguel Matamoros, líder de los trovadores soneros e impulsor del formato trío, concibe piezas que, de manera sutil unas veces, otras de forma más explícita, denuncian los males de la dictadura de Gerardo Machado. Poco después irrumpen creadores como Antonio Fernández (Ñico Saquito) y Carlos Puebla, quienes reflejan la miseria y el abandono de los más humildes por los gobernantes, en las décadas de 1930 a 1950, como sucede en la canción Al vaivén de mi carreta.
Carlos Puebla fue calificado, con sobrada justicia, El cantor de la Revolución, pues nadie como él supo recrear en el pentagrama los sucesos y transformaciones sociales que distinguieron a Cuba en aquella convulsa década de 1960, pero, realmente ese singular músico, se había comprometido con la causa de los pobres desde décadas anteriores, por eso el calificativo que mejor lo define, a nuestro modo de ver, es El cantor del Pueblo.
Heredero de la rebeldía de su padre mambí, sufrió en carne propia las injusticias del capitalismo, pues antes de concluir sus estudios primarios se vio obligado para subsistir a desarrollar modestos oficios como aprendiz de zapatero, albañil y peón en el central Mabay (hoy Arquímides Colina). En ese central manzanillero aprendió a tocar guitarra y, a partir de entonces, fue su mejor herramienta para ganarse la vida, expresar sus más hondas emociones y sus firmes principios de hombre fiel a su clase social.
Puebla terminó convirtiéndose en un cronista de su época y un luchador por mejoras sociales, empeño en el que tuvo la guía de intelectuales revolucionarios como Manuel Navarro Luna y Blas Roca. Del primero musicalizó el poema Canción de Stalingrado, estrenado en 1944 durante un acto en solidaridad con la extinta URSS, la cual sufría los avatares de la Segunda Guerra Mundial.
En busca de mejores horizontes, Puebla se estableció en 1952 en La Habana, donde comienzan a popularizarse sus canciones de crítica social, cuestionadoras de los desmanes de la dictadura de Batista, como ¡Ay, mi pobre Cuba! (guajira), El survey (guaracha), y sones al estilo de Ya tenemos hospital y Los caminos de mi Cuba. Mientras tanto acá, en la región oriental, se había iniciado la última etapa por nuestra definitiva independencia y, precisamente en los predios de la Sierra Maestra, dentro de las mismas tropas del Ejército Rebelde se da a conocer una agrupación que marcara pautas dentro de la historia de la canción política cubana: el quinteto Rebelde.
En sus recorridos por la Sierra, el Comandante Fidel Castro Ruz conoce en la zona de La Plata, a una familia de apellido Medina, en la que varios de sus miembros eran músicos intuitivos, pues de forma autodidacta habían aprendido a tocar guitarra, tres, maracas, claves y otros instrumentos rústicos, con los que realizaban guateques y descargas musicales en su tiempo libre. Como ya se contaba con la emisora Radio Rebelde, Fidel y Celia Sánchez Manduley, convencidos de que con ellos podían fortalecer la lucha ideológica contra la tiranía y, a la vez, darle un rato de esparcimiento a la tropa, decidieron organizar con ellos un grupo musical.
Fue así como el 14 de mayo de 1958, debuta el quinteto Rebelde, a través de un medio tan poderoso como la planta radial que, de manera fidedigna, informaba al pueblo de Cuba de la marcha de la guerra contra la dictadura batistiana.
Pocos días después comienza una feroz ofensiva en la que participan miles de soldados, la aviación, la marina, blindados y la artillería, pero los rebeldes ya eran invencibles, había que respetarlos, como exigía en una de sus demoledoras parodias ese grupo que, aún en medio de los combates, amplificaba su música mediante bocinas cuidadosamente ubicadas y protegidas, singular estrategia que contribuyó a desmoralizar a los enemigos del pueblo.
Un día Celia Sánchez Manduley, a petición de los integrantes del grupo solicitó armas, dicen que Fidel expresó: ¿Armas para el quinteto Rebelde…? ¡No, hombre, ellos tienen la mejor arma que hay en la Sierra, la ideológica! Y era cierto, aún muchos que entonces escuchaban Radio Rebelde pueden corroborar que, los domingos en la tarde, cuando en su audición interpretaban parodias musicales como: Respeta al Che Guevara, Advertencia a un indio feo, La barca de Batista, Que se vaya el mono o Soy fidelista, aunque el panorama fuera muy sombrío, despertaban al menos una sonrisa y la fe en la cercanía del triunfo, el cual finalmente llegó meses después.
A partir del primero de enero de 1959, la nueva realidad permite que la canción de corte político social cobre auge en todo el país, y figuras como el trovador manzanillero saltaran a primeros planos. El 3 de enero del 59, cinco días antes de la triunfal entrada del Líder de la Revolución a la capital, Puebla ya había escrito la antológica guaracha Y en eso llegó Fidel, y seguidamente otras canciones similares que sonaban constantemente en los medios de difusión y en multitudinarias concentraciones populares en cualquier lugar a todo lo largo y ancho del archipiélago.
A través de esas canciones se palpan las más grandes alegrías, esperanzas y dolores que conmocionaban al pueblo: Canto a Camilo, La Reforma Agraria, Procura venir en paz, La OEA es cosa de risa, Alfabetizando, La Reforma Urbana, Yo sigo siendo cubano y la célebre guajira Hasta siempre, Comandante, son algunas de ellas que, por ese sentimiento colectivo y la pasión y entrega que asumía el artista, el público cubano e internacional acogió con sumo beneplácito.
El ejemplo de Cuba, figuras como Fidel y el Che, el incremento de la lucha por los derechos civiles en EE. UU, así como de las agresiones imperialistas y las guerras de liberación en otros países, también estimularon la toma de conciencia de muchos artistas y, con ello, el auge de este tipo de obra musical. En algunas partes se le llamó canción protesta, nueva canción latinoamericana o calificativos semejantes.
Como en nuestro país se fue gestando un grupo compacto de jóvenes herederos de la trova tradicional, los cuales hicieron de la canción político-social su centro irradiador, se denominó Movimiento de la Nueva Trova, y para su constitución oficial en 1972 fue escogida la ciudad de Manzanillo, patria chica de Puebla y de otros grandes trovadores. Ya para entonces se había fundado el Grupo de Experimentación Sonora del Icaic, en el que un trovador bayamés, Pablo Milanés, solo o junto a figuras de la dimensión de Silvio Rodríguez y Noel Nicola, daría a conocer canciones emblemáticas como Cuba va, rotunda expresión musical del nuevo país que se construía.
Desde antes de la fundación del Movimiento, los postulados de la Nueva Trova habían sentado cátedra en esta región en la obra fundacional de trovadores como Augusto Blanca, por eso cuando en 1976 Oriente se multiplicó en cinco nuevas provincias, cada una de ellas contaba con un grupo de trovadores, e incluso se fueron fundando grupos que como el de referencia, acompañaban con sonoridades más contemporáneas a los trovadores, entre ellos, el Yaguajay, en Holguín, o el Muralla, en Santiago de Cuba, por solo mencionar dos nombres muy significativos que encontraron en la Jornada de la Canción Política, de Guantánamo, a uno de los mejores escenarios para dar a conocer las creaciones de los cantautores orientales, los cuales ni aún en la época de mayor esplendor de este tipo de canción en Cuba eran frecuentes en los medios de difusión ni en el mundo de las grabaciones.
La idea del cantautor Lorenzo Cisneros, Topete, y la Brigada Hermanos Saíz en la ciudad del Guaso, tenía antecedentes significativos como El Encuentro de la Canción Protesta, organizado por la Casa de las Américas en 1967, así como otros eventos promovidos por el Movimiento de la Nueva Trova o el Ministerio de Cultura, entre ellos, el Festival de la Canción Política efectuado en Santiago de Cuba, en septiembre de 1975.
El certamen santiaguero -que tuvo como principal laureado a Freddy Laborí, Chispa, un joven baracoeso que trascendería en este tipo de canción- se concibió a la usanza del Festival del Creador Musical o su sustituto el Adolfo Guzmán, es decir, con obras que interpretaban otros, en pos de premios y reconocimientos, y aunque se contaba con excelentes vocalistas como Mundito González y Garzón Céspedes, las obras perdían en autenticidad.
Además de Chispa, estuvieron entre los participantes Ramiro Gutiérrez, de Holguín; José Antonio Rodríguez, de Las Tunas, y por Santiago de Cuba, René Urquijo, entre otras figuras claves en la expansión de un movimiento que, por entonces, algunos pretendieron fuera un fenómeno masivo, de ahí que en alguna medida fue mimético, panfletario y de simple barniz, todo lo contrario de lo que se ha pretendido y, en gran medida, ha logrado la Jornada guantanamera.
Sin duda que, al valorar más cuatro décadas de labor en pro de la mejor canción pensante, poética o irreverente, al reflejar una amplia gama de temas que atañen al hombre y su época, el evento deja un saldo meritorio y trascendente en la historia musical de esta región y de todo el país.
Aunque tampoco podemos olvidar la contribución de otros encuentros trovadorescos o culturales de la región, desde el Pepe Sánchez a las Romerías de Mayo; del Carlos Puebla de Manzanillo al Trova Viva en Moa, de los cuales también fueron llegando a Guantánamo el dúo Postrova, William Vivanco, Norge Espinosa, Freddy Laffita, Fernando Cabreja, el dúo Cofradía, entre otros que han sido continuadores de aquella impronta iniciada hace cuatro décadas.
La Jornada la hizo suya aquella generación tan abultada de fundadores, pero al llegar los años 80 e incluso desaparecer el Movimiento de la Nueva Trova, esta supo encauzar con igual vitalidad y entusiasmo a una nueva hornada de trovadores de todo el país que, con igual respeto y optimismo, siguieron tomando plazas, instituciones y comunidades al lado de poetas, promotores y trovadictos, en un rico intercambio en el que el gran ganador es la cultura cubana y la más oriental de nuestras provincias.
Al calor del evento y el buen hacer de la Asociación Hermanos Saíz, en las últimas décadas la trova guantanamera ha encontrado el mejor aliciente para irse renovando, pues en su seno han encontrado estímulo el dúo Buena Fe, el grupo Frontera y trovadores como Josué Oliva y Audis Vargas, entre otros muchos que han ido asimilando ese espectro tan rico de lo que es la Canción Cubana Contemporánea, sin renunciar a las expresiones más tradicionales.
Esa característica contribuye a dar variedad y demostrar la excelencia de los anfitriones en cada encuentro anual, el cual incluye recitales de trova y poesía, presentaciones de libros y el homenaje a los mártires de la Patria en la tradicional peregrinación a los caídos en esta ciudad el 4 de agosto de 1957.
Hoy, la Jornada de la Canción Política de Guantánamo es el espacio para el intercambio entre trovadores más antiguo y significativo después del Pepe Sánchez, de Santiago de Cuba, y puede tener entre sus grandes satisfacciones haber sido aliento para varias generaciones de cantautores cubanos, especialmente de esta región oriental que, como antaño, siguen comprometidos -pertrechados de sus guitarras, la poesía y el corazón más honesto del mundo- a seguir cantando a los sueños, las esperanzas y las adversidades del pueblo que los vio nacer.
Bibliografía mínima:
-Borges Triana, Joaquín. La luz, bróder, la luz. Canción Cubana Contemporánea. Centro Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2009.
-Escalona Rodríguez, Norberto. Quinteto Rebelde. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013.
-Hernández Pavón, Zenovio. Compositores Cubanos. Diccionario biográfico-musical. Inédito.
-Mateo Palmer, Margarita. Del bardo que te canta, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1988.
Tomado de la Multimedia 40 años de la Jornada de la Canción Política