Te tiene que pasar. No hay de otra. Tienes que venir, un día, montado en tu bicicleta, a un metro del contén, correctamente…, adelantar a un auto detenido porque te toca, y detenerte, de a golpe, porque seguir hubiera significado exponerte al choque.
Tienes que vivirlo. Que te lo cuenten no vale. Tú vas bien, ibas bien. El carro que hace cinco minutos podías mirar por el retrovisor, simplemente ha apurado el paso y se ha puesto delante, a la fuerza, impunemente: la ley del más fuerte, me dijo un chofer viejo alguna vez, la ley de la selva.
Es como funciona. El bicicletero lo sabe, y aún así se arriesga: ese cuadro montado en par de gomas es su medio de transporte posible o preferido. Su necesidad o su decisión. Sea como sea, es vulnerable, del tipo pequeño que se comen los grandes, los guapetones de cuatro, seis, 16 ruedas….
Somos -porque lo soy, me ha pasado y por eso escribo- el último de los escalones de la red trófica de la jungla de asfalto, donde el más corpulento se pone delante del más enjuto, y este último aventaja al que es todavía más pequeño, y así…, hasta llegar a los ciclistas y a los peatones.
Los peatones, al menos, tienen la frontera -salvable, pero presente- de la acera. Nosotros no.
Igual me inquieta y busco. Leo la Ley No. 109 Código de Seguridad Vial, y encuentro imposiciones generales. Los ciclos, dice la norma, tenemos que cumplir con todo lo dispuesto para el resto de los usuarios de la vía. Hay señales específicas, prohibiciones…, pero nada de lo que espero encontrar.
En la ciudad, la única calle que presumimos exclusivamente para ciclos -Narciso López- lo es, solo, por la gran cantidad de ciclista que surcan la urbe de este a oeste, y viceversa, y tienen vetada la calzada Paseo.
La señalización, que prohibiría la circulación de otros medios de transporte por esa vía, para salvaguarda de los ciclistas -incluyendo los bicitaxeros del transporte público- no existe y por tanto, el enjambre silencioso en dos ruedas, tiene que sortear el paso de autos ligeros, motos, camiones…
Tampoco, en las calles más concurridas, existen carriles para ciclos y las leyes, ya lo vimos, no han incluido una distancia segura más allá de las normas generales que debe cumplir todos los que conduzcan en la vía pública.
Sí, ya sé que me preguntarán por qué ahora. Porque me pasa, porque nos pasa… pero también porque llegó el 3 de junio, Día Mundial de la Bicicleta. Las iniciativas, alrededor del mundo, son diversas.
En estos días, tradicionalmente se hacen rodadas por ciudades y pueblos, conversatorios sobre la historia de la bicicleta, y hace algunos años, por ejemplo, una gran movilización era noticia en Alemania: cientos de ciclistas se reunieron a “dar una vuelta” al sol del verano germano, literalmente.
Aquí, no es necesario que nadie se quite la ropa, tranquilos. Con hacer algo, en las leyes, la práctica o, siendo usuarios de la vía más responsables con el prójimo…, iríamos bien servidos.