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Hablemos un momento a favor de la COVID-19. "La pandemia del coronavirus -dice una publicación científica cubana a inicios de este año- debe ser vista como una oportunidad para combatir y prevenir el tabaquismo". Y abunda en cómo el primer problema sanitario hoy en el país ha favorecido mejorar la percepción de riesgo sobre el otro, no menos atendible.

Un argumento a favor del tabaquismo es difícil -imposible- hallarlo, incluso fuera de los ámbitos médicos. Las enfermedades y la muerte son las más beneficiadas por este contumaz hábito de algunas personas, que lo adquieren lamentablemente cada vez más jóvenes, según otros estudios.

Sin embargo, el tabaquismo también parece haber actuado para incentivar el afán de ganancias fáciles en cierto grupo de personas, parecido a los que trafican con medicamentos muy demandados en relación con el tratamiento del coronavirus y sus concomitancias.

Hay quienes aprovechan la coyuntura de escasez de "fuma" para lucrar en grande con un hábito de consumo que, por más nocivo que sea, tiene en nuestro contexto actual una presencia tan legítima y tenaz en la vida cotidiana como Cachita, la de los milagros, o la Libreta de Abastecimientos, en la cual se ha inscrito circunstancialmente para la distribución equitativa de cuotas por núcleos.

Lo que pasa es que actualmente, al menos en Guantánamo, buena parte de los cigarros encuentra trillos de desviación entre los almacenes y las cafeterías y bodegas barriales, y reaparece "clandestinamente", a precios reduplicados, para engrosar los bolsillos particulares de quienes han secuestrado los mecanismos de distribución insuficientemente garantizados, ante la inacción aparente de inspectores y otras autoridades.

Un vecino indignado testimonia haber presenciado hace unas semanas como en una unidad gastronómica los empleados negaban la venta de una cajetilla a un cliente, mientras despachaban ruedas y cajones a otros billetudos, alegando descaradamente oferta y demanda, no tratarse de un producto de primera necesidad sino de un vicio, e incluso la ley del más fuerte y el sálvese quien pueda.

Este tipo de enfermedad luce ínfulas “pandemizantes”, ya no solo con las marcas populares asignadas a las bodegas, sino con las también destinadas a la comercialización en monedas libremente convertibles.

Alarmados, no pocos ciudadanos, adictos o no al tabaquismo, han demandado medidas más estrictas al Gobierno local, las entidades distribuidoras y comercializadoras en cada localidad, las empresas de Comercio y Gastronomía, para recuperar y prestigiar los mecanismos establecidos para el acceso ordenado de la población a los aludidos productos de consumo lícito.

A la vez, enfrentar más enérgicamente las fisuras organizativas en las entidades relacionadas que favorecen las malas prácticas del desvío, la apropiación indebida, el robo, el acaparamiento, la venta ilícita y demás negativas acciones que se han reproducido como virus al amparo del descontrol y la escasez. En fin, hacer que se cumpla lo establecido también en lo relacionado con el cigarro.

Mientras la COVID-19 pasa, no es deseable que se entronice la otra pandemia del oportunismo, so pretexto de la del tabaquismo.