Desde el arribo de los europeos, el Caribe fue punto neurálgico de la lucha entre las potencias del viejo continente por las colonias y el comercio del nuevo mundo, hasta que alcanzó su clímax a mediados del siglo XVIII. De esta manera, en 1739 Gran Bretaña, contando con el respaldo de colonos norteamericanos, le declara una nueva guerra a España, conflicto que pasa a los historia como la Guerra de la Oreja de Jenkins. (1)
Designado el vicealmirante Edward Vernon, jefe de una poderosa escuadra británica arriba al Caribe, acompañado de un ejército que dirige el General Thomas Wentworth. Sin embargo, en Cartagena de Indias (Colombia) sufren los invasores una dura derrota, que obliga, a principios de 1741, al mando expedicionario a concentrarse en Jamaica.
El 26 de mayo, Vernon y su estado mayor deciden ocupar la bahía de Guantánamo con el objetivo de establecer allí la base de operaciones navales en el Caribe, crear una colonia militar (con el nombre de Cumberland), así como desde este punto, avanzar por tierra y tomar Santiago de Cuba. Cuenta con 12 fragatas (580 cañones) y 41 transportes, totalizando 8 mil hombres, de ellos, más de 600 colonos, procedentes de las Trece Colonias inglesas de Norteamérica. Entre los oficiales estaba el capitán Lawrence Washington, hermano de George Washington, quien 35 años después sería el primer presidente de Estados Unidos.
Enterado el coronel Francisco Cajigal de la Vega, Gobernador de Santiago de Cuba, adopta las medidas defensivas para proteger la capital oriental; estando a su lado Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, Deán de la Catedral santiaguera. Cajigal solicita apoyo de la capital de la colonia y ordena el traslado de varias compañías integradas por criollos que se trasladaron de diversas partes de la isla a Santiago de Cuba.
EL 18 de julio arriba a la bahía la armada británica. La ocupan y fortifican las alturas de Playa del Este, donde sitúan 12 cañones y se construyen muelles; se edifica un fortín en la desembocadura del río Guaso, mientras embarcaciones menores remontan el río Guantánamo y exploran las zonas adyacentes. El 20 se determina organizar el campamento principal en Cayamo (nombrado campamento del río Guantánamo), al sur de Matabajo, próximo a esta última corriente, por donde le llegarían los recursos materiales; así como después, avanzar por el valle de Guantánamo y tomar el hato de Guantánamo y el poblado de Tiguabos (cabecera del partido de igual nombre), para posteriormente dirigirse a Santiago.
Desde que ocurre el desembarco, los criollos de Tiguabos hostigaron a los invasores, comandados por Pedro Guerra, comandante del Partido, y Marcos Pérez, “Teniente rey de indios”, este último padre del tatarabuelo del general Periquito Pérez, dirigiendo guerrillas que estaban integradas por indios, blancos y negros, incluyendo algunos esclavos. Se adoptaba así, ante la superioridad militar de los invasores los métodos de la lucha irregular.
A partir del día 28 una columna británica dirigida por el general Wentworth se atrinchera en los hatos de Guantánamo y Canabacoa, mientras otra, integrada por 300 hombres, entre ellos 200 colonos norteamericanos, toman Tiguabos, que encuentran desierto pues los criollos se habían dirigido a las montañas; decidiendo los invasores retirarse del poblado, pero antes, queman las casas y otras propiedades, incluyendo la iglesia San Anselmo.
Desde que se produce la retirada de Tiguabos, se recrudece el accionar de los guerrilleros de Pedro Guerra (nombrado “el Quijote de Cajigal” por Vernon), que recibe las órdenes del jefe de Santiago de Cuba. El tiguabeño cuenta, además, con el respaldo de una compañía de pardos (negros) de Santiago de Cuba y otra de indios del Caney, bajo el mando de los capitanes Juan A. Caballero y Pedro de Hornedo, los que aplican la táctica de tierra quemada y arrasada para evitar el abastecimiento del enemigo. Trazan el plan de combatir a los invasores en tres direcciones.
La primera: en las proximidades del campamento principal enemigo en Cayamo, en el área navegable del río Guantánamo, donde el día 30 de julio, Guerra obtiene la primera victoria, empleando un pequeño cañón ataca a las embarcaciones que suben por el río, averiando dos de ellas y ocasionando numerosas bajas, acción que se repite, al día siguiente, con otras dos embarcaciones. En el mes de agosto logra emboscar en tres ocasiones las lanchas que trasladan refuerzos y alimentos, destruyendo dos de ellas, ocupando documentos, armamentos y la bandera de combate de una unidad.
Otra dirección fue atacar y sorprender las líneas de suministros de las avanzadas enemigas situadas en los hatos de Guantánamo y Canabacoa, operando desde los montes del Iguanábano y Filipinas, acciones fulminantes donde los guerrilleros guantanameros emplearon machetes y lanzas que causaron pánico en los invasores, acciones que Vernon calificó de salvajes. Estos combates donde se emplean por los criollos del Alto Oriente los legendarios machetes orientales ocurren 127 años antes de la renombrada carga que diera en 1868 el general Máximo Gómez a los peninsulares.
Y por último, hostigar y causar bajas en los británicos y norteños en las vías navales y terrestres, que empleaban para llegar a las aguadas de los ríos Guaso (próximo a Los Caños) y Guantánamo.
La situación se hizo insostenible para los invasores, cuando además de estos fieros ataques de los criollos, la fiebre amarilla causó numerosas muertes en las tropas. Se calcula que los invasores sufrieron 2 mil muertos. Escenario adverso que se agravó ante la negativa del almirantazgo londinense de enviar refuerzos a Vernon.
Predominó en los meses fínales de la campaña una baja moral combativa en las filas de los británicos y mercenarios norteños, incluso algunos de estos últimos desertaron y se presentaron a los españoles.
Obligados a permanecer en el campamento y la zona fortificada de Matabajo, reducidas sus fuerzas por la fiebre amarilla, después de permanecer cuatro meses y perder la alta cifra del 25 por ciento de los soldados y marinos, británicos y norteños, el orgulloso almirante londinense, se ve obligado a aceptar la derrota y el 6 de diciembre de ese año abandona la bahía.
La lección sufrida en Guantánamo podía ser aprendida, pero el orgullo irracional del almirantazgo británico, renuente de aceptar la derrota, donde intervinieron decisivamente los criollos orientales, culparon de su fracaso al general Wentworth, así como las condiciones climáticas. En el siglo XX oficiales yanquis como Forrest Sherman trataron de argumentar el propósito estratégico que conduce a los británicos hasta Guantánamo; al hacerlo justifica la ilegal e inmoral decisión yanqui de mantener la ocupación del seno marino como base naval.
A diferencia de lo que ocurrió 21 años después en La Habana, ciudad que fue entregada a los ingleses, en Guantánamo los invasores británicos y criollos norteamericanos se estrellaron contra la resistencia de los criollos orientales. Al finalizar la primera mitad del siglo XVIII brotan en los criollos cimientos de autodeterminación y de arraigo a su identidad.
En la defensa de la patria local, el embrión de la nacionalidad ya está presente. Como expresa la Dra. Olga Portuondo: “se patentizó la efectividad estratégica de la guerra con intervención popular; quedaron en situación precaria los viejos patrones militares del siglo XVIII, más de medio siglo antes de que las huestes napoleónicas los barrieran de Europa”.
Fuentes:
• Olga Portuondo Zúñiga: Una derrota británica en Cuba. Ediciones Historia, La Habana, 2015.
• José Sánchez Guerra: Ponencia presentada en el taller nacional (UNHIC), con motivo del 270 aniversario del acontecimiento.