Y hasta un nudo se te hace en la garganta ante lo que ves, ante lo que escuchas, ante tanta indolencia de gente que cree que no pasa nada. ¡Y sí pasa!
Pasa que reuniones van y reuniones vienen, en las que los dirigentes se desgastan adoptando medidas para proteger vidas, descuidando las de ellos y las de los suyos, que buscan alternativas, fórmulas para repartir lo poco entre tantos necesitados.
Pasa que hay gentes que no duermen, que dejan a su familia atrás y salen a cuidar de otros, con la incertidumbre de si regresarán al hogar donde dejaron al hijo que espera, a los padres que bendicen, a las parejas que extrañan. Que se tragan el llanto y se le estruja el pecho cuando una vida se les escapa aún sin ser su responsabilidad.
Pasa que hay quien cambió de oficio y ahora hace de mensajero, pesquisador y hasta consejero si se quiere, sin importar las caminatas a diario.
Pasa que en contra de la voluntad del Gobierno, los recursos se agotan y los insumos también; las camas son insuficientes, se espera la medicina que apura, el reactivo que retrasa; crece el número de enfermos imberbes, aumenta la cifra de fallecidos y muchos dejan de ser números para tener nombres de gente conocida, y entonces te das cuenta de que duele, y mucho, tanto que desgarra el alma.
Pasa que el transporte no alcanza para mover enfermos, el combustible se agota y los neumáticos gritan.
Pasa que en las escuelas ya no se enseña a menos que no sea lecciones de solidaridad, sensibilidad humana, protocolos sanitarios. Devienen hospitales de campaña, centro de aislamiento, y ya no alcanzan.
Y ya cansa demasiado el caminar. Duele pasar y ver a alguien que pide " botella" para sitio distante y el chófer que hasta ayer fue solidario hoy se eriza, le duele dejarlo, pero si lo lleva corre el riesgo de enfermar.
Pasa que las manos han cambiado de color y olor. No acarician y, si lo hacen, algunas raspan.
Pasa que en muchas esquinas siguen los indolentes del barrio bebiendo de la misma botella o burlándose de quienes, preocupados, les llaman la atención, o las fiestas familiares que los fines de semana adquieren mayor connotación pese a alerta del vecino. Los grupos que, en juegos y ventas prohibidas, se creen inmunes al virus.
Pasa que no son pocos los niños que aún se ven en las calles en " campamentos de verano", saltando, jugando, riendo, sin ni siquiera proteger la infantil sonrisa.
Pasa que en las colas... bueno, en las colas pasa de todo, para qué repetir lo mismo, lo que sabemos.
Pasa que las cifras de contagiados crecen y mucha gente no reacciona.
Pasa que la vida pasa. Se nos va y no todos hacen lo que les toca.
Y hasta un nudo se te hace en la garganta al ver tanta gente indolente que cree que no pasa nada.