Tanto había hablado y leído del Apóstol que parecía imposible descubrir novedades. Las palaras de la profe me llegaron al alma, me llenaron de asombro, y de orgullo: Martí era periodista.
¿Cómo no haberlo deducido antes? Revistas, periódicos, las palabras cual si torrentes: tanto conocimiento sólo podía ser fruto de igual cantidad de estudio. Su intelecto homónimo a su sentencia: “El periodista ha de saber, desde la nube hasta el microbio”.
Apóstol, Héroe Nacional, es tanto escrito y hecho por nuestra tierra y la Patria Grande que en ocasiones parecemos olvidar que era un hombre, con necesidades básicas, muy enfermo y debía trabajar para manutención propia y familiar, pues recién graduado, la familia Martí-Pérez vivía en situaciones precarias en México.
Desde los 22 años de edad ejerció para sustento el oficio de periodista –el mejor del mundo según García Márquez– y me resulta impresionante la revelación de esta faceta desde los 16, con el Diablo Cojuelo, ligada indisolublemente al independentismo y reafirmada con la publicación de un único número de La Patria Libre, y en este, el poema Abdala, profecía de su historia.
¿Cómo vaticinar toda una vida, y aún la muerte con tan sólo 16 años en una obra semejante? ¿Quién capaz de escribir con majestuosidad una inmutable decisión e indetenible guerra, de su sublime Patria? Solo él para profetizar tan joven: “la muerte poco me importa, pues logré salvarla”, aunque se consumara pocos años después de su centenario.
Hoy nuestra Patria es libre, hoy tenemos Revolución, y también hoy –a 170 años del natalicio del más universal de los cubanos– me avengo a Cintio Vitier en que “De Martí creemos saber lo necesario, hasta que luego intuimos que apenas ignoramos lo suficiente”.
El descubrimiento de otra faceta en la vida del Apóstol despertó en mí curiosidad, internet siempre la primera vía de búsqueda –mamá Google, le llamamos algunos universitarios– y aunque mucho se ha investigado y escrito, y aunque trabajamos en la informatización, cuesta tener fácil acceso a estas bibliografías –podríamos indudablemente trabajar por revertir este escenario.
Mas saber a Martí periodista, para una estudiante a media carrera, para una futura profesional denotó esencialmente dos cosas: atinar qué opinaba de la prensa y cómo debía ser en su concepto. Si bien resta mucho por escudriñar, hallé lo suficiente como para realzar el reto: “decir es hacer cuando se dice a tiempo”, toca a la prensa avizorar y “no es aprobación bondadosa o ira insultante; es proposición, estudio, examen y consejo”.
El periódico Patria fue su obra cumbre como periodista, la pluma: su espada, Patria: un soldado más, como ha de ser nuestra prensa un revolucionario más, siempre con y por el pueblo que al decir del Apóstol “está hecho de hombres que resisten y hombres que empujan”, estos tiempos ameritan de ambos, como de escudriñar a Martí: soberano cubano de pensamiento y palabra, cuya voz – manteniendo vigencia– transciende siglos.