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vencer la inseguridad 1 t¡Eres un inútil, no sirves para nada!- le grita la madre, ¿o acaso es el padre, el tío, el hermano…? Realmente no importa quién. La cuestión es que ella creció creyendo que era un ser sin valor, el fruto del error de la naturaleza. Su niñez fue dura en casa, pero también en el aula, en la calle, en el vecindario. Todos la tildaban de tonta, rara.

No era la más optimista de su grupo, tampoco la más bruta, pero prefería callar aunque cuando supiese la respuesta ¿y si me equivoco?, ¿y si todos se ríen de mí? Así, entre sombras transcurrió la vida de la niña, que creció con poco fuerza de voluntad para atreverse a hacer las cosas y con la inseguridad presente en cada uno de sus pasos, lo que le impidió avanzar tanto en lo profesional como personal.

Historias como las de ella, abundan y no siempre encuentran el entorno o las motivaciones para cambiar, por el contrario, muchas veces las personas apartan o señalan a quienes son diferentes, que en el caso de los inseguros no ayuda a salir del hueco.

¿Por qué señalar y no ayudar? ¿Por qué apartar y no tratar de unir? Cada uno de nosotros, la sociedad en pleno, debería hacer algo para ayudar a las personas como la ya contada, quienes desde edades tempranas crecen creyéndose imperfectos y que no valen nada, pero en esos casos las heridas son muy profundas y en la peor de las consecuencias conducen a finales nefastos.

Nadie sabe los conflictos con los que lidian los seres humanos a lo interno de sí, sin embargo sorprende ver cómo tras tantos siglos de desarrollo hay mucha gente que juzga, que señala con el dedo, ofende, con la complicidad de otros, que hasta reconociendo la injusticia, no hacen nada para detenerla y evitar el daño.

Para una persona cuyo pasado infantil estuvo plagado de dolor, tristeza o desamparo, ya sea familiar o social, resulta muy complejo desarrollar una vida plena. Si a ello le sumas pasarte la vida escuchando que eres “bruto o bruta” y sin futuro (algo que incluso algunos profesores dicen) ¿cómo no vas a tener una baja autoestima?

Hay personas que son lo suficientemente fuertes para aguantar esos comentarios y reponerse, pero otras necesitan un empujón para avanzar, porque sin esa cuota de confianza, de respeto y de entendimiento, sus sueños de grandeza no sobreviven.

Antes de criticar a alguien, antes de abrir la boca para decir palabras hirientes resultado del celo o la ira, al menos deberíamos intentar conocer la historia del otro. Hay que ponerse en el lugar de los demás, sentarse a escucharlos, sentir en carne propia esa sensación de vacío, esas ganas de gritar y no tener fuerza alguna para hacerlo.

En vez de una ofensa o un mal gesto, no es mejor decir: Hola, ¿cómo estás? Puedes contar conmigo; esas frases pueden salvar vidas, así que si llega la oportunidad de decirlas, hagámoslo. Quizás alguien las está necesitando desesperadamente, incluso alguno de tus compañeros que derraman lágrimas en silencio.

No hay que juzgar, ni hacer más daño del que ya está; nos toca aligerar la carga, tener paciencia, hacer a los otros sentir especial, visibles para el mundo.

Cada quien tiene algo que los distingue, pero quien posee baja autoestima jamás logra encontrar esa belleza interior de la que todos hablan.

Existe el amor propio y desde niños debería fomentarse ese valor, sin caer en egolatrías ni narcisismo. Es responsabilidad de los padres ayudar a formar el carácter de los pequeños, pero depende de la sociedad crear un ambiente sano y respetuoso.

Debemos trabajar juntos, escuela, casa, comunidad, centro laboral, organizaciones política y de masas, todos para hacer de nuestro entorno un lugar propicio para el crecimiento equitativo y armonioso de las personas, libres de prejuicios, de discriminación, de violencia… nos toca decir ¡Basta ya! y construir un futuro donde solo importe la dignidad plena.